Curieterapia: Keep Calm And Curie On!

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Cualquier día como hoy, 21 de Diciembre, es seguro que se celebran infinidad de acontecimientos importantes, pero probablemente uno de los más trascendentes para el conjunto de la humanidad es un nuevo aniversario del descubrimiento del Radium. En 1896, el físico Henry Becquerel descubrió, al poner accidentalmente en contacto un compuesto de uranio con una placa fotográfica, que se producía el mismo efecto que si la placa estuviera en presencia de los rayos X recientemente descubiertos por Roentgen. A esta nueva propiedad de la materia se la denominó radiactividad. El matrimonio Curie, amigó de Becquerel, pronto se interesó en su descubrimiento y se propuso determinar cual era la sustancia origen de tal radiactividad. Poco a poco, fueron separando por procedimientos químicos los distintos componentes del mineral de pechblenda, hasta aislar e identificar primero el Polonio y posteriormente el Radium, cuyas radiaciones eran cientos de veces más intensas que las que emitía el uranio.

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El descubrimiento del Radium ha supuesto uno de los hitos más importantes en la Historia de la Medicina, especialmente en el tratamiento del cáncer. El descubrimiento del matrimonio Curie aconteció apenas dos años después de que Roentgen hubiera anunciado al mundo su descubrimiento de los Rayos-X. Y al igual que sucedió con el descubrimiento de Roentgen, hubo que esperar muy poco para que alguien sugiriera emplear esta nueva fuente de energía recién descubierta para el tratamiento de una enfermedad tan devastadora como el cáncer. Y ese alguien fue, en este caso, Alexander Graham-Bell quien, conociendo los efectos que la radiactividad empleada en forma de Roentgenterapia tenía sobre el cáncer, apuntó la posibilidad de emplear esas sales de Radium recién descubiertas, encapsulándolas y colocándolas dentro de los tumores, a fin de que su efecto local fuera más evidente.

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A esta nueva modalidad de tratamiento que empleaba una fuente de radiación dentro o en contacto directo con el tumor pronto se la conoció como Curieterapia, termino propuesto por Paul Degrais en 1913 como reconocimiento a sus descubridores Pierre y Marie Curie, en contraposición a la Roentgenterapia que empleaba fuentes de irradiación externa y que reconocía la importancia que su descubridor, Wilhelm Roentgen, tuvo en la misma. Años más tarde, en 1931, el médico sueco Gösta Forsell acuñó el término braquiradioterapia, [brakhy- gr. (βραχ ύς) “corto, en proximidad a”, radium- lat. “rayo” y therapeía- gr. (θεραπεία) “cuidado, tratamiento”], y por abreviación, braquiterapia.

Desde sus inicios, la Curieterapia y la Roentgenterapia siguieron caminos paralelos, similares aunque diferenciados, dedicadas al tratamiento del cáncer, pero también de otras enfermedades no malignas, aunque acabarían convergiendo en una gran especialidad clínica bajo el paraguas de la Oncología Clínica o Radioterápica.

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La Curieterapia pronto se convirtió en una arma indispensable frente al cáncer, pero también frente a otras enfermedades no tumorales. Henri Alexander Danlos fue uno de los primeros médicos en emplear la Curieterapia para el tratamiento de las lesiones cutáneas producidas por el lupus, al igual que De Beurman y Gougerot hicieron sobre las cicatrices queloides. En ambos casos, los resultados fueron espectaculares, y aumentaron aún más el interés que la Curieterapia había empezado a despertar entre la comunidad médica.

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Apenas unos años después del descubrimiento del Radium, y cuando el conocimiento de la Curieterapia no se había extendido más allá de un reducido grupo de médicos e investigadores interesados, Louis Wickham y Paul Degrais comenzaron a comunicar y publicar sus resultados empleando Radium aplicado directamente sobre lesiones accesibles, como angiomas cutáneos y las llamadas “ulcus rodent” (más tarde conocidas como carcinomas basocelulares o epiteliomas cutáneos) obteniendo unos resultados asombrosos para la época.

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Tanta trascendencia tuvieron sus resultados que hasta el propio rey británico Eduardo VII, que había sido tratado sin éxito con otras muchas alternativas terapéuticas por la existencia de un carcinoma basocelular en el dorso de su nariz, se sometió a un tratamiento con Radium en 1906 alcanzando una respuesta completa del tumor que nunca volvió a reproducirse. El éxito obtenido en el monarca fue el origen de la fundación del Radium Institute de Londres, a semejanza del Laboratoire Biologique du Radium que dirigía Wickham en París.

Pero donde la Curieterapia demostró ser uno de los grandes avances de la Medicina de toda la historia, ha sido en el tratamiento del cáncer. Millones de personas en todo el mundo han sido tratadas, y continúan siéndolo en la actualidad, con Curieterapia por muy distintos tumores.

En 1903, Margaret Cleaves comunico sus resultados empleando la Curieterapia con Radium para el tratamiento de uno de los cánceres más devastadores para la mujer como es el de cérvix uterino, abriendo una puerta hacia la curación que ha sido transitada con excelentes resultados desde entonces.

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Al igual que Cleaves, otros pioneros se enfrentaron armados con la promesa de eficacia que ofrecía la incipiente Curieterapia basada en el Radium a uno de los cánceres más prevalentes como es el cáncer de mama. Tanto Robert Abbe en los EE.UU. Como Geoffrey Keynes en el Reino Unido demostraron que la Curieterapia podía, en manos valientes y expertas, curar el cáncer de mama.

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Y de nuevo, Wickham y Degrais escribieron, a principios del siglo XX, un texto clásico y fundamental para la práctica clínica de la radioterapia, donde detallaban su técnica de «cross-fire» para la Curieterapia en tumores de cabeza y cuello.

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También para el cáncer de próstata abrió la Curieterapia una nueva ruta para su tratamiento, ampliando las opciones de curación que hasta ese momento ofrecía la cirugía que se practicaba en la época. Octave Pasteau o CL Denning en Francia, Benjamin Barringer o Hugh Young en los EE.UU. fueron los pioneros que, en los primeros años del siglo XX, exploraron las posibilidades que la Curieterapia basada en el Radium, bien por vía transuretral o bien por vía intersticial, les ofrecía para el tratamiento de los tumores malignos de la próstata o la vejiga.

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A partir de aquí, el desarrollo de nuevas técnicas y de nuevos isotopos (Cs, Ir, Au, Pd…) contribuyó a establecer la Curieterapia (o braquiterapia, como parece preferirse ahora llamar…) como uno de los pilares de la radioterapia, junto con la radioterapia externa o Roentgenterapia (o teleterapia, como algunos consideran más correcto denominarla…), frente al cáncer en todas sus variantes. Pero esa es ya otra historia, y será contada en otra ocasión…

«La ciencia la hacen personas, donde sea, en una buhardilla, cuando tienen el genio investigador, y no los laboratorios, por ricos que se construyan y se doten.»

Marie Curie (1867-1934)

¡Aquellos tiempos del Radium…!

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Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que la radiactividad no era vista como algo dañino a lo que hubiera que temer. Quizás por desconocimiento, quizás por el afán y la falta de prejuicios a la hora de probar cualquier novedad, quizás por todo eso y mucho más, hubo un tiempo en el que el empleo de productos radiactivos era tan moderno, tan “cool”, como hoy puede serlo la etiqueta “2.0”. Ese tiempo pasó, pero nos dejó huella…

El empleo de la radiactividad, tal y como hoy la conocemos, arranca a finales del siglo XIX con dos descubrimientos claves: el de la generación de rayos X por Wilhelm Roentgen el 8-11-1895 y el de la radiactividad natural y el Radium por parte del matrimonio Curie el 21-12-1898. A partir de esos momentos, y apoyado por las condiciones sociales y demográficas que condujeron a la llamada “Belle Epoque”, el radio, y por extensión todo aquello que fuera radiactivo, pasó a ser un integrante de la mayor sofisticación a la que se podía acceder.

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Tal fue su éxito, y su demanda, que rápidamente se generalizó su empleo en casi cualquier ámbito de la vida. Pude afirmarse que aquella época asistió, encantada complacida, a una auténtica “fiesta del Radium”

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Así, su uso se extendió inicialmente a los afeites y cosméticos que empleaban las damas de la más alta sociedad de la época y que, de acuerdo a la publicidad de entonces, les garantizaba un cutis terso, brillante y limpio de imperfecciones, además de otorgarles un atractivo bronceado:

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Pero no sólo eso, también los productos empleados en la higiene personal se potenciaban con elementos radiactivos: jabones, dentífricos,… Además, y esto sin duda alguna que lo conseguía, el radium era la oportunidad de conseguir una depilación permanente que acentuara su belleza…:

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Y, lógicamente, todos esos beneficios atribuidos al Radium no podían permanecer tan sólo reservados a las féminas, sino que también los hombres podían, y debían, beneficiarse de ellos. Sin demora surgieron entonces tónicos y revitalizantes que prometían devolver el vigor perdido, ¡e incluso aumentarlo!:

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Los indudables beneficios del Radium no se limitaban a mejorar la apariencia física sino que iban más allá. También los objetos de uso cotidiano o el mobiliario del hogar podían mejorar su apariencia empleando la radiactividad natural:

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¡Y que decir de la ropa, que se anticipó en décadas a los modernos tejidos termoactivos!:

radium7Por otra parte, parecía lógico pensar que si la radiactividad mejoraba tanto a cualquier producto que la incorporara, y que aportaba tantos beneficios a sus usuarios, como no extender sus ventajas incorporándola a la alimentación, y potenciar así su valor y calidad nutritiva:

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¿Qué padre dejaría hoy en día jugar a sus hijos con estos “juguetes”? Sin embargo, en un momento dado fueron lo más moderno y atractivo que se podía disfrutar…:

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Y no sólo los juguetes infantiles, sino también otros elementos del ocio más adulto se potenciaron con Radium…:

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Pero si hubo un campo donde el Radium, y cualquier otra forma de radiactividad, fueron considerados como la panacea, como el remedio natural a todos los males que afligían al hombre moderno de la época, fue en el ámbito de la salud. “Aquí está la Salud” como rezaba la publicidad de entonces:

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Reumatismo, dolores articulares, neuritis, hiperuricemia, resfriados, neumonías, incluso miopía,…, todo podía curarse o al menos aliviarse, con Radium. Y tan seguros estaban que incluso se ofrecían recompensas en el caso de no ser útiles:

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Y así fue durante años, y aunque no carecía de cierta base científica que hemos conocido después (la Hormesis por radiación), hechos desgraciados como el episodio de Las Chicas del Radium, o la muerte del ídolo del golf Eben M. Byers, truncaron los sueños de los que veían en el radium el remedio universal a todos los males. Como y por qué la radiactividad ha ido recuperando, lenta pero constantemente, un papel en muchos aspectos de la salud distintos del tratamiento del cáncer es otra historia, y será contada en otra ocasión…

«Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos.»

Marie Curie (1867-1934)