Las alpargatas del médico

 

“No descansaré hasta conseguir que el médico lleve alpargatas”. Esta frase, pronunciada por Alfonso Guerra en un mitin de campaña en Jerez de la Frontera en 1982, es una realidad desde hace bastante tiempo. Los múltiples y variopintos gobiernos que se han sucedido en España desde entonces – todos, sin excepción – lo han logrado con su maltrato contumaz al médico. Y la consecuencia directa de ello ha sido igualar a todos los médicos. Por abajo, por las alpargatas…

Pero, sin duda alguna, las peores alpargatas de los médicos, las más dañinas, las que están destrozando la práctica de la Medicina en España, son las alpargatas mentales que muchos, incluso con indisimulado orgullo, portan. Y sin sombra alguna de autocrítica.  A día de hoy, la que otrora fuera una profesión liberal, sólo condicionada y sujeta por el buen hacer y conocimiento de su arte por parte de quién la practicaba y que era por ello reconocido se ha convertido en un empleo funcionarial, burocratizado, esclerotizado, triste, en dónde todo lo que se aparte de la corriente dominante es visto como una deslealtad insoportable. A criterio de muchos de sus integrantes, la única manera digna y respetable de ejercer la Medicina en nuestra país es dentro del llamado sistema público, y cualquiera que se salga de la norma es rápidamente acusado de buscar únicamente un lucro personal (económico) por encima de cualquier otra consideración y, por tanto, tachado de indigno y despreciable. La superioridad moral de sus alpargatas mentales no admite discusión…

Aunque para alpargatas mentales que atan e impiden cualquier atisbo de autocrítica, nada más representativo que la situación actual de la Atención Primaria en nuestro país. Resulta cuanto menos sorprendente la encendida y arrebatada defensa de la Medicina Familiar y Comunitaria (MFyC), a la que se intenta presentar como centro y epítome de la Medicina, por parte de muchos de los médicos que tradicionalmente la han despreciado. Médicos que, como reflejan año tras año las prioridades durante la elección de plaza para el M.I.R., han ninguneado la opción de MFyC reservándola mayoritariamente– siempre hay excepciones – para las últimas adjudicaciones, elección tras elección, año tras año. ¿Cuántos de esos no consideraron siquiera la opción de elegir esa MFyC que hoy defienden con abnegada unción?, ¿cuántos, antes bien, no tuvieron inconveniente en trasladarse lejos de su lugar de residencia para formarse en otra especialidad antes que en MFyC?, ¿cuántos decidieron repetir suerte en el examen de la siguiente convocatoria antes que escoger “una especialidad de 3 años”?, ¿cuántos realizaron una formación en MFyC para volver a presentarse al examen y elegir otra especialidad?, ¿y a la inversa?…Y, de nuevo, las alpargatas mentales nublan la autocrítica para reconocer el trato displicente que muchos médicos hospitalarios – incluso de los que ahora se sitúan en la vanguardia de la protesta –  han tenido con los médicos de la Atención Primaria, privándolos de recursos y capacidad de decisión, considerándolos en demasiadas ocasiones como meros emisores de “sus” recetas, ignorando que su amplio conocimiento del paciente y sus circunstancias puede ser de enorme ayuda…

Otrosí de la numantina resistencia a reconocer que los medios de los que disponemos son finitos, y la demanda de atención médica tiende cada vez más al infinito. Y que por muchos recursos que se movilicen, humanos y materiales, sin una adecuada educación sanitaria que incluso pase por la adopción de medidas impopulares aunque necesarias, no habrá nunca solución. Pero las alpargatas (mentales) que muchos calzan no parecen adecuadas para recorrer ese camino…

Finalmente, las alpargatas mentales que constriñen el pensamiento y raciocinio de las Sociedades científicas representantes de esos médicos de Atención Primaria, ahora tan en el centro del debate, que privan terca y porfiadamente a muchos otros compañeros de la opción de avanzar y mejorar negándose a aceptar la creación de una especialidad de Urgencias por mor de oscuros y bastardos intereses (aquí).

No ha hecho falta mucho esfuerzo para que los médicos nos hayamos calzado esas alpargatas que no hacen sino limitar y empobrecer la práctica de la Medicina. Algún día habrá que preguntarse quién, cómo, cuándo y por qué aceptamos éstas alpargatas. Pero ahora es tiempo de despojarse de ellas y asumir que el calzado de cada cual sólo debe estar condicionado por su valía, sus méritos y su capacidad, y no por imposiciones espurias de los que se consideran a sí mismos guardianes de las más exquisitas y puras esencias.

O lo hacemos ya, o acabaremos todos caminando descalzos…

«La prueba de una inteligencia de primera categoría es la capacidad de mantener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo, y todavía conservar la capacidad de funcionar»

Francis Scott Fitzgerald, escritor y novelista estadounidense (1896-1940)

¿En qué momento se jodió el Perú?, o algunos porqués de la degradación de la Medicina en España…

La estatalización de los medios de producción característica del sistema soviético produjo una serie de acontecimientos, cuanto menos, llamativos por lo esperpéntico. La ausencia de propiedad privada motivó que los directores de las empresas se aplicaran a superar las metas establecidas por el plan estatal correspondiente, sin prestar atención a los costos, la demanda o la calidad del producto, obviando cualquier mínima aproximación a rentabilizar el esfuerzo productivo. Así, se daba la paradójica circunstancia de que, en una empresa dedicada a la fabricación de tornillos, si el plan fijaba la necesidad de producir una cantidad determinada de unidades, los esfuerzos se dedicaban a fabricar el mayor número posible de tornillos así fueran todos pequeños. Pero si el plan, o uno posterior, fijaba el objetivo en conseguir una cantidad de toneladas de producto determinada, la fabricación se orientaba entonces a los tornillos grandes, que permitían alcanzar antes el objetivo marcado, dejando de producir unidades pequeñas.  Este sistema, que despreciaba sistemáticamente la calidad del trabajo, originaba problemas crónicos, derivados de la falta de determinados productos o de repuestos o de fallos constantes por su baja calidad [Sweezy, P. M. y C. Bettelheim (1972): Lettres sur quelques problèmes actuels du socialisme, Paris, Maspero]

“¿En qué momento se jodió el Perú?”, la pregunta que Mario Vargas Llosa puso en boca de su alter ego ficticio en la célebre frase inicial de Conversación en la Catedral (1969) se aplica por igual a la situación de la Medicina en la España actual. Nada ha hecho más daño a los médicos y la Medicina en España y, por extensión, a toda la atención sanitaria que la perversa asunción de que la única manera digna de ser médico en nuestro país lo es en el (asfixiante) círculo de la llamada sanidad pública. Ser conscientes de la pertinaz estatalización de la atención sanitaria, de la (obsesiva) funcionarialización de la práctica médica, que llevan a identificar de manera aberrante Sanidad Pública con Medicina, del maniqueismo espurio que busca enfrentar la práctica pública y privada de la Medicina o de la interesada identificación de la formación M.I.R. como cantera para suplir exclusivamente las deficiencias del sistema nacional de salud, pueden ayudar a empezar a entender en qué momento se jodió la Medicina en nuestro país.

Convertir una profesión liberal por naturaleza en un acto burocrático y funcionarial está en la raíz de nuestros problemas. En nuestro actual sistema pareciera que lo más importante es el “qué” se haga, despreciando el “quién” y “cómo” se haga, lo que nos ha llevado, en gran medida, a la podredumbre en que nos movemos. Pretender que todos somos iguales, que todos realizamos nuestro trabajo igual, que todos, por tanto, merecemos el mismo trato, es despreciar el esfuerzo, el trabajo, el estudio y la calidad del servicio que se presta. Es, en definitiva, fabricar tornillos de acuerdo con las decisiones – en demasiadas ocasiones, caprichosas y difíciles de entender – de los dirigentes de turno (político). Prestarse a tal componenda, como se hace, y en muchas ocasiones entusiásticamente, por parte de colectivos, organizaciones y sindicatos médicos, y por bastantes compañeros a título individual, refleja la degradación que nos atenaza. ¿La consecuencia?, fácil de identificar: pérdida de la ilusión, huida masiva de médicos, abandono de la atención en España…, en definitiva, pérdida de calidad para todos. Pero, quizás, esto es lo que buscan los adalides de la perversa identificación de Medicina con este modelo de sanidad pública…

¿Soluciones?, las hay. Pero hace falta valentía y decisión, primero para asumir una autocrítica imprescindible y, a partir de ahí, para alzarse y comenzar a torcer el curso de la historia: laboralización, meritocracia, profesionalización, remuneración variable de acuerdo con la valía individua, liberalización de la demanda y la atención, libre elección…

¿Estamos dispuestos a hacerlo?, ¿ya?…

«Si no lo hacemos nosotros, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuándo?»

John F. Kennedy, político y diplomático estadounidense (1917-1963)

Sexo, mentiras y aceleradores lineales…

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Esta entrada va sobre mentiras. Muchas mentiras. Y la primera está en su título. No, no hay sexo. Más allá del homenaje a la genial película de Soderbergh, el sexo es tan solo un reclamo para atraerte a ti, lector de esta entrada, a este blog. Pero sí, hay mentiras. Y aceleradores lineales. Y mentiras sobre aceleradores lineales y radioterapia.

En los últimos días, se ha vuelto a desatar una vieja polémica en relación con la donación de 320 millones de euros que la Fundación Amancio Ortega ha hecho para intentar renovar, al menos un poco, el obsoleto parque de aceleradores lineales, imprescindibles para la curación del cáncer, en España. Las razones de por qué se ha desempolvado, y por qué ahora son poco claras. Cui prodest?  

El pasado fin de semana, una la candidata de Unidas Podemos Isabel Serra abrió el fuego, cuestionando, una vez más, la pertinencia de la donación que generosamente la Fundación Amancio Ortega ha hecho a todos los españoles. E, inmediatamente, todos sus voceros se lanzaron a enaltecerla esgrimiendo, sin mínimo asomo de vergüenza, mentiras fabricadas al efecto. Y en vez de reconocer su patinazo e intentar disimularlo, técnica que nuestra escoria política domina a la perfección, otros conmilitones de su mismo grupo (y aledaños) se lanzaron a ver quién era capaz de publicar la mentira más grande.

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“Amancio Ortega es un defraudador que sólo quiere lavar su imagen”, sin pruebas, sin argumentos, solo repitiendo el mismo mantra hasta la náusea. Eso sí, ninguno de los que gratuitamente acusan al empresario se ha personado en un juzgado para denunciar tamaño delito. ¿Será que sólo existe en la imaginación de sus líderes?

“Amancio Ortega lo que tiene que hacer es pagar los impuestos que debe y dejarse de dar limosnas” Como si no hubiera quedado ya suficientemente acreditado la legalidad absoluta en todo el comportamiento fiscal del dueño de Zara. Quizás lo que moleste es que sea capaz de aprovechar la legislación española a su favor. Como hacen muchos españoles. Como ha hecho gran parte del último Consejo de Ministros español sin que estos modernos Savonarolas hayan abierto su bocaza. ¿Será que muchos de ellos hacen lo mismo?

“¡A ver si va a ser un millonario quien decida qué y cómo se compra el equipamiento!” La ignorancia de estos políticos, y de quienes aborregadamente transitan su senda, es inmensa. No sólo por que desconocen necesidades básicas de esa Sanidad Pública que tanto dicen defender, sino porque ni siquiera han prestado un mínimo de atención a informarse del procedimiento seguido para la asignación de número y especificaciones de equipos a los distintos hospitales públicos. Quizás la crítica tan solo esconda su frustración por ser ésta una donación finalista que les impide a ellos y sus paniaguados meter mano en el montante dinerario y utilizarlo, como es su práctica habitual, para sus manejos partidistas. Si tan solo hubieran preguntado, sabrían que la decisión acerca de las unidades adquiridas la han tomado los propios oncólogos, de acuerdo con las necesidades detectadas en sus áreas y a las perspectivas futuras. Y que luego ha salido a concurso público la solicitud de compra. Pero ¿para qué permitir que la realidad te estropee una buena demagogia?

«¡La sanidad pública no precisa de donaciones!» Lo triste, y preocupante, no es que unos políticos mediocres repitan consignas como meros altavoces, sino que también muchos profesionales lo hagan. ¿Qué les mueve a ello? Sorprende que profesionales de la Medicina, en un contexto tan globalizado como el actual, desconozcan, por ejemplo, como se ayuda la financiación de los grandes hospitales en el Reino Unido o en Canadá. Sin que nadie se rasgue las vestiduras, sin insultar a los donantes, sin despreciar la ayuda que contribuye a mejorar la atención a los enfermos. ¿Sera que prefieren su trasnochada ideología al bien común?

La necesidad de renovación del parque de aceleradores lineales para radioterapia en toda España era una necesidad desde hace años que ninguna Administración, de ningún colorín, había querido abordar. Tan solo se habían ido poniendo parches. Triste es comprobar que la segunda herramienta más eficaz contra el cáncer, tras la cirugía, languidecía lastrada por la ineptitud de nuestra escoria política. Ya en el año 2013, la Sociedad Española de Oncología Radioterápica (SEOR) avisaba de la necesidad inminente de renovar casi 100 unidades en España, con un coste que estimaban entonces de 150-200 millones de euros, así como de establecer un plan de futuro porque más de un tercio de los equipos sobrepasaba ya los 10 años. Y la Sociedad Europea de Oncología Radioterápica (ESTRO) constataba ya en 2014 que el nivel de equipamiento frente al cáncer en España estaba al nivel de países como Albania, Bielorusia, Montenegro, Lituania o Bulgaria, tanto en número como en avances tecnológicos disponibles, y que menos de la mitad de los aceleradores permitían, por ejemplo, realizar técnicas de IMRT e IGRT que han demostrado aumentar las posibilidades de curación del cáncer. Pero debe ser que los ignaros dirigentes de Unidas Podemos, y sus voceros, no han sido aún capaces de asimilar esta realidad.

Pero si triste resulta comprobar el nivel formativo de gran parte de la fauna política española, por no pensar que lo conocen y prefieren que continúe así, más lo es asistir al bochornoso espectáculo de muchos compañeros médicos que sectariamente abducidos se está dedicando a repetir y amplificar las estupideces que sus líderes llevan regurgitando desde hace días. Algo que ya sucedió hace un tiempo con esa lacra social autodenominada Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), con defensores como esos, ¡quién necesita otros enemigos!, pero que ahora parece afectar, inexplicablemente, a otros médicos. Otros médicos de cualquier especialidad – incluso oncólogos – en los que su fanática y furibunda ideologización se antepone a la atención a los pacientesCompañeros médicos que, seguramente, desconocen cual es la situación de la Oncología Radioterápìca en sus propios hospitales y que, salvo cuando han necesitado la atención de algún conocido, muy pocas veces se han aventurado a descender a esos sótanos donde moramos aquellos que sabemos que la radiación ionizante es elemento clave, decisivo en muchas ocasiones, para curar cientos y cientos de pacientes cada año. Quizás un paseo por debajo de la planta 0 de muchos de sus hospitales les ayudaría a comprender por qué se ha recibido con tanta ilusión este maná en forma de altruista donación. Y por qué se considera a Amancio Ortega un verdadero patriota, a diferencia de todos esos dirigentes políticos que parecen haberles arrebatado el pensamiento crítico que se supone a todo médico.

Finalmente, resulta especialmente desalentadora la actitud de los actuales dirigentes de la SEOR, que han sido incapaces de liderar, de manera firme, clara, contundente y suficientemente alta la defensa de un bien necesario para todos los pacientes de cáncer, y de otras muchas enfermedades no neoplásicas, en España. Y es triste comprobar, aunque sea con envidia, como ha tenido que ser la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) la que haya alzado la voz para poner en su sitio a toda la manada de políticos que han intentado desprestigiar a la persona por sus bastardos intereses electorales.

Como corolario, resulta llamativa la vocinglería actual y la llamada a despreciar, por dignidad, la donación de la Fundación Amancio Ortega amplificada por tantos médicos mientras se han aceptado, al menos calladamente, otras muchas donaciones en la Sanidad Pública, como las realizadas por la Fundación Aladina para reformar la UCI del H. del Niño Jesús, el Banco de Leche en el H. 12 de Octubre o la Sala de juegos en el H. Gregorio Marañón o la terraza y zona de juegos en el H. de Getafe… Será que sus líderes no les dieron las pertinentes indicaciones…

Será que la secta es poderosa en ellos…

“Hacer beneficios a un ingrato es lo mismo que perfumar a un muerto”

Plutarco, historiador, biógrafo y filósofo moralista griego (50-120)

Defensores de la Sanidad Pública: 35 años contribuyendo a su destrucción…

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En estos últimos días asistimos, desgraciadamente sin demasiada sorpresa, a una nueva muestra de la mediocridad que rodea a nuestra Sanidad Pública. La denominada Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) lo ha vuelto a hacer. En este caso, y aprovechando la donación de 320 millones de euros que la Fundación Amancio Ortega ha hecho a la Sanidad Pública española para la compra y renovación de tecnología radiológica y radioterápica para diagnóstico y tratamiento del cáncer, la FADSP confirma su ánimo de destrucción de todo aquello que dicen defender. Nunca se ha caracterizado la FADSP por su inteligencia y perspicacia para detectar e intentar corregir los defectos y necesidades que aquejan al sistema sanitario público español. Antes bien, sus dirigentes se reconocen en distintas teorías conspiranóicas sin base ni razón pero en las que ellos actúan siempre como paladines de la Sanidad defendiendo su modelo, ante todo y frente a todos. En concreto, su modelo de Sanidad Pública. Un modelo caduco que se ha mostrado ya agotado, pero que sus defensores están dispuestos a mantener con entrañable contumacia, impenetrables a cualquier posibilidad de cambio, ni siquiera en la mejor tradición gatopardiana de “cambiarlo todo para que nada cambie”.

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En esta ocasión le ha correspondido a una de sus portavoces, la Dra. Luisa Lores, confirmar la estulticia de su organización. En una hilarante a la par que inexacta y malintencionada diatriba la representante de la FADSP ataca la donación para equipamiento efectuada argumentando, con absoluta impericia y haciendo gala de una aterradora demagogia, el oscuro trasfondo que, a su entender, oculta éste acto. Mezclando diferentes hipótesis descabelladas que incluyen la existencia de pérfidos oligopolios con aviesas intenciones privatizadoras (una de sus más recurrentes y manidas fantasías) o los datos generados a partir de la Historia Clínica Electrónica – otra obsesión clásica de la FADSP – la Dra. Lores construye una historia pavorosa que justificaría tal donación. Pero no contenta, añade unas gotas de “terror radiactivo” por el peligro que supone para la población la utilización de estos equipos, y la ocultación que nuestros gobernantes nos hacen de estos riesgos para dar satisfacción a multinacionales sin escrúpulos… Finalmente, la Dra. Lores concluye su relato afirmando, sin vergüenza aparente, «que no son necesarios tantos equipos de diagnóstico y tratamiento en la Sanidad Pública», que dichos equipos tan sólo van a servir para aumentar los diagnósticos de cáncer con el objetivo final de “incrementar sus beneficios”. Y todo ello sin olvidar la moralina propia del inepto envidioso que exige y reclama, cual moderno Savonarola, un pasado sin mácula a todo aquel que ose el atrevimiento de intentar mejorar algún aspecto en la vida de sus congéneres. Es de suponer que la FADSP también rechaza con igual contundencia cualquier otro donación en la que no se acredite la extrema pulcritud del donante, de cualquier donante. Por ejemplo, del de órganos…

En el año 2010, la Sociedad Española de Oncología Radioterápica (SEOR) presento el “Libro Blanco SEOR XXI”, documento básico para entender y conocer la situación y carencias de la Oncología Radioterápica en España en estos primeros años el siglo XXI. En él se refleja con exquisita precisión la carencia de equipos de tratamiento así como la obsolescencia de muchos de los disponibles, planteando la necesidad de una renovación en profundidad si se deseaban alcanzar y mantener los estándares de calidad en el tratamiento oncológico a los que un país como el nuestro debe aspirar. Y después de mucho porfíar parece que ese momento ha llegado para alegría de todos. ¿De todos? no, de los miembros de la FADSP parece que no, ya que lo consideran “impropio, innecesario y poco menos que una humillación”.

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Como Oncólogo, me gustaría invitar a la Dra. Lores a que conociera la realidad del tratamiento del cáncer en España. A que comprobara la sobresaturación de las unidades de tratamiento. A que conociera como algunos tratamientos punteros, y cada vez más necesarios para intentar avanzar en la curación del cáncer, no pueden realizarse en muchos lugares de nuestro país por carecer de los mínimos avances tecnológicos para ello. A que observara en directo el drama que suponen las averías, cada vez más frecuentes por el uso y antigüedad de los equipos, que se producen en las unidades de tratamiento, y como estas averías por corta duración que tengan suponen un quebranto – uno más – para nuestros pacientes. Por no hablar de los que significa en  términos oncológicos el retraso y demora en la administración de la radioterapia. A que fuera capaz de reconocer lo que para un paciente con cáncer significa la esperanza en una posibilidad más de tratamiento. A que fuera consciente, en definitiva, de la realidad de la Oncología Radioterápica en España. Quizás eso le ayudaría a sacudirse su mediocridad y esa mugre de complejos que en demasiadas ocasiones parece cubrir a los miembros de la FADSP.

Pero no lo hará. Remedando el viejo adagio periodístico, “nunca dejes que la realidad te estropee un buen titular”

 

P.D.: en el momento de publicar esta entrada, más de una semana después del insulto a la inteligencia y la patada a los enfermos de cáncer propinada por los autoproclamados defensores de la Sanidad Pública, la SEOR aún no ha publicado ninguna nota de reacción y rechazo expreso, claro y contundente frente la estulticia de la FADSP…

«El verdadero progreso es el que pone la tecnología al alcance de todos»

Henry Ford, ingeniero y empresario estadounidense (1863-1947)

Radioterapia y Listas de Espera… Quid est solutio?

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La realidad de la radioterapia en España dista, con excepciones, de ser tan bonancible como muchos de sus responsables políticos quieren hacer ver. La existencia de listas de espera para la radioterapia es un problema desgraciadamente real. Muchas veces latentes, enmascaradas en la maraña de acontecimientos que rodean al paciente con cáncer, disimuladas tras el resto de pruebas y tratamientos, su existencia en muchas zonas de España es tristemente real. Y pese a no ser un asunto que cope habitualmente las primeras líneas en lo referente al cáncer y su manejo, en ocasiones, como este pasado verano, irrumpe con fuerza sorprendiendo, aparentemente, a muchos de sus verdaderos responsables. La denuncia efectuada por Virginia Ruíz en su blog  un rayo de esperanza acerca de la situación casi desesperada del Servicio de Oncología Radioterápica del Hospital Universitario de Burgos provocó una catarata de reacciones, a favor y en contra, destacando la airada respuesta de la gerencia del HUBU, con amenazas más o menos encubiertas de expediente que, afortunadamente, no se concretaron. Sin embargo, no lograron ocultar la realidad de un problema que amenaza a, conviene tenerlo presente, una de las principales y más efectivas (la segunda, tras la cirugía) armas contra el cáncer. Por otro lado, las constantes averías en los aceleradores lineales que han sufrido este verano los pacientes con cáncer de Aragón no han hecho sino trabar y enlentecer los tratamientos con la consiguiente deterioro en la calidad de vida de los pacientes

¿Quién o quiénes son los responsables de haber llegado a esta situación?, ¿existe un único responsable o es, más bien, consecuencia de la acumulación (¡tan hispana!) de improvisaciones mantenidas en el tiempo? Más probablemente, esto último… 

A nadie se le escapa la enorme responsabilidad de la Administración en este problema, ni nadie duda de que es la principal causante del deterioro que sufrimos. Esta Administración que padecemos y, lo que es peor, llevamos décadas padeciendo, es la primera encargada de la Sanidad Pública pero da la impresión de estar atenazada por lacras que no parecen tener arreglo: la atomización y dispersión de recursos en un sistema de 17 paisitos, con 17 Consejerías y sus laberínticas y fosilizadas organizaciones, que dificultan enormemente la resolución de cualquier problema; la abundancia de servicios y unidades infradotadas, tanto de equipamiento tecnológico como, más importante, de personal; la obsolescencia de los equipos y su falta de renovación, lo que merma su capacidad repercutiendo directamente en la atención de los pacientes; el  desconocimiento de las necesidades reales de recursos y dotación para dar resolución a la demanda presente y, por ende, mucho menos a la futura a corto plazo; la desesperante lentitud de respuesta de los gestores públicos, envueltos por la monstruosidad burocrática característica de nuestro país, que impide una y otra vez actuar de manera racional y sensata ante las necesidades… Y la solución no puede pasar exclusivamente por altruistas donaciones para paliar nuestras carencias.

Pero también es necesario, una vez más, ejercer la autocrítica. Reconocer en qué estamos fallando, qué podríamos estar haciendo – además de exigirle a las administraciones que cumplan con su cometido – para, si no arreglar, si contribuir a la solución. Porque hay cosas que los Oncólogos podemos hacer…

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Apostar decididamente por la recentralización de servicios y recursos humanos y tecnológicos es una de ellas. Así, por ejemplo, España es de los pocos países occidentales que carece de un solo CENTRO ONCOLÓGICO MONOGRÁFICO dedicado a la atención, investigación y avance frente al cáncer. Hospitales oncológicos del prestigio del IPO portugués, del Royal Marsden o el Christie Hospital británicos, del Gustave Roussy francés o del NKI holandés, por citar sólo unos pocos, son objeto de envidia y deseo por muchos oncólogos españoles. Centros donde no sólo se concentran el saber y la pericia de muchos profesionales de distintas ramas dirigidos a una lucha común contra el cáncer, sino que también permiten reunir y optimizar los recursos tecnológicos, aumentar la disponibilidad de unidades de tratamiento y minimizar problemas como averías o revisiones en radioterapia. Y, como la evidencia se encarga de recordar, los resultados oncológicos están en directa relación con la experiencia acumulada en el tratamiento. Y sin embargo, en España se prefiere la atomización de los recursos, los centros con una o dos unidades, habitualmente sobreexplotados y expuestos permanentemente a que cualquier acontecimiento puntual de al traste con la planificación y genere problemas como los acontecidos este verano. Y no contentos con ello, seguimos apostando por la dispersión, reclamando sin cesar el establecimiento de unidades de radioterapia en cualquier isla o capital de provincia antes que pensar en como centralizar atención y tratamientos y racionalizar gastos y recursos. Y es que la solución no puede pasar nunca por dividir sino, más bien, por unir. Algo que quizá sea una utopía en un país donde muchos dirigentes prefieren ser antes cabeza de ratón que cola de león. Y quizás ahí radique uno de los problemas… Es cierto que la centralización de la atención oncológica plantearía otros problemas, logísticos y de desplazamiento, pero sin duda más sencillos de solucionar (y, probablemente, más baratos) que la proliferación de listas de espera y de interrupciones no programadas de tratamiento por averías y revisiones que alargan innecesariamente la duración de los tratamientos, con el consiguiente impacto en pacientes y profesionales.

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Aún más, los avances en el conocimiento de la radiobiologia y de la respuesta de los tumores a la irradiación, junto con el enorme desarrollado tecnológico que facilita una extraordinaria precisión y fiabilidad en la administración de los tratamientos, permiten optimizar la Radioterapia hasta extremos impensables hace años. Una apuesta decidida por el HIPOFRACCIONAMIENTO como estándar de tratamiento es imprescindible. A día de hoy la evidencia ya existente, y la que continuamente vamos conociendo, permite que la duración total de los tratamientos se pueda reducir de manera segura a la mitad manteniendo, cuando no mejorando, su eficacia. Algo tan sencillo como apostar por esquemas de tratamiento acelerados para la radioterapia del cáncer de mama (pasando de 6 a 3 semanas), de próstata (pasando de 8-9 a 4-5 semanas) y en los tratamientos paliativos (pasando de 2 semanas a 1-3 sesiones), permite reducir la duración del tratamiento a la mitad en un conjunto de enfermedades que representan cerca del 50% de la carga asistencial diaria de cualquier Servicio de Oncología Radioterápica. Una reducción a la mitad de la duración de los tratamientos más frecuentes facilitaría tanto aumentar el número de pacientes que pueden ser tratados en el mismo espacio de tiempo, como una disminución de la sobrecarga en las unidades de tratamiento que contribuya a agilizar su respuesta ante imprevistos y, posiblemente, prolongar su vida útil. Aún más, una reducción significativa en la duración de los tratamientos supondrá también una disminución notable en los gastos derivados del traslado de pacientes y familiares durante los mismos. Quizás debiéramos aprender lo que es ya una realidad en otros países de nuestro entorno, que hubieron de enfrentarse hace décadas a problemas como los que ahora nos atenazan, y que nos permitirían aliviar la situación actual. Quizás ya es hora de renunciar al «siempre se ha hecho así…»

Medidas como éstas no serán la solución única y definitiva, pero sin duda ayudarían a corregir la situación actual y sólo hay que tener la voluntad de llevarlas adelante. Mientras no seamos capaces de afrontar (estos y otros) cambios necesarios continuaremos reclamando tan solo a la Administración  y fiando la solución exclusivamente a donaciones altruistas…

«Es preciso saber lo que se quiere. Hay que tener el valor de decirlo y, cuando se dice, es menester tener el coraje de hacerlo»

Georges Clemenceau, médico y estadista francés (1841-1929)

Colapso en Urgencias: la lucha contra la mediocridad…

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El blog de @BeatrizSatu Blogueando que Son Dos Días publica hoy una magnífica entrada sobre la situación de los médicos que desarrollan su labor en los Servicios de Urgencia hospitalarios, y como las condiciones a las que están sometidos, zarandeados y maltratados desde todos lados, ponen en cuestión las convicciones  más fuertes de aquellos que han elegido ese camino. Es realmente desazonador leer como profesionales que han dedicado su esfuerzo, estudio y saber a la atención de las Urgencias y Emergencias sienten la tentación, y lo descrito en el blog no es una excepción, de dejarlo todo y abandonar ante la imposibilidad de llevar a cabo su trabajo con dignidad. Quienes vivimos de cerca el mundo de la Urgencia hospitalaria sabemos muy bien a que se refiere…

Más allá de la situación individual de cada uno de los médicos que trabajan en la Urgencia de cualquier hospital, y más allá de las puntuales situaciones estacionales y epidemiológicas que aumenten o disminuyan la presión asistencial a la que están continuamente sometidos todos estos profesionales, la actual situación de colapso en la mayoría de Servicios de Urgencia hospitalarios debería motivar alguna reflexión. Esta misma semana, se ha conocido el informe de la Defensora del Pueblo sobre la realidad de los servicios de urgencias y el impacto de su funcionamiento sobre los ciudadanos. El estudio, que analiza la situación de la Urgencia hospitalaria en España, considera necesario que se introduzcan cambios en la organización y gestión de los servicios para resolver los problemas de presión asistencial y de saturación. Además, reclaman que se cree una especialidad médica de urgencias y emergencias y recuerdan que la insuficiente dotación de plantillas titulares en muchos centros provoca que los médicos internos residentes asuman un grado excesivo de responsabilidad. Desgraciadamente, este informe tan solo refleja la situación en este momento concreto sin ahondar, ni mínimamente, en las causas que han conducido al actual deterioro. La situación del Urgencia hospitalaria tan solo es el reflejo del fracaso de un sistema construido sobre la mediocridad, que es seña en nuestra maltrecha Sanidad Pública:

  • Mediocridad  de los encargados de su gestión y organización, quienes son incapaces de adelantarse a los conocidos, y hasta cierto punto previsibles, aumentos puntuales en la demanda, y van siempre a rebufo de los acontecimientos, cuando no son claramente sobrepasados por ellos.
  • Mediocridad de sus directivos que, haciendo gala de su condición, han despreciado a profesionales con conocimientos y méritos acreditados para rodearse de una absoluta falta de talento que ni les hiciera sombra ni pusiera en evidencia su completa prescindibilidad.
  • Mediocridad en la gestión de la Atención Primaria, fracasando en el intento de hacerla centro del Sistema Nacional de Salud apelando al manido y maniqueo concepto de “acabar con el hospitalocentrismo del sistema y colocar al paciente en su centro”, y ni desplazamiento ni colocación del paciente ni capacidad de asumir estos retos. Haber logrado convertir la Urgencia en una suerte de consulta rápida y completa de salud no es, precisamente, acabar con el “hospitalocentrismo” sino, más bien, todo lo contrario…
  • Mediocridad de todos los que, pese a comprobar cada día que pasa el caos en que han sumido a las Urgencias, son incapaces de cualquier autocrítica y, mucho menos, de asumir su responsabilidad.
  • Mediocridad de aquellos que han convertido la atención en Urgencias, por comodidad o egoísmo, en un sustitutivo de su médico de cabera, de todos aquellos que regulan el horario de su asistencia a los servicios de Urgencia en función de acontecimientos deportivos o culturales…
  • Mediocridad de los (ir)responsables políticos, de todo color, que son capaces de sostener medidas sensatas de control como el copago cuando redactan documentos y que, sin embargo, lo niegan públicamente por un bastardo cálculo político. Ejemplos como el del diputado Freire y sus 166 propuestas de regeneración de la Sanidad Pública con AES o del renombrado ex-consejero Bengoa y “su” Informe Abril son claros ejemplos de la hipocresía imperante.
  • Mediocridad de todas aquellas sociedades científicas (SEMFyC, SEMI, SEMERGEN, SEMICYUC,…) que, guiándose sólo por su particular interés, se han opuesto siempre a la creación de una verdadera especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias, y prefieren la actual situación de caos y descontrol antes que ceder un ápice de lo que suponen “su capacidad de influencia”.

Pero muy por encima de todos ellos están las heroínas, y los héroes, como los descritos por @BeatrizSatu, que cada día dan lo mejor de sí mismas, inasequibles al desaliento y a la tentación constante de dar un portazo a toda esta mediocridad. Están todos esos médicos, a los que debemos agradecimiento eterno, que se resisten a dejarse vencer por esta recua de interesados y que, aunque juran cada vez que abandonan la Urgencia que no van a volver, al día siguiente están de nuevo dispuestos a recomenzar y dar lo mejor de sí mismos por algo en lo que, a diferencia de otros, verdaderamente creen.

«Conoces lo que tu vocación pesa en ti. Y si la traicionas, es a ti a quien desfiguras; pero sabes que tu verdad se hará lentamente, porque es nacimiento de árbol y no hallazgo de una fórmula»

Antoine De Saint Exupery, escritor y aviador francés (1900-1944)

 

Sepulcros blanqueados en la Sanidad Pública…

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La expresión «sepulcros blanqueados» es una metáfora que emplea Jesús en el Evangelio de San Mateo para comparar a los fariseos con sepulcros blanqueados, relucientes por fuera, pero llenos de podredumbre repugnante y vomitiva en su interior. Esta metáfora se sigue empleando para tachar a alguien de hipócrita, farsante, fariseo, inconsecuente con sus ideas, alguien que predica una cosa y hace la contraria,…

Desgraciadamente, esta figura también existe en nuestra Sanidad Pública. En los últimos meses han quedado claras distintas posturas de enfrentarse a los cambios que la maltrecha Sanidad Pública reclama.

Por un lado, la postura del Gobierno de la CAM, con su presidente Ignacio González al frente con los distintos y peculiares Consejeros de Sanidad que ha tenido a bien obsequiarnos, es bien conocida en su ambición de privatizar, como sea, la gestión de los hospitales públicos. Tan convencido está de ello que la CAM cuenta, hoy en día, con 4 hospitales públicos gestionados por 2 empresas privadas. Y eso que su intención inicial de privatizar la gestión de otros 6 centros no se llegó a concretar. (Lo cual no quiere decir que no lo pueda conseguir más adelante, dada la judicialización del proceso, que deja a merced de un sutil cambio en cualquier equilibrio de poderes en el ámbito judicial la posibilidad de que, al igual que fue suspendida una vez, pueda ser reactivada otra).

En el otro extremo, la sin par Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP). Más de 30 años defendiendo la Sanidad Pública. En concreto, su modelo de Sanidad Pública. Un modelo caduco que se ha mostrado ya agotado, pero que sus defensores están dispuestos a mantener con entrañable contumacia, impenetrables a cualquier posibilidad de cambio, ni siquiera en la mejor tradición gatopardiana de “cambiarlo todo para que nada cambie”. Antes bien, cayendo en absurdas teorías conspiranoicas que no hacen más que reafirmar la necesidad de superar este modelo y cambiar si queremos mantener nuestra Sanidad Pública.

A nadie se le oculta que en ninguno de estos dos extremos vamos a encontrar las bases para construir el cambio que se necesita. Aunque hay que agradecerles, al menos, que mantengan firmes y claras sus posturas, sin añagazas ni medias tintas. Sin embargo, entre ambas posturas antagónicas, que en su cerrazón son más parecidas de lo que inicialmente podría suponerse, existe una amplio campo donde poder desarrollar cambios y mejoras en la Sanidad Pública. Y es aquí donde cobra protagonismo la figura de los “sepulcros blanqueados”. Infinidad de documentos se han publicado planteando estrategias de cambio para nuestro sistema público de salud, pero como ejemplo basten 2 de ellos.

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Por un lado, el Informe Abril, que fue el primer gran intento de reforma para mejorar y garantizar la supervivencia de nuestro sistema público de salud. Así llamado por estar presidida la comisión encargada de su redacción por Fernando Abril Martorell, continúa siendo, a día de hoy, un documento fundamental para entender las complejidades de nuestro sistema y las posibilidades para reformarlo. Contrariamente a lo que ahora se estila, el Informe contó con la participación de numerosos profesionales, muchos de ellos de enorme prestigio, y con todo tipo de ideología, sin exclusión de ninguno por la misma (algo, desgraciadamente, impensable hoy). El Informe Abril, pese a estar redactado en 1991, conserva aún plena su vigencia e interés, y podría convertirse en un excelente punto de partida para abordar, de una vez por todas, una reforma seria y en profundidad de la Sanidad Pública.

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Por otra parte, hace apenas unos meses se publicó en la web de la Asociación de Economía de la Salud (AES, http://www.aes.es) en forma de capítulos, las conclusiones del documento “Sistema Nacional de Salud: diagnóstico y propuestas de avance” que plantea 166 reformas para la mejora del sistema público de salud. Este documento ha sido elaborado por un grupo de expertos en Salud Pública procedentes de distintos ámbitos y recoge las propuestas de actuación que, a su juicio, debieran llevarse para garantizar la sostenibilidad y el desarrollo futuro de nuestra Sanidad Pública.

Con sus diferencias, y aunque los separan más de 20 años, ambos documentos coinciden en una serie de aspectos críticos para afrontar con garantías un cambio que garantice la supervivencia de la Sanidad Pública. Ambos hacen hincapié en las ideas de autocrítica como punto de partida, en reconocer la existencia de “bolsas de ineficiencia”, en la necesidad de una profesionalización de la gestión y en la reivindicación de la meritocracia como patrón para la evaluación de la actividad y la gestión de los recursos humanos. Además, analizan sin sectarismos ni prejuicios aspectos tan relevantes como la retribución variable, las medidas de copago, la posibilidad de valorar la colaboración público-privada en la Sanidad Pública o la redefinición de la Cartera de Servicios y el concepto de “todo para todos y gratis”. Coincidiendo o discrepando, en mucho o en poco, no cabe duda de que pudieran ser un buen punto de partida para afrontar, de manera sensata, el problema de la supervivencia de la Sanidad Pública. Y alejados, aunque fuera por una vez, de los maniqueísmos que son norma en cuanto se sugiere cualquier alternativa original y valiente.

Por todo ello, resulta aún más llamativo que dos de los principales responsables de ambos documentos, Rafael Bengoa del Informe Abril y José Manuel Freire del informe de AES, mantengan ahora, tanto en las apariciones televisivas del uno (ungido, además, por su experiencia estadounidense, lo que no deja de ser llamativo en un país tan anti americano como el nuestro, al menos de boquilla…), como en la actividad parlamentaria del otro, discursos que parecen contradecir lo que, negro sobre blanco, habían plasmado anteriormente. Quien sabe si será que se arrepienten de ello, aunque no parece que nadie les haya preguntado sobre el particular, que lo hicieron forzados por oscuros intereses o que, simplemente, son firmes seguidores de Marshall McLuha y su conocido aforismo de “el medio es el mensaje” y consideren que es más relevante no lo que dicen sino el donde y como lo dicen, y sepan bien que la inmensa mayoría de los receptores se van a quedar con el titular sin profundizar en sus escritos. Se podría decir que ambos, aunque no son los únicos, se comportan de manera inconsecuente en función de donde y a quien se dirijan, que son, en definitiva, “sepulcros blanqueados”

Si despreciables en su cerrazón son las posturas extremas tanto del Gobierno de la CAM como de la FADSP, más decepcionantes son para todos los que creemos y tenemos ilusión en un cambio necesario para avanzar la indefinición tibia de quien no quiere (o no se atreve, o no le dejan…) defender públicamente lo que, en otros ámbitos han considerado adecuado y necesario. Con ejemplos como estos, el futuro de la Sanidad Pública es, cada día que pasa, más incierto y preocupante.

«No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto»

Aristóteles, filósofo griego (384 a.C.-322 a.C.) 

Solidarios a la violeta…

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En el siglo XVIII el escritor español José de Cadalso y Vázquez de Andrade (1741-1782) publicó la obra <<Los eruditos a la violeta, o curso completo de todas las ciencias dividido en siete lecciones para los siete días de la semana. Publícase en obsequio de los que pretenden saber mucho estudiando poco>>, en la que ridiculizaba un tipo de educación entonces frecuente en España, la erudición meramente superficial que se pretendía hacer pasar como un vasto, amplio y sesudo conocimiento de cualquier tema que se debatiera. La mención a la violeta hacía referencia a que era uno de los perfumes preferidos por los jóvenes que eran los más dados a este tipo de erudición. Desde entonces, la expresión “eruditos a la violeta” retrata a todos aquellos que a pesar de aparentar gran cultura, sólo tienen un barniz superficial de la misma, pero que compensan con su gran afectación, cursileria y pomposidad en sus manifestaciones.

Esta misma semana, dos noticias diferentes reflejan, de una manera llamativa, un concepto que, al hilo de la obra de Cadalso, pudiera muy bien denominarse de “solidarios a la violeta”, entendiendo por tales a aquellas personas aparentemente cultas, que hacen gala de un espíritu abierto, tolerante, integrador y siempre preocupado por el que sufre y el necesitado, pero que ante la tesitura de tener que compartir alguno de los beneficios de que disfruta, merecida o coyunturalmente, se vuelve egoísta olvidando todos los principios de solidaridad entre los hombres de los que gusta presumir y adornarse.

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Por un lado, se ha conocido recientemente el Plan Parcial de Reforma Interior del ámbito Mahou-Vicente Calderón, que contempla la construcción de dos rascacielos gemelos de 36 pisos en los terrenos del estadio rojiblanco y de un total de 8 edificios para viviendas residenciales donde estaba la cervecera. En cuanto se ha conocido esta propuesta han surgido las Asociaciones de Vecinos que, como no podía ser de otro modo, se oponen frontalmente a esta actuación. Lo llamativo en este caso son los argumentos esgrimidos en su oposición. Todos ellos, alejados de lo que podría suponerse como un principio de solidaridad inherente a cualquier asociación vecinal, y más cercanos a los planteamientos proteccionistas del más rancio clasismo. Se quejan los vecinos de que la gente del barrio no querría vivir en las nuevas viviendas que se edificaran, y que “los únicos destinatarios de estos pisos serían inversores extranjeros o especuladores”. Además, el otro pilar en el que fundamentan su oposición estas asociaciones es que el aumento vecinal acarrearía un inmediato aumento en la utilización de los servicios públicos con los que cuenta el barrio -centros deportivos, Metro, escuelas, centros de salud…- que podría conducir a una saturación indeseable. De manera que favorecer la incorporación de nuevos vecinos al barrio se ve como una amenaza, tanto porque llegaría gente que no pertenece a su barrio como porque tendrían que compartir servicios públicos con otros. Lo mío para mi y los demás que se busquen su vida. Todo muy solidario…

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Por otra parte, el traslado a España desde Liberia de un ciudadano español, Miguel Pajares, enfermo tras contraer el virus de Ébola, ha desatado una polémica llamativa. Dejando aparte la tradicional manera de trabajar de las autoridades sanitarias españolas, moviéndose continuamente entre la chapuza y la improvisación, y sonrojando de nuevo ante el mundo a cualquiera de los trabajadores españoles que se empeña, a pesar del Gobierno, en demostrar que en España se sabe, puede y hacen bien muchas cosas, choca la oposición furibunda que este traslado a concitado en distintos ámbitos. (Mención aparte merece la nefasta gestión de quien decidió hace unos meses desmantelar el área específica habilitada en el Hospital Carlos III de Madrid y que ahora hay que reinstalar a toda prisa… Sería deseable que, una vez solucionada esta crisis, rodaran las cabezas de los responsables, pero probablemente eso es mucho pedir…) Desde que se conoció la noticia no han dejado de alzarse voces, muchas de ellas sin ningún fundamento científico, en contra del traslado aduciendo el riesgo de contagio. Es decir, parece que la solidaridad con un compatriota enfermo, que trabajaba dedicado precisamente a tender a todos esas personas muchas veces ignoradas, tiene el límite del miedo a que su enfermedad nos pudiera afectar al resto. Y como ese riesgo existe, mejor que se quede en África, donde sus opciones de curación son prácticamente nulas, antes de que venga a su país, donde la atención y las posibilidades de curación son notablemente mejores. Los mismos que claman contra la instalación de vallas y cercas en las fronteras de Ceuta y Melilla para impedir la entrada de inmigrantes africanos, y que exigen una política de “puertas abiertas” y “asilo para todos” aduciendo la situación de pobreza y precariedad en todos los aspectos de las personas procedentes de África, son los que ahora están en contra de repatriar un enfermo para que pueda tener alguna opción más de sobrevivir. ¿Dónde queda el tan cacareado principio intocable de “sanidad universal”? Muy solidario todo…

En definitiva, debe ser que la solidaridad es un concepto “discutido y discutible” y que algunos la portan a modo de una tintura superficial pero que en cuanto se escarba un poco y que hay que demostrar la voluntad de ayudar y compartir, sale a relucir el egoísmo de lo propio. Lo dicho, solidarios a la violeta…

«Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza»
Marco Aurelio, emperador de Roma (121-180)