Han pasado ya 7 meses desde que la Consejería de Sanidad de la CAM anunciara su intención de privatizar la gestión de 6 Hospitales públicos y varios Centros de Salud. Desde entonces, se han sucedido las protestas y manifestaciones en contra de tal medida desde diferentes colectivos incluyendo a los médicos que trabajamos en la Sanidad Pública. En una anterior entrada en este blog expresé mi decepción con varios aspectos del planteamiento que los médicos estábamos haciendo de esta situación. Y varios meses después, esta sensación particular no ha remitido. Creo que ahora es un buen momento de hacer una reflexión serena acerca de cómo hemos planteado estas reivindicaciones y con que objetivos, porque son aún bastantes los aspectos que están poco claros:
- El comportamiento de la Consejería, del Consejero y de sus Directores y Subdirectores ha sido y es (y continuará siendo) deleznable. Pero nada que no esperáramos de individuos cuyo único aval para desempeñar su cargo es ser serviles y tener un carnet de un partido, valga la redundancia. Por si mismos, ya justificarían totalmente un cambio de criterio hacia la profesionalización, meritocracia y laboralización del funcionariado.
- Hemos criticado extensamente la intención de la Consejería de Sanidad, pero la autocrítica ha brillado por su ausencia. Se ha fomentado una postura maniquea de la situación, según la cual todo lo que venga de la Consejería es malo y, por lógica contraprestación, todo lo que sale del colectivo médico es bueno, cuando no inmejorable. Y eso no es cierto. Todos conocemos donde está la mediocridad del sistema, que se hace mal, quien lo hace y como lo hace, en ocasiones desde hace mucho tiempo. Y hemos sido incapaces de poner el dedo en la llaga y empezar la limpieza del sistema desde dentro, denunciando y tratando de eliminar esas bolsas de ineficiencia que todos conocemos.
- Según avanza el tiempo, crece la creencia en muchos de nosotros en que lo que se pretende es, fundamentalmente, mantener el statu quo tradicional en la Sanidad Pública. Parece que es importante mantener modelos de gestión arcaicos que consagran vicios ancestrales en nuestra profesión: burocracia, gerontocracia, discriminación, nepotismo… Pocas son las voces que se han alzado realmente contra ellos, y que hayan reclamado devolver a los médicos, a todos los médicos, la dignidad en la profesión que hemos ido perdiendo en todos estos años, con la creación de un sistema de castas prácticamente impermeables, que dividen a los médicos en función de su contrato, entre los poseedores de una plaza por un lado y los interinos y eventuales por otro, consintiendo y aceptando situaciones lamentables de discriminación laboral y económica.
- Cuando se hacen públicos los pliegos de condiciones para la privatización elaborados por la Consejería de Sanidad, lo primero que llama poderosamente la atención es la diferencia de trato que se establece para el personal con plaza fija, al que se le garantizan todo tipo de alternativas a elegir, a cual más favorable a sus intereses, y el trato reservado para el personal eventual, que queda a merced de la voluntad particular de las empresas concesionarias. Cuando se haga efectivo el plan de la Consejería, cientos de médicos, excelentes profesionales muchos, se verán abocados a contratos aún más miserables que los actuales, cuando directamente a la cola del INEM, y habrá que ver entonces si nuestros compañeros con plaza fija se movilizan con igual intensidad o, como viene siendo norma habitual en el SERMAS, achacarán la responsabilidad a la administración escudándose en ella. ¿Exagerado?, tan solo basta comprobar el comportamiento de muchos estos últimos años ante la proliferación de eventuales perpetuos y de la situación de discriminación a la que están sometidos.
- Los médicos hemos sido incapaces de plantear alternativas creíbles y realizables al plan de la Consejería. Alternativas que supongan una reforma total del sistema y que beneficien a todos, médicos y pacientes. Alternativas que apuesten sinceramente por la profesionalización y la meritocracia en la gestión y el desempeño diario de nuestra labor. Al inicio de la movilización surgió el colectivo de “los 600 Jefes de Servicio” que parecían tener la fórmula para la solución de todos los problemas. Huelga decir lo peregrino de muchas de sus propuestas, en qué quedaron y cual ha sido su comportamiento posterior. Simplemente, desaparecieron. Los motivos, más adelante…
- Nos hemos permitido la osadía de aventar la idea de que la “calidad de la atención” es significativamente peor en los hospitales con gestión privada. Y de poner en tela de juicio la valía de muchos de nuestros compañeros que en ellos trabajan, y que en no pocas ocasiones superan la que ofrecemos en la llamada Sanidad Pública. Y todo ello sin querer ser conscientes de que muchos somos en buena medida responsables de la formación de los médicos que en esos otros hospitales trabajan, que les hemos enseñado lo bueno y lo malo, y que transmiten nuestra capacidad para la docencia allá donde van.
- No hemos sido capaces de plantear alternativas razonables, pero hemos encumbrado a personajes como Rafael Bengoa, antiguo Consejero de Sanidad del País Vasco y que recientemente ha sido comisionado por el Gobierno de EE.UU. como asesor para su propia reforma sanitaria. Sus apariciones continuadas en televisión y sus opiniones contrarias a los planes de la CAM lo han convertido en referente para muchos de los que se oponen al plan privatizado, olvidando quizás su papel relevante en la elaboración del llamado Informe Abril en 1991. Es interesante recordar que dicho plan contemplaba medidas como la profesionalización de la gestión clínica, separándola de la actividad médica profesional, la consideración de la meritocracia como argumento prioritario para evaluar la actividad médica, que planteaba el cambio de régimen laboral de los trabajadores apostando por un modelo de laboralización, que introducía la posibilidad del copago por parte de los pacientes y sugería la colaboración público-privada para fomentar la competitividad y aumentar la calidad de la atención. Es sorprendente que medidas que se consideraban necesarias hace más de 20 años para garantizar la continuidad del sistema de Sanidad Pública no se consideren necesarias hoy. ¿Por qué?
- Y para contribuir aún más a esta ceremonia de la confusión, en el último mes toda la discusión ha estado centrada en reclamar contra la aplicación de la ley. De una ley que contempla la jubilación obligatoria de los trabajadores del sistema público al cumplir los 65 años y que si bien es cierto que contempla la posibilidad de prolongar la actividad profesional hasta los 70 años, esto no deja de ser una opción y nunca una obligación. Infinidad de voces se han alzado contra esta medida olvidando que mientras los médicos jubilados ya han cumplido su carrera y pueden disfrutar de su retiro con su merecida pensión, cientos de médicos residentes recién terminados o de adjuntos jóvenes son contratados de manera vergonzosa, con contratos eventuales perennes o al 50 ó 75% de actividad, o directamente pasan a engrosar las listas del paro. Sin ninguna pensión. Cuando escuchamos clamar a todos los que se oponen a las jubilaciones, da la impresión de estar ante cientos de médicos que superan con creces en saber y capacidades a Marañón, Trueta o Jiménez-Díaz. Y ésta no es, desgraciadamente, la realidad. Cuando se alude a la capacidad de docencia y de formar a otros médicos, se olvida que esta labor ya la hacemos a lo largo de toda nuestra carrera, y que nuestros discípulos aprenden de nuestros aciertos, y también de nuestros errores, a diario. Y que no hay que esperar a los 65 años para poder enseñar el arte de la Medicina a otros.
Pero pese a todo, hemos seguido trabajando y dando lo mejor que tenemos por nuestros pacientes y nuestra profesión. Y cada vez somos más los que estamos convencidos que la única manera de salir de este pozo es apostar por nosotros mismos, por la profesionalización, la meritocracia y muy posiblemente una necesaria laboralización del personal. Y esta es, posiblemente, la única esperanza que nos queda.
«Well, let’s not start sucking each other’s dicks quite yet.»
Winston Wolfe “Mr. Wolf”
Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994)