Montes de Piedad: las últimas víctimas de la infamia política…

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Esta semana se ha conocido que el Banco de Santander pasa a hacerse cargo de la gestión de la cuenta de más de 12,5 millones de euros que tiene el Monte de Piedad de Madrid. El motivo no es otro que el abandono»voluntario» de Bankia del tricentenario Monte de Piedad de Madrid, lo que ha obligado a buscar otra entidad que se encargase de su gestión financiera.

Para todos los que han conocido mejores tiempos en la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, no puede ser más triste esta noticia. Pero para comprender un poco mejor la magnitud de la misma, quizás convenga recordar la historia de los Montes de Piedad.

En un ya lejano 3 de diciembre de 1702 un cura turolense, D. Francisco Piquer Rodilla a la sazón capellán de las Descalzas Reales y que pasaría a la historia como el padre Piquer, fundó el Monte de Piedad de Madrid con la finalidad de atender a los más desfavorecidos y luchar contra la práctica de la usura. Con su fórmula, al parecer importada de Italia, a cambio de la entrega en depósito como pequeñas joyas, medallas y otros objetos de valor, las clases populares obtenían dinero, inicialmente sin interés y que, al ser reintegrado, procuraba la devolución del bien empeñado. Una parte del capital para atender las necesidades lo concedía el Rey, mediante una cantidad fija de la renta de Indias, y otra cuota procedía de donaciones y celebraciones religiosas. Este modelo de entidad se extendió rápidamente por toda la metrópoli y las colonias de ultramar. En 1836 los Montes de Piedad comenzaron a cobrar un pequeño interés por los préstamos concedidos para garantizar la viabilidad económica de los mismos, pero es pocos años después cuando se produce el cambio que habría de ser trascendental para las entidades de crédito en España. En 1839, alentada por Ramón de Mesonero Romanos, la Matritense de Amigos del País y el marqués de Pontejos, nació la Caja de Ahorros de Madrid, que treinta años después confluyó con el Monte para crear la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, primera caja de ahorros española por fecha de nacimiento y emblema de una parte fundamental de la arquitectura financiera española durante casi 150 años, hasta que la avaricia y ambición desmedida de la escoria política que sufre nuestro país desde hace años acabaran con ellas.

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Durante gran parte de su historia, las Cajas de Ahorro se dedicaron únicamente al fomento del ahorro mediante la captación de depósitos, por los que pagaban unos intereses, y a efectuar préstamos sobre el monto del depósito, pero no financieros. A mediados del siglo XX, La Ley de Bases de Ordenación del Crédito y de la Banca de 14 de abril de 1962 obligaba a las Cajas a destinar parte de sus inversiones a préstamos de carácter social dirigidos a los sectores más necesitados, como agricultores, modestos ahorradores, autónomos y pequeñas y medianas empresas así como a dotar de fondos suficientes que para su mantenimiento requerían los Montes de Piedad, rasgo distintivo de estas entidades de ahorro. La actividad de los Montes de Piedad ha consistido siempre en atender la concesión de un préstamo en función de la prenda que el solicitante deja como garantía, joyas u obras de arte normalmente. Esta actividad no perseguía el lucro de la entidad, sino que más bien preservaba el espíritu de lucha contra la exclusión social y financiera con que nacieron las cajas de ahorros, siendo incluso una actividad más gravosa que beneficiosa, pues resulta cara y el interés que se aplica (con el que se cubren los gastos del servicio) es bastante bajo. El principal beneficio para las cajas sería la fidelización del cliente. Según algunos responsables del negocio un 80% de los usuarios de los Montes son clientes habituales de la entidad.

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La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid ha sido, en sus más de 300 años de historia, el mejor ejemplo del éxito de este modelo, hasta que políticos y sindicalistas de todo pelaje decidieron acabar con él en su propio beneficio. Hasta finales del siglo XX, la Caja se caracterizó por atender esencialmente las demandas financieras de sus pequeños ahorradores particulares. El modelo de gestión de las Cajas se caracterizaba entonces por la coexistencia de un presidente poco ejecutivo, con funciones más representativas y de protocolo, y un director general fuerte, generalmente un profesional de gran valía, sin ataduras políticas y con amplios conocimientos de la entidad y de lo que las Cajas de Ahorro representaban en el sistema financiero español. En la década de los setenta la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid inició la modernización de la entidad de la mano de su Director General, D. Mateo Ruíz de Oriol, quien impulsó el desarrollo de nuevos productos y la informatización de su funcionamiento. En al década de los 80, CajaMadrid era ya, en materia , la segunda Caja de España tras La Caixa, con 437 sucursales y 4.900 empleados, y la novena en la lista de entidades financieras, entre el Banco Popular y el Exterior de España, habiéndose convertido en una entidad rentable, discreta, eficaz y dominante. En la década de los 90, y tras la jubilación de D. Mateo Ruiz de Oriol, asumió la dirección general de CajaMadrid su segundo y Director General Adjunto, D. Ángel Montero Pérez, profesional a quien avalaban más de 35 años de experiencia en la Caja, y que acometió de manera exitosa la expansión territorial de la entidad. Sin embargo, en esta época la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid ya estaba herida de muerte. La aprobación de la Ley 31/1985, de 2 de agosto, de Regulación de las Normas Básicas sobre Órganos Rectores de las Cajas de Ahorros (LORCA) abrió las puertas de las Cajas a la invasión inicial y posterior manipulación llevada a cabo por sindicalistas y políticos sin escrúpulos que vieron en las mismas la panacea para financiar cualquiera de sus peregrinas y electoralistas propuestas, sin tener que dar ningún tipo de explicación (¡quien no recuerda tristes ejemplos como Canal 10, Canal +, minería leonesa,…!). El primer presidente nombrado tras la publicación de la LORCA en CajaMadrid, a propuesta del PSOE, fue Jaime Terceiro, quien si bien inicialmente aparentó respetar los criterios de profesionalidad con los que había sido dirigida la Caja durante años, enseguida demostró su gusto por un excesivo presidencialismo que le llevó a adquirir, en contra de la tradición en las Cajas de Ahorro, cada vez mayores funciones ejecutivas, ejemplo este que fue imitado en la casi totalidad de Cajas de Ahorro del país. Tras Terceiro, y como consecuencia de los vaivenes políticos, llegaron a la presidencia Miguel Blesa en 1996 y Rodrigo Rato en 2010. Pero para entonces los políticos y sindicalistas ya habían descubierto el filón que significaba manejar las Cajas de Ahorro y sus recursos, y se habían encargado de apartar, de mala manera y para siempre, a los verdaderos profesionales de las Cajas. Su rectitud y saber hacer y el valor que le daban a cada peseta depositada en una cartilla, por modesta que fuera, chocaba con las pretensiones de sus nuevos dueños, tan aficionados éstos a la nueva ingeniería financiera y la asunción de riesgos desmedidos. No hubo ningún reparo en eliminarlos, aún a costa de importantes pensiones, pero ya se sabe que “el dinero público no es de nadie” (Carmen Calvo dixit). Y de aquellos polvos…

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Y pese a tanta mediocridad dirigente, los Montes de Piedad han seguido siendo un puntal clave en la actividad de las Cajas de Ahorro. La disminución del flujo del crédito bancario, desde el estallido de la crisis, ha llevado a cada vez más gente a buscar alternativas. La actividad de los Montes de Piedad de las cajas de ahorros españolas ha experimentado un notable repunte ante las apremiantes necesidades de financiación de las familias. En palabras de Ángel Montero Pérez, Director General de CajaMadrid hasta 1996, “los Montes de Piedad constituyen uno de los ejes fundacionales y evolutivos de las Cajas de Ahorro y tratar de desprenderse de los mismos porque no resulten actualmente rentables es renunciar a una de las más importantes señas de identidad históricas de estas instituciones. Antes bien, hay que ampliar esa potencial cuota de mercado y capitalizar la imagen que todo préstamo social representa” (Montero Pérez, Ángel (1987), “Evolución de los Montes de Piedad en España”, I Congreso Americano de Entidades Pignoraticias, Buenos Aires, pp21-33)

Por todo esto, resulta lamentable el desprecio con el que los actuales gestores, lastrados por la demencial gestión (subiudice en este momento) de sus predecesores, continúan tratando los Montes de Piedad. Desgraciadamente, su comportamiento es tan solo un reflejo de donde nos han conducido los manejos de la escoria política y sindical que se enseñorea en nuestra maltrecha España.

«Sean ustedes testigos de que este real de plata que tengo en la mano y voy a depositar en la cajita ha de ser el principio y fundamento de un Monte de Piedad, que ha de servir para sufragio de las ánimas y socorro de los vivos»
Padre Francisco Piquer, fundador del Monte de Piedad de Madrid (1666-1739)

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Año I: Los Médicos y la Oportunidad (¿perdida?) de un Cambio Necesario

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En el idioma chino, la palabra “crisis” (危机, weiji), se compone de dos ideogramas: Wēi (危) que se traduce como “peligro” o “amenaza” pero también de Jī (simplificado: 机, tradicional: 機) que se puede traducir como “punto crucial” u “oportunidad”. Dicho de otra manera, toda crisis engloba en si misma una oportunidad de ruptura y cambio que puede suponer un avance significativo si se sabe aprovechar adecuadamente.

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Hace poco se ha cumplido un año desde que la Consejería de Sanidad de la CAM anunciara su plan privatizador de 6 Hospitales públicos y varios Centros de Salud, plan que en este momento se encuentra sub iúdice tras la paralización cautelar decretada por un auto del TSJM. La oposición al plan privatizador de la CAM logro inicialmente unirnos en su contra a la casi totalidad de los médicos que trabajamos en la Sanidad Pública madrileña en una gran #mareablanca, pero pasados los primeros momentos una cuestión emerge cada vez con más fuerza: ¿unirnos?, ¿para qué?, ¿para defender a ultranza el actual statu quo?, ¿o para aprovechar realmente la oportunidad que encierra cada crisis y propiciar un más que necesario cambio en el sistema? Desgraciadamente, parece que los médicos hemos concentrado todos nuestros esfuerzos en defender el estado actual del sistema, en “quedarnos como estábamos”,antes que en intentar aprovechar la fuerza generada para cambiar un sistema caduco que pide a gritos un cambio radical para evitar su desaparición, que lamentaríamos tanto nosotros como las generaciones venideras.

Desde un primer momento he mantenido que la raíz del problema de nuestra Sanidad Publica no estaba sólo en las intenciones privatizadoras de la Consejería de Sanidad de la CAM, sino que estas eran más bien las consecuencias de una pésima gestión del modelo de Sanidad Pública. Hace unos meses escribí una entrada en este blog (“Sí se puede pero, ¿queremos?”) acerca de los cambios que, al menos en mi opinión, deberíamos promover si queremos mantener una Sanidad Pública de calidad. Pero, sin embargo, ¿qué hemos hecho durante todo este tiempo?

  • Hemos obviado por completo realizar una imprescindible autocrítica de nuestras actuaciones. No somos capaces de considerar que nuestro sistema exige una labor de limpieza, de eliminación de la mediocridad que lo invade, de acabar con la burocracia que lo atenaza. Que es necesario establecer medidas serias que permitan eliminar el despilfarro, la corrupción o la ineficacia, que existen en el Sanidad Pública aunque muchos prefieran ignorarlo (ellos sabrán por qué…).
  • No hemos sido capaces de presentar alternativas creíbles, más allá de la frustrada intentona del autodenominado “colectivo de los 600 Jefes de Servicio”, y cuyas propuestas, algunas realmente peculiares por decirlo de alguna manera, desaparecieron de la circulación en cuanto éstos notaron el aliento de la “jubilación forzosa a los 65 años” en su nuca. A partir de ese momento, ni una significación, porque ya se sabe que “el que se mueve no sale en la foto” (del 30% de prolongaciones…).
  • Hemos rechazado, muchas veces sin ni siquiera conocerlas en profundidad, opiniones que buscaban ofrecer alternativas y buscar soluciones que permitan la supervivencia y el avance del sistema. Opiniones que han provenido desde múltiples ámbitos, algunas bien intencionadas, otras disparatadas, pero que merecían algo más que el enrocarse en una defensa de un modelo agotado. Y lo peor de todo es que aquellos que han mostrado discrepancias frente a esta defensa numantina han sido tachados en muchas ocasiones poco menos que de “colaboracionistas” o de estar a favor de los planes privatizadores de la Consejería. Y nada más lejos de la realidad.
  • Nos hemos arrojado, posiblemente sin pensarlo demasiado, en brazos de partidos políticos y sindicatos. Y conviene recordar que esos partidos que hoy dicen defendernos en Madrid son los mismos que en otras comunidades autónomas, donde gobiernan, mantienen una situación de deterioro y precariedad en la Sanidad Pública cuanto menos similar a la que aquí dicen combatir. Y que decir de esos sindicatos, que ahora se vanaglorian de defendernos pero que en el año 2006 no tuvieron ningún reparo en contribuir a la discriminación laboral y económica de parte de los médicos de la Sanidad Pública avalando con su firma el actual Modelo de Carrera Profesional. ¿Y en éstos confiamos para solucionar nuestra crisis?
  • Demonizamos actitudes como el “ánimo de lucro”, muchas veces sin conocimiento de lo que significa en realidad y sin ser conscientes de las repercusiones que para otros compañeros que trabajan, y excelentemente en muchos casos, en sistemas distintos de la Sanidad Pública. Han proliferado las opiniones que se han permitido el dudoso lujo de cuestionar tanto la calidad de su trabajo como de sus intenciones, incluyendo a todos por igual en el imaginario saco creado del “ánimo maligno de lucro”.
  • Finalmente hemos cometido el que, a juicio de muchos, es uno de los mayores errores que se puede cometer actualmente en España: hemos judicializado nuestro problema. Fiar todo hoy en día a la decisión de unos jueces es, cuanto menos, arriesgado. Y aún abundando en España jueces honrados, ejemplos de sentencias guiadas por criterios políticos no faltan: GAL, Filesa, Bárcenas, Gómez de Liaño, Garzón, 11-M, Blesa, Malaya, doctrina Parot,… Creemos y defendemos que los jueces nos darán la razón “porque nuestra causa es justa y ellos son honestos”. Y así ha sido mientras han sentenciado en contra de los intereses de la CAM. Eso sí, en cuanto un juez ha tomado una decisión, discutible pero ajustada a la legalidad vigente, que nos parece contraria han surgido infinidad de voces afirmando, sin rubor alguno, la manifiesta parcialidad del juez y sus innegables lazos político-familiares que, sin dudad alguna, “le incapacitan claramente para administrar justicia en este caso”. Este es el concepto de justicia que tenemos en España: cuando nos dan la razón, es porque “es lo justo” y cuando sentencian (o incluso antes) en contra, es porque “prevarican porque están vendidos al poder de turno”. Las últimas declaraciones de la portavoz de AFEM así lo atestiguan: “La justicia debe actuar con responsabilidad y conciencia social…» ¿Y si falla en contra es que es irresponsable y no tiene conciencia social? Con esta concepción de la justicia, ¿dónde queremos ir?

Pero, ¿y si en todo esto existiera la oportunidad que estamos buscando para el cambio?, ¿y si estuviéramos desaprovechando la ocasión para afrontar, de una vez por todas, las reformas que llevan tanto tiempo demorándose?

  • Tenemos la oportunidad de apostar, con la evidencia de los hechos y no sólo con las palabras, por un sistema que verdaderamente prime la meritocracia sobre la gerontocracia o el amiguismo, que se cimente sobre los mejores y saque del sistema a los peores y a los que se aprovechan del sistema en su propio beneficio.
  • Tenemos que defender la profesionalización de la gestión, pero a todos los niveles. No basta sólo con que el Gerente o el Director Médico lo sean y dejen de ser nombramientos “políticos”. También es necesario que lo sean los cargos intermedios, los Jefes de Servicio y de Sección, abandonando el sistema de designación actual basado, muchas veces, en tribunales constituidos “ad hoc” que premian gerontocracia/burocracia sobre auténtica meritocracia.
  • Debemos luchar contra la discriminación laboral y retributiva existente en el actual modelo de Sanidad Pública, que mantiene eventuales contratados de manera cuasi perenne (¡llegando incluso a la perversión de denominarlos “eventuales estructurales”!). Sorprendentemente, surgen ahora voces que claman contra la “doble escala salarial” que podría haberse aplicado en los hospitales privatizados. Sorprendentemente porque algunas proceden de Jefes y ex-Jefes de Servicio o Sección, con muchos años de profesión, y a los cuales nunca se les había escuchado previamente protestar contra es “doble escala” a la que estaba y continúa estando sometida la plantilla con contrato eventual en sus propios Servicios. Será que ahora sí podía considerarse discriminatoria la “doble escala salarial”…
  • Y tenemos la oportunidad de intentar el cambio proponiéndole a la administración medidas reales. Medidas que supongan de verdad una oportunidad de mejorar la Sanidad Pública. Medidas prácticas como las propuestas hace ya más de 20 años en el Informe Abril, por ejemplo. Medidas que incluían favorecer la meritocracia y la retribución por objetivos, la competitividad intercentros, aumentar la profesionalización y responsabilidad en la gestión a todos los niveles (también en los mandos intermedios), introducir mecanismos de copago,… Medidas que sin duda aportarían aire fresco y una nueva ilusión a un sistema tan cerrado como el nuestro actual y que permitirían aumentar la motivación personal, optimizar los recursos públicos y, probablemente y como una consecuencia derivada de las mismas, optimizar la gestión de la Sanidad Pública. Medidas que, por otro lado, ya se aplican en otros modelos de Sanidad Pública como el de los Países Bajos, considerada en 2012 la mejor Sanidad Pública de Europa (ranking en donde España aparece en el puesto 24 de los 34 países analizados…)

Con todo, podría pensarse que tras un año de batalla y #mareablanca, y habiendo parado el primer golpe, los médicos habríamos entendido la necesidad de cambiar y evolucionar para mejorar. Pero pese a todo esto, ¿qué hemos ofrecido los médicos para asegurar la supervivencia de la Sanidad Pública? La última manifestación de quienes dicen representarnos consiste, tan solo, en una Carta a los Médicos Madrileños donde brillan por su ausencia cualquier mínimo atisbo de autocrítica o de propuestas reales para el cambio y la mejora. Pero lo que es cierto que cada vez somos más los médicos que estamos convencidos de la necesidad de reformar todo el sistema desde dentro, cambiándolo radicalmente para que siga siendo lo que siempre ha sido, un referente en la Sanidad Pública, sin necesidad de que empresas ajenas se hagan cargo de la misma. Y que estamos dispuestos a luchar por liberarnos de toda la grasa mediocre que le sobra al sistema y por buscar un futuro común que nos permita poder seguir desarrollando nuestra labor con la máxima calidad, pero también con renovada ilusión en nuestro esfuerzo. Pero es cierto que aún no somos bastantes, y que nos enfrentamos no sólo a unos políticos ignorantes e inútiles, con un desconocimiento tremendo de la realidad, sino también a un sistema gerontocrático y burocrático rígido que se resiste a renunciar a sus privilegios y a modificar, en manera sustancial, su statu quo adquirido, y que intenta, por todos los medios, involucrarnos a la mayoría en su defensa. En nuestras manos esta la oportunidad de aprovechar esta crisis para el cambio…

 “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio”

Octavio Paz (1914 – 1998), poeta, escritor y diplomático mexicano

 

El Informe Abril Revisitado: Profesionalización, Meritocracia y Laboralización

El Informe Abril Revisitado: Profesionalización, Meritocracia y Laboralización.

Más sobre el ánimo de lucro en la Sanidad Pública: Interpretaciones varias de un concepto abstracto

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Más sobre el ánimo de lucro en la Sanidad Pública: Interpretaciones varias de un concepto abstracto.

¡Sí Se Puede! pero, ¿queremos?

¡SI SE PUEDE, PERO NO QUIEREN!

Desde el inicio del conflicto en la Sanidad madrileña entre la Consejería y los profesionales, esta frase se repite sin cesar como un mantra salvífico. Parece reflejar que los médicos estamos dispuestos a cualquier cosa con tal de salvar la Sanidad Pública madrileña, pero que es la montaña de escoria política que nos gobierna la que continuamente hace oídos sordos y no quiere solucionarlo. De acuerdo en parte pero, ¿qué estaríamos, realmente, dispuestos a hacer por defender este sistema en el que muchos decimos, convencidos, que creemos?:

  • ¿Estaríamos los médicos dispuestos a realizar una autocrítica sincera y reconocer que somos también grandes responsables del deterioro de nuestro sistema? Probablemente, no…
  • ¿Estaríamos dispuestos a aceptar la profesionalización de la gestión a todos los niveles?, ¿incluyendo la dirección de los servicios médicos? Probablemente, no…
  • ¿Estaríamos dispuestos los médicos a aceptar la meritocracia como “patrón oro” en nuestras relaciones con el empleador? En otras palabras, ¿aceptaríamos que el que más trabaje y mejor lo haga, más se esfuerce y mejores resultados obtenga, más aporte a la atención sanitaria, docencia e investigación tuviera una mayor remuneración que el que no lo haga, con independencia de su edad o años trabajados? Probablemente, no…
  • ¿Estarían los Jefes de Servicio del SERMAS dispuestos a renunciar a su cargo si existiera otro médico mejor preparado que ellos en su propio Servicio para desempeñar la labor de gestión y dirección del mismo, con independencia de su edad y años trabajados? Probablemente, no…
  • ¿Estaríamos los médicos dispuestos a renunciar a la burocracia y gerontocracia en la contratación de personal y apostar por la laboralización como medio de fomentar el esfuerzo, la competitividad y poder aumentar la calidad de la atención? Probablemente, no…
  • ¿Estaríamos los médicos dispuestos a renunciar, de una vez por todas, al sistema de castas imperante en el SERMAS que permite la discriminación laboral, profesional y económica de parte de las plantillas? Probablemente no…
  • ¿Estaríamos dispuestos los médicos a acabar con la situación de eventualidad cuasi-perpetua de muchos compañeros, continuamente engañados con la promesa de una OPE cual palo y zanahoria? ¿OPEs que, por otro lado, nunca terminan de forma definitiva con el problema y que muchas veces sólo sirven para redistribuir las castas? Probablemente, no…
  • ¿Estaríamos dispuestos los médicos a reformar todo el sistema desde dentro, denunciando y eliminado bolsas de ineficiencia (que todos conocemos) y la mediocridad y podredumbre existente en áreas del mismo? ¿Aunque ello supusiera enfrentarnos con las castas y jerarquías existentes? Probablemente…
  • ¿Estaríamos los médicos dispuestos a incorporar las TICs como un elemento imprescindible hoy en día para desempeñar nuestro trabajo? Probablemente,…¡muchos preguntarían que son las TICs!

Lamentablemente, existen aún demasiados “probablemente, no”. Cuando se analiza fríamente y con cierta perspectiva la actuación de aquellas asociaciones, sindicatos y colectivos que dicen defendernos, brillan por su ausencia las propuestas concretas para buscar soluciones sensatas que vayan más allá de “la retirada inmediata del Plan de la Consejería”. ¿Por qué? Parece que lo único importante es defender el statu quo actual, con todas sus lacras, mediocridades y corruptelas, sin interés muchas veces en ofrecer la posibilidad de un desarrollo sostenible del sistema a largo plazo.

Afortunadamente, cada vez somos más médicos los que estamos convencidos de que Si Se Puede reformar todo el sistema desde dentro, cambiándolo radicalmente para que siga siendo lo que siempre ha sido, un referente en la Sanidad Pública, sin necesidad de que empresas ajenas se hagan cargo de la misma. Y que Queremos Hacerlo. Pero es cierto que aún no somos bastantes, y que nos enfrentamos no sólo a unos políticos ignorantes e inútiles, con un desconocimiento tremendo de la realidad, sino también a un sistema gerontocrático y burocrático, rígido y que se resiste a renunciar a sus privilegios y a modificar en manera sustancial su statu quo adquirido.

SI PODEMOS, PERO…¿QUEREMOS?

Y al 7º mes de #mareablanca…¿qué?

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Han pasado ya 7 meses desde que la Consejería de Sanidad de la CAM anunciara su intención de privatizar la gestión de 6 Hospitales públicos y varios Centros de Salud. Desde entonces, se han sucedido las protestas y manifestaciones en contra de tal medida desde diferentes colectivos incluyendo a los médicos que trabajamos en la Sanidad Pública. En una anterior entrada en este blog expresé mi decepción con varios aspectos del planteamiento que los médicos estábamos haciendo de esta situación. Y varios meses después, esta sensación particular no ha remitido. Creo que ahora es un buen momento de hacer una reflexión serena acerca de cómo hemos planteado estas reivindicaciones y con que objetivos, porque son aún bastantes los aspectos que están poco claros:

  • El comportamiento de la Consejería, del Consejero y de sus Directores y Subdirectores ha sido y es (y continuará siendo) deleznable. Pero nada que no esperáramos de individuos cuyo único aval para desempeñar su cargo es ser serviles y tener un carnet de un partido, valga la redundancia. Por si mismos, ya justificarían totalmente un cambio de criterio hacia la profesionalización, meritocracia y laboralización del funcionariado.
  • Hemos criticado extensamente la intención de la Consejería de Sanidad, pero la autocrítica ha brillado por su ausencia. Se ha fomentado una postura maniquea de la situación, según la cual todo lo que venga de la Consejería es malo y, por lógica contraprestación, todo lo que sale del colectivo médico es bueno, cuando no inmejorable. Y eso no es cierto. Todos conocemos donde está la mediocridad del sistema, que se hace mal, quien lo hace y como lo hace, en ocasiones desde hace mucho tiempo. Y hemos sido incapaces de poner el dedo en la llaga y empezar la limpieza del sistema desde dentro, denunciando y tratando de eliminar esas bolsas de ineficiencia que todos conocemos.
  • Según avanza el tiempo, crece la creencia en muchos de nosotros en que lo que se pretende es, fundamentalmente, mantener el statu quo tradicional en la Sanidad Pública. Parece que es importante mantener modelos de gestión arcaicos que consagran vicios ancestrales en nuestra profesión: burocracia, gerontocracia, discriminación, nepotismo… Pocas son las voces que se han alzado realmente contra ellos, y que hayan reclamado devolver a los médicos, a todos los médicos, la dignidad en la profesión que hemos ido perdiendo en todos estos años, con la creación de un sistema de castas prácticamente impermeables, que dividen a los médicos en función de su contrato, entre los poseedores de una plaza por un lado y los interinos y eventuales por otro, consintiendo y aceptando situaciones lamentables de discriminación laboral y económica.
  • Cuando se hacen públicos los pliegos de condiciones para la privatización elaborados por la Consejería de Sanidad, lo primero que llama poderosamente la atención es la diferencia de trato que se establece para el personal con plaza fija, al que se le garantizan todo tipo de alternativas a elegir, a cual más favorable a sus intereses, y el trato reservado para el personal eventual, que queda a merced de la voluntad particular de las empresas concesionarias. Cuando se haga efectivo el plan de la Consejería, cientos de médicos, excelentes profesionales muchos, se verán abocados a contratos aún más miserables que los actuales, cuando directamente a la cola del INEM, y habrá que ver entonces si nuestros compañeros con plaza fija se movilizan con igual intensidad o, como viene siendo norma habitual en el SERMAS, achacarán la responsabilidad a la administración escudándose en ella. ¿Exagerado?, tan solo basta comprobar el comportamiento de muchos estos últimos años ante la proliferación de eventuales perpetuos y de la situación de discriminación a la que están sometidos.
  • Los médicos hemos sido incapaces de plantear alternativas creíbles y realizables al plan de la Consejería. Alternativas que supongan una reforma total del sistema y que beneficien a todos, médicos y pacientes. Alternativas que apuesten sinceramente por la profesionalización y la meritocracia en la gestión y el desempeño diario de nuestra labor. Al inicio de la movilización surgió el colectivo de “los 600 Jefes de Servicio” que parecían tener la fórmula para la solución de todos los problemas. Huelga decir lo peregrino de muchas de sus propuestas, en qué quedaron y cual ha sido su comportamiento posterior. Simplemente, desaparecieron. Los motivos, más adelante…
  • Nos hemos permitido la osadía de aventar la idea de que la “calidad de la atención” es significativamente peor en los hospitales con gestión privada. Y de poner en tela de juicio la valía de muchos de nuestros compañeros que en ellos trabajan, y que en no pocas ocasiones superan la que ofrecemos en la llamada Sanidad Pública. Y todo ello sin querer ser conscientes de que muchos somos en buena medida responsables de la formación de los médicos que en esos otros hospitales trabajan, que les hemos enseñado lo bueno y lo malo, y que transmiten nuestra capacidad para la docencia allá donde van.
  • No hemos sido capaces de plantear alternativas razonables, pero hemos encumbrado a personajes como Rafael Bengoa, antiguo Consejero de Sanidad del País Vasco y que recientemente ha sido comisionado por el Gobierno de EE.UU. como asesor para su propia reforma sanitaria. Sus apariciones continuadas en televisión y sus opiniones contrarias a los planes de la CAM lo han convertido en referente para muchos de los que se oponen al plan privatizado, olvidando quizás su papel relevante en la elaboración del llamado Informe Abril en 1991. Es interesante recordar que dicho plan contemplaba medidas como la profesionalización de la gestión clínica, separándola de la actividad médica profesional, la consideración de la meritocracia como argumento prioritario para evaluar la actividad médica, que planteaba el cambio de régimen laboral de los trabajadores apostando por un modelo de laboralización, que introducía la posibilidad del copago por parte de los pacientes y sugería la colaboración público-privada para fomentar la competitividad y aumentar la calidad de la atención. Es sorprendente que medidas que se consideraban necesarias hace más de 20 años para garantizar la continuidad del sistema de Sanidad Pública no se consideren necesarias hoy. ¿Por qué?
  • Y para contribuir aún más a esta ceremonia de la confusión, en el último mes toda la discusión ha estado centrada en reclamar contra la aplicación de la ley. De una ley que contempla la jubilación obligatoria de los trabajadores del sistema público al cumplir los 65 años y que si bien es cierto que contempla la posibilidad de prolongar la actividad profesional hasta los 70 años, esto no deja de ser una opción y nunca una obligación. Infinidad de voces se han alzado contra esta medida olvidando que mientras los médicos jubilados ya han cumplido su carrera y pueden disfrutar de su retiro con su merecida pensión, cientos de médicos residentes recién terminados o de adjuntos jóvenes son contratados de manera vergonzosa, con contratos eventuales perennes o al 50 ó 75% de actividad, o directamente pasan a engrosar las listas del paro. Sin ninguna pensión. Cuando escuchamos clamar a todos los que se oponen a las jubilaciones, da la impresión de estar ante cientos de médicos que superan con creces en saber y capacidades a Marañón, Trueta o Jiménez-Díaz. Y ésta no es, desgraciadamente, la realidad. Cuando se alude a la capacidad de docencia y de formar a otros médicos, se olvida que esta labor ya la hacemos a lo largo de toda nuestra carrera, y que nuestros discípulos aprenden de nuestros aciertos, y también de nuestros errores, a diario. Y que no hay que esperar a los 65 años para poder enseñar el arte de la Medicina a otros.

Pero pese a todo, hemos seguido trabajando y dando lo mejor que tenemos por nuestros pacientes y nuestra profesión. Y cada vez somos más los que estamos convencidos que la única manera de salir de este pozo es apostar por nosotros mismos, por la profesionalización, la meritocracia y muy posiblemente una necesaria laboralización del personal. Y esta es, posiblemente, la única esperanza que nos queda.

 «Well, let’s not start sucking each other’s dicks quite yet.»

Winston Wolfe “Mr. Wolf”

Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994)

Sobre la Calidad mal entendida…

Uno de los argumentos que más se están repitiendo para rechazar el Plan de Sostenibilidad de la Sanidad de la CAM es el más que seguro deterioro en la calidad de la atención si finalmente se lleva a cabo. Esta preocupación por la calidad, repetida como un mantra salvífico en todas las concentraciones y manifestaciones, nos sitúa de nuevo ante el maniqueísmo en que ha derivado este conflicto. En este punto, se asegura que sólo la Sanidad Pública de acuerdo al modelo de gestión actual garantiza la calidad de la atención médica, y que, por consiguiente, cualquier otro modelo de gestión no sólo va a conllevar un deterioro de la calidad sino que, incluso, este deterioro será buscado en aras de una mayor rentabilidad económica.

Dejando de lado la puerilidad de este argumento, supongo que sostenido por los mismos que defenderán la idea de que Renault o Ford fabrican coches “de mala calidad” en sus factorías de Valladolid o Almusafes para ganar más dinero o de que Grifols fabrica hemoderivados “de baja calidad” para abaratar costes y ganar más dinero, el tema de la calidad de la atención, desde el punto de vista de un médico con dedicación exclusiva a la Sanidad Pública, merece algunas consideraciones:

• Menospreciar la calidad de la atención equivale a menospreciar a los profesionales que la llevan a cabo. ¿Alguien, en su sano juicio, cree realmente que los médicos que trabajan en centros públicos con gestión privada son peores profesionales que los que lo hacen en centros con gestión pública? ¿Dudamos de que la calidad de la atención dispensada, por ejemplo, en la Fundación Jiménez Díaz, cuna de excelentes médicos y uno de los pilares de la formación pregrado en la Universidad Autónoma de Madrid, que es, por cierto, una de las mejores Escuelas de Medicina del país, es inferior a la dispensada en otros hospitales públicos de Madrid?

• ¿Puede alguien, conociendo la valía y capacitación de sus cirujanos, sostener que las intervenciones quirúrgicas realizadas en el H. de Torrejón o en el H. Infanta Elena, por ejemplo, son de peor calidad que las realizadas en otros centros?

• ¿O que la disponibilidad de recursos tecnológicos avanzados es sustancialmente inferior en los centros de gestión privada frente a los de gestión pública (cuando, desgraciadamente, es al contrario en muchas ocasiones)? En lo que a mi especialidad particular se refiere, la dotación tecnológica es más moderna y completa en los centros privados que en la media de la Sanidad Pública.

• ¿Alguien que conozca y viva la Medicina se atreve a decir que la atención en Urgencias en el H. Rey Juan Carlos, dirigida por las mismas personas que lideraron las Urgencias de la Fundación Hospital de Alcorcón o el H. Infanta Leonor, y desarrollada por un equipo de médicos formados y dedicados en exclusiva a la atención de Urgencias, es inferior a la proporcionada en otros grandes centros, donde el peso de la atención en Urgencias recae, mayoritariamente, en médicos en formación con, muchas veces, escaso o nulo interés en la Urgencia como especialidad?

• ¿Se puede mantener, sin temor a equivocarse, que los centros de gestión privada desprecian la investigación cuando, al menos en el campo de la Oncología Radioterápica, las publicaciones en revistas internacionales de impacto de estos centros representan, como poco, más de la mitad de la producción científica española que puede encontrarse en PubMed?

Estoy convencido de que somos muchos los que pensamos que la calidad en medicina no depende exclusivamente de la disponibilidad absoluta de recursos, ni de que la gestión pública otorgue, automáticamente, un marchamo de calidad a todas nuestras actuaciones. Antes más, como todos los médicos sabemos, la calidad esta íntimamente ligada a nuestro estudio constante y nuestras ganas de innovar y avanzar.

En definitiva, podemos o no estar de acuerdo en el modelo de gestión pública o privada, rechazar las formas con las que la Consejería de Sanidad de la CAM nos castiga continuamente a los médicos o plantear y proponer alternativas más razonables. Incluso podemos, y debemos, recordar a nuestros pacientes que son libres y soberanos para elegir donde y quien debe tratarlos, de acuerdo a la Ley de Libertad de Elección en Sanidad vigente en la CAM. Pero lo que no podemos, al menos en mi opinión, es dudar y cuestionar la calidad en la atención de los pacientes fuera de los centros de gestión pública. Es un despropósito y un insulto hacia todos los compañeros que en ellos desempeñan su trabajo, y que lo hacen tan bien, o incluso mejor, de lo que podamos hacerlo nosotros en centros de gestión pública.

«Calidad significa hacer lo correcto cuando nadie está mirando»

Henry Ford 1863-1947

 

Reflexiones (y decepciones) tras la última #mareablanca

Durante estos últimos 3 meses se han producido en Madrid varias manifestaciones en defensa de la Sanidad Pública conocidas como “mareas blancas”. Personalmente, he intentado acudir a todas ellas, y en las que no he podido estar físicamente por las características propias de nuestra profesión, he intentado apoyarlas desde donde estuviera. Sin embargo, todo tiene un final, y creo que está última #mareablanca del pasado día 17 de febrero, será la última, al menos en lo que a mi me atañe. Razones para apoyarlas las había, y las hay, pero también hay motivos que me han llevado a esta decisión, e intentaré resumirlos:

• Yo no quiero una gestión vendida a empresas privadas como pago a oscuros motivos, que me considere tan solo parte del material del hospital que compran. Que no se valore el esfuerzo y dedicación de los profesionales sino como una parte más del decorado. Que sólo pretenda cumplir con unos números sin permitir ni fomentar el desarrollo individual y colectivo que redunde en la mejora de la atención prestada.

• Pero tampoco quiero una gestión de la Sanidad en manos del político de turno, con nombramientos de responsables “a dedo” por el único argumento de poseer un carné del partido gobernante. Gestores mediocres, y muchas veces cobardes, que no se atreven a afrontar los problemas y las bolsas de ineficiencia existentes en nuestros hospitales madrileños. Gestores que cambiarán en cuanto cambie el gobierno de la CAM pero que seguirán siendo simples colocados por su filiación política como único aval.

• Ni quiero que todo este movimiento quede tan solo en la defensa de un modelo caduco y podrido en gran medida, en intentar a toda costa mantener un statu quo como el actual, basado en una combinación de burocracia y gerontocracia, que desprecia la meritocracia y se empeña en mantener un sistema de castas entre los médicos, primando la antigüedad sobre el trabajo, esfuerzo e interés que demuestran muchos médicos en su labor diaria.

• Y por supuesto, no quiero que una indignación justa y con una fuerte base de sustentación sea parasitada y capitalizada por políticos y sindicalistas, como sucedió el pasado día 17 de febrero, cuando representantes de Izquierda Unida, UGT o CC.OO. aparecieron en todas las televisiones como los “grandes defensores de la Sanidad Pública”

Entre estos dos extremos hay, en mi opinión, un vasto territorio en el que construir alternativas de futuro, que garanticen el sostenimiento de una Sanidad Pública Universal pero que valoren en su justa medida el esfuerzo individual y colectivo. Que aprecien al válido y desprecien y aparten al mediocre. Y, desgraciadamente, no estamos siendo capaces de plantear estas alternativas. No comparto la opinión de que la solución vayan a venir por pasear los domingos de Cibeles a Sol, ni por decir simplemente que no queremos este plan ni, por supuesto, por alguna ideas tan peculiares como las propuestas por el grupo de los “600 Jefes de Servicio”. Gritamos mucho pero no intentamos construir de manera sensata un modelo que aproveche lo bueno, que existe, del actual sistema pero que lo mejore y optimice eliminando todas las enormes bolsas de ineficiencia que lo lastran. Es necesario un cambio radical de modelo, fundamentado en la profesionalización de la gestión a todos los niveles, en la meritocracia como base de desarrollo y, probablemente, en la laboralización del personal.

Personalmente, no pienso dejar de pelear por alternativas y posibilidades veraces y sensatas para el cambio. Porque hay que cambiar, por supuesto que sí, pero a mejor.

Y tenemos que hacerlo nosotros, o nos lo harán otros.

“Change is the law of life. And those who look only to the past or present are certain to miss the future”

John F. Kennedy (1917-1963)