#2MIR13: el reto de formar nuevos médicos especialistas

Ahora que se inicia el proceso de elección de plaza de los nuevos M.I.R., creo que es un buen momento para hacer una reflexión sobre un modelo, que si bien ha demostrado su validez a lo largo de los años, requiere, como muchos otros aspectos en la Sanidad Pública, una reforma y actualización que la adecue a los nuevos tiempos. Unos cuantos años han transcurrido ya desde mi residencia, y he tenido la oportunidad de colaborar en la formación de numerosos médicos especialistas en Oncología Radioterápica. Y aunque en los últimos tiempos mi implicación en la formación de M.I.R. ha sido, desgraciadamente, menor de lo que me hubiera gustado, este hecho me ha permitido tomar cierta distancia para reflexionar sobre distintos aspectos del programa M.I.R.

Lo primero, y no por muchas veces repetido menos importante, es que el M.I.R. no es, y no debe ser considerado, tan solo «mano de obra barata» para cubrir las carencias de una plantilla médica escasa o desmotivada. La práctica clínica diaria debe recaer sobre los médicos de plantilla del Servicio, y aunque el M.I.R. puede y tiene que colaborar en todas las actividades diarias, no debiera descargarse la misma sobre ellos. Igualmente, su misión en el hospital tampoco debe de ser exclusivamente cubrir la atención en las Urgencias hospitalarias durante las 24 horas del día. Para eso debería existir una plantilla propia de médicos urgenciólogos que se encargaran mayoritariamente de la misma, como sucede con el resto de actividades médico-quirúrgicas del Hospital. Pero eso, es otra historia…

Necesitamos recuperar la implicación del M.I.R. en las actividades diarias del Servicio como un medico mas del equipo. El residente no es un estudiante mas o menos cualificado que acude a un Servicio a aprender. Es, ante todo, un medico mas del Servicio. Desgraciadamente, la imagen que se ha transmitido a la sociedad es justo la contraria. Enorme daño han hecho series de televisión que presentaban a los residentes con frases como «no son médicos, pero curan»… Nunca debemos olvidar que el residente es un medico, licenciado superior, al cual se le supone ya la suficiente madurez como para tomar sus propias decisiones, con las cuales podemos estar o no de acuerdo, pero que son perfectamente respetables. Y, por otra parte, parece obvio que el M.I.R. debe tener y demostrar interés y compromiso en su formación. Sin embargo, algo tan evidente, choca con actitudes que se observan a menudo, como que el criterio de un médico para elegir un centro donde formarse en una especialidad concreta que se presume, en principio, va a ser su vía de desarrollo profesional y personal a lo largo de su vida activa, sea un aspecto tan particular como la existencia o no de guardias de la especialidad, o de si estas son «buenas» o «malas». Es triste encontrarte con médicos que han aprobado su examen de acceso a la formación especializada, y que el grueso de sus preguntas gire en torno a estos temas, antes que informarse acerca de las necesidades y requerimientos que el ejercicio de una determinada especialidad exige, y de cual es el mejor centro, por la calidad de su personal, sus instalaciones o sus posibilidades, para adquirirlas. El M.I.R. debe tener la libertad para elegir, y la suficiente responsabilidad como para saber que quiere y que grado de compromiso adquiere.

Pero también debemos de exigirle a los médicos residentes que “expriman” al adjunto. Que lean, que estudien, que pregunten, que insistan, que nunca se queden completamente satisfechos con lo que les contemos. Que nos planteen dudas continuamente, que nos sugieran alternativas que hayan podio leer, que nos obliguen, en definitiva, a estudiar y actualizarnos permanentemente para dar respuesta a sus preguntas. En la consulta no se aprende por ósmosis, y quien eso piensa está totalmente equivocado. Es necesario que los futuros especialistas duden y pregunten. Como reza un antiguo proverbio persa, “la duda es la clave del conocimiento”. Y si el médico adjunto no es capaz de asumir y buscar como responder a las dudas que nos plantean los M.I.R., y de proponerle otras nuevas que le obliguen a un constante ejercicio intelectual, quizá es que no debe seguir formando a médicos residentes.

Dentro de la libertad en la que deben desarrollarse, es innegable que los M.I.R. precisan de una evaluación de su desarrollo y de la adquisición progresiva de las habilidades propias de su especialidad. Ahora bien, ¿cómo debe hacerse esta evaluación?, ¿es suficiente la evaluación subjetiva realizada por cada uno de los médicos adjuntos con los que rota periódicamente el medico residente durante su periodo de formación? En mi opinión, seria mas adecuado, a. la par que mas objetivo, la realización de una prueba no subjetiva la finalización de su proceso de formación, a semejanza de la práctica habitual en otros países, donde se exige un examen antes de certificar la idoneidad de la formación adquirida por el M.I.R. Además, una prueba objetiva final que evaluara lo aprendido durante todo el proceso de su residencia ayudaría, a mi modo ver, a retratar el grado de compromiso e interés mostrado por el M.I.R., pero también a evidenciar la cualificación de un Servicio y sus profesionales para la docencia.

También los médicos que tenemos algún grado de implicación en la formación de futuros especialistas debemos hacer una reflexión profunda. La labor del staff médico del Servicio no debe de ser la «educación» del M.I.R. intentando moldearlo a nuestro gusto cual modernos demiurgos, sino proporcionarle las herramientas adecuadas y toda la ayuda que pueda requerir para su formación. Pero entendiendo siempre que aprenderá bien y se formara bien aquel que quiera hacerlo y que realmente tenga interés, y que eso es algo que no se puede forzar. Y en esta línea, la figura del «tutor de residentes» también necesita ser reformulada. Es cierto que no cualquier medico del Servicio sirve para tutor. Por una parte, es preciso que los tutores tengan una formación adecuada y especifica para esta labor, y que sus habilidades para el desempeño de la misma sean, al igual que sucede con las de los residentes, periódicamente evaluadas. Pero por otro lado, es imprescindible que la figura del tutor la encarne alguien que cuente con el respeto y aceptación de los propios M.I.R., y que estos participen e alguna manera en su elección, ya que son la parte mas interesada en asegurar su buen funcionamiento. El nombramiento de un tutor para los residentes no debiera ser hecho de manera discrecional sin valorar antes estos aspectos, y al igual que sucede con otros puestos de responsabilidad, debiera renovarse cada cierto tiempo.

En definitiva, la formación de médicos especialistas a través del programa M.I.R. es uno de los grandes logros de nuestra Sanidad. Y debe ser defendida y mantenida por su extraordinario valor. Pero también debe de ser revisitada y reformada, si no queremos que se convierta tan solo en una fábrica que emplea personal altamente cualificado pero prescindible y reemplazable en cuanto ha finalizado su labor.

3 comentarios en “#2MIR13: el reto de formar nuevos médicos especialistas

  1. En mi experiencia, un examen para aprobar el MIR tiene una limitación considerable: el objetivo se convierte, no en aprender, sino en aprobar, tanto para el residente como para el departamento.

    Por otro lado, la proporción de aprobados suele ser menor en los centros de élite tipo Royal Marsden que en hospitales locales con pocos medios, porque en estos últimos las opciones de tratamiento son menos. Pero esto no significa que esos residentes sean mejores.

    Creo que yo optaría por un sistema donde se incentive a los responsables de la formación económicamente, pero se les someta a auditorías externas frecuentes.

    • Probablemente tengas gran parte de razón, pero lo que seguro tampoco funciona es un sistema que tan solo exige aprobar y después…, si quieres aprender, aprendes, pero si optas por pasar de todo y dejarte llevar 4-5 años, en muchas especialidades se consigue. Y yo he conocido auténticos zotes que han finalizado su residencia sin problemas y andarán por esos mundos ejerciendo. Y el control que tuvieron durante su periodo de residencia fue más bien escaso.
      Incentivar sería bueno, pero una auditoría externa fiable en España, en el sector público…, ¡una utopía!

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