¿Existió la radioterapia en la antigüedad? Los monumentos megalíticos de la Edad de Bronce

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Las edificaciones megalíticas celtas, como Stonehenge, continúan siendo uno de los grandes misterios de la arquitectura humana. El por qué de su construcción, su utilidad real o su significado religioso constituyen un reto permanente para arqueólogos de todas las épocas. Este gran monumento de finales del neolítico (~3100-2500 a. C) esta construido con grandes bloques de arenisca y arenisca azul (bluestone), ricas en cuarzo y feldespato, arenisca micácea y pequeños bloques de granito que se disponen en forma de círculos concéntricos con un altar central de significado y utilidad inciertas. Se ha especulado con que podría estar en relación con prácticas religiosas, con enterramientos rituales o, incluso, tratarse de un observatorio astronómico. Pero en 2008 los arqueólogos británicos Tim Darvill y Geoffrey Wainwright sugirieron la hipótesis de que Stonehenge fuese, en realidad, un antiguo lugar de peregrinaje y sanación, una suerte de “Lourdes” del Neolítico y que hasta allí se desplazaban los enfermos para curarse. Esta idea se sustenta en parte por los hallazgos en los enterramientos allí realizados de huesos con traumatismos y deformidades o de cráneos con indicios de haber sido trepanados. Además, el análisis de estos restos ha revelado que el origen de muchos de estos cuerpos allí enterrados no pertenecía al área geográfica de Stonehenge. Las propiedades curativas atribuidas a Stonehenge se transmitieron a lo largo de los siglos en la cultura popular. Así, el reconocido poeta británico del s. XIII Layamon (o Laghamon) escribió acerca de Stonehenge:

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De acuerdo al trabajo de los dos investigadores citados, la clave en las propiedades sanatorias de Stonehenge estaría en su círculo más interno, el formado por las “piedras azules” (bluestones), que serían utilizadas bien como amuletos que se portaban en contacto con la piel o bien tras ponerlas en contacto con el agua y usando esta misma que adquiría sus propiedades curativas. Lo que llama la atención de estas piedras azules, que pesan entre 3 y 6 toneladas cada una, es que son rocas ígneas (principalmente doleritas y riolitas volcánicas) que solamente se encuentran en cantidad suficiente en Preseli Hills, en Gales, a más de 250 Km. de su emplazamiento final en Wiltishire, en el sur de Inglaterra, y que debieron ser trasladadas con enorme esfuerzo hasta su emplazamiento definitivo teniendo en cuenta los medios de la época.

Pero si interesante parece la historia de Stonehenge, sin duda lo es más la de otro monumento megalítico de la Edad de Bronce, Mên-an-Tol («piedra agujereada» en la lengua de Cornualles) localizado en los páramos del norte de Madron, en Cornwall, Reino Unido. Mên-an-Tol consta de tres piedras de granito verticales: una piedra redonda con su centro agujereado junto con dos piedras verticales pequeñas a cada lado, por delante y por detrás del agujero. Su antigüedad es incierta, pero por lo general se le asigna a la Edad de Bronce. De acuerdo a la tradición, esta piedra tiene la reputación de curar y vigorizar a las personas que pasan a través de ella. Se conoce de la realización de rituales tradicionales en que participaban niños desnudos que pasaban tres veces a través de la piedra agujereada arrastrándose posteriormente a lo largo de la hierba tres veces en dirección este. Este ritual se creía que podía curar la escrófula (una forma de tuberculosis) y el raquitismo. Igualmente, los adultos que buscaban alivio del reumatismo, de problemas de la columna vertebral o incluso de la malaria, debían arrastrarse a través del agujero nueve veces contra el sol. [Francis Jones, The Holy Wells of Wales, Univ of Wales Press, Cardiff, 1954] Durante siglos, estas tradiciones se han mantenido y han sido innumerables los enfermos que han buscado su cura en Mên-an-Tol. [Evans-Wentz, W. Y. (1911), The Fairy-Faith in Celtic Countries, London: H. Frowde (Reprinted 1981 by Colin Smythe)] El arqueólogo Paul Devereux demostró que los niveles de radiación alrededor de los bordes interiores del agujero son aproximadamente el doble de los niveles de la radiación de fondo del entorno. [The Sacred Place: The Ancient Origin of Holy and Mystical Sites. Paul Deveraux, Cassell Illustrated 2000]

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Monumentos similares, consistentes en grandes rocas agujereadas, se han localizado en otros muchos puntos del planeta. En Michinhampton, en el condado de Gloucestershire (Reino Unido), se encuentra la conocida como Long Stone. Esta losa de piedra caliza tiene dos agujeros y, de acuerdo al folclore popular, las madres pasaban a sus hijos a través del mayor de los mismos para curarlos de la tos ferina, la viruela, el raquitismo y “otras enfermedades infantiles”. Una práctica similar se realizaba en Tolvan Stone, también en Cornwall. Aquí la ceremonia involucraba el paso del niño nueve veces a través del agujero, alternativamente de un lado a otro. En Irlanda se encuentra Tobernaveen Holed Stone, una losa de granito que se eleva 2 m por encima del suelo, y probablemente se extiende bastante más debajo de la tierra y que se han mantenido en posición vertical durante siglos Presenta una abertura de aproximadamente 1 m por 75 cm. Se cree que en tiempos se utilizaba para la realización de ritos paganos. Según la tradición popular, los niños que sufrían de sarampión u otras enfermedades infantiles buscaban su curación pasando través del orificio de la losa. [W.G. Wood-Martin, Traces of the Elder Faiths of Ireland, 1902]

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Construcciones similares se han encontrado en los Países Bajos (Hunebedden), Rusia, Estados Unidos (Burnt Hill Site-Western Massachusetts; Mystery Hill, North Salem, New Hampshire), India (Chokahatu) o en el norte de Ghana (Tonna’ab)

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La existencia de estos monumentos, así como la leyenda de sus propiedades curativas transmitida a lo largo de los tiempos, apoya la hipótesis del conocimiento que nuestros antepasados tenían del efecto beneficioso de la irradiación a dosis bajas. Este concepto, ahora conocido como “hormesis por radiación” ya ha sido comentado en anteriores entradas de este blog (ver “Hormesis y Radioterapia (I): ¿Una Hipótesis a Valorar?”, “Hormesis y Radioterapia (II): Evidencias Clínicas y Epidemiológicas” y “Hormesis y Radioterapia (III): Mecanismos Radiobiológicos y Perspectivas Futuras”). En los últimos años, la hormesis por radiación ha generado un renovado interés, y el Modelo Hermético se contrapone actualmente al tradicional Modelo Lineal sin Umbral (LNT, Linear No-Threshold), vigente desde los años 50.

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La hormesis hace referencia a los efectos beneficiosos para la salud que se asocian con la irradiación a dosis bajas, y suponen una suerte de radioterapia primitiva. La relación con los monumentos megalíticos de la Edad de Bronce vendría determinada por la radiactividad asociada a los minerales con los que están edificados. La tabla recoge las emisiones de Uranio-238 y Torio-232 que emiten distintas rocas y minerales y que constituirían la base física que explica los fenómenos de hormesis.

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Estos hechos refuerzan la idea de que nuestros antepasados conocían, ya en la Edad de Bronce, los efectos de la radiación sobre el organismo, aunque no pudieran explicarla. Y de la posibilidad de su empleo para el tratamiento de distintas enfermedades. Y, quizás, sí existió la radioterapia en la antigüedad…

De cómo perdimos un gran psicooncólogo (@CarlosG_Miranda) pero ganamos un enorme escritor (#Enlazados)

Este pasado viernes día 26 de abril se presento en la Fnac de Madrid “Enlazados”, la primera novela (distópica) de Carlos García Miranda. Muchos, sin duda, conocéis ya al autor, pero otros muchos lo reconocerán inmediatamente si os digo que es uno de los principales guionistas de series de televisión como “El Internado”, “Los Protegidos” o la próxima (y seguro que exitosa), “Vivo Cantando”. El tremendo éxito alcanzado por las mismas, ya justificaría por si solo dedicar un tiempo a la lectura de este libro. La novela presenta un entorno futuro en una sociedad tremendamente mercantilizada y competitiva, gobernada por grandes corporaciones y que representa metáfora muy certera de la realidad actual y hacia donde nos dirigimos. La deshumanización alcanzada es tal que los mejores de cada generación deben competir a muerte para que el espectáculo continúe. Es fácil reconocer las influencias de la trilogía de los “Juegos del Hambre” de Suzanne Collins como del “Matrix” de los hermanos Andy y Lana Wachowski , pero también de “La Larga Marcha” de Richard Bachman (a.k.a. Stephen King), así como las referencias al “Gran Hermano” de George Orwell o el “Multivac” de Isaac Asimov. Los que como yo disfrutéis con la ciencia ficción, con la obra de escritores coma Arthur C. Clarke, Orson Scott Card, Ray Bradbury, Philip K. Dick, Ursula K. Le Guin…, o con los premios Hugo y Nebula, sin duda también lo haréis con “Enlazados”. Ni soy crítico literario ni lo pretendo, así que los análisis sesudos sobre la calidad de la obra se lo dejaré a los expertos, pero si he de decir que a mí me ha gustado. He disfrutado con el ritmo y originalidad de la trama (¡incluidos los guiños insertos!), que te engancha de principio a fin, que te obliga a leerla con avidez y que te deja un poso de satisfacción y esperanza cuando finalizas su lectura.

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Pero no es del Carlos guionista o del Carlos escritor del que me gustaría hablar, sino de su etapa anterior. Etapa esta que, como todas las fases de la vida, sin duda le ha marcado y ayudado a ser hoy como es. Conocí a Carlos hace ya muchos años, cuando coincidimos trabajando juntos, él como psicólogo y yo como oncólogo en el mismo Servicio del mismo Hospital. Desde el primer momento me gustó el enorme interés que ponía en todo lo que hacía, su sólida formación y su esfuerzo constante en un área que exige tanto como la psicooncología. Compartimos muchas vivencias, buenas y malas, relacionadas con el entorno del hospital y con todo lo que el tratamiento de las personas con cáncer conlleva. Y también compartimos excelentes momentos fuera del hospital como aquel congreso de Cádiz en 2005… A Carlos le estaré siempre agradecido, en primer lugar por todo lo bueno que hizo por nuestros pacientes, que fue mucho, pero también por todo lo que me enseñó acerca de como enfrentarme a todos esos miedos y necesidades que envuelven a los pacientes con cáncer, y que muchas veces llegan a afectar también a los que los tratamos. Tan solo esa mediocridad tan española en la clase dirigente, incapaz de detectar necesidades y posibles soluciones con suficiente antelación, y el cortoplacismo imperante en la administración pública impidieron que Carlos pudiese desarrollar una extraordinaria labor en el campo de la psicooncología. Eso que ganó la escritura, pero que perdimos los oncólogos.

Finalmente, y en el terreno personal, siempre agradeceré a Carlos que cuando he necesitado su ayuda o su consejo ante un caso particularmente difícil, ha estado siempre allí, aunque no se dedicara ya a la psicooncología, dispuesto ayudarme de todas las maneras. Y eso no se olvida nunca.

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