Jubilación: una exigencia para todos (hasta para un rey…)

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La noticia de hoy, y sin duda de muchos más días y semanas, es la abdicación del rey de España Juan Carlos I. No por poco esperada, ni por poco deseada por unos cuantos, deja de ser una noticia impactante. Probablemente, será una de esas noticias en la que todos recordaremos, pasados unos años, que estábamos haciendo cuando la conocimos. Dejando aparte la particular opinión que cada cual pueda tener sobre la institución de la monarquía en general o sobre las figuras de Juan Carlos I y su presumible heredero Felipe VI en particular, lo cierto es que esta situación abre un horizonte no por complejo menos apasionante. El cuasi eterno debate ibérico sobre monarquía y república volverá a aflorar con renovado interés. Detractores y defensores de cada una de las opciones enfrentarán sus argumentos, en ocasiones con la absoluta y total falta de elegancia y educación que caracteriza discusiones tan viscerales en nuestra maltrecha piel de toro, y los opinadores profesionales pontificarán sobre las medidas más adecuadas a tomar en uno u otro sentido. Y presenciaremos la catarata de almíbar de los cortesanos más aduladores así como los encendidos vituperios de los que se creen llamados a defender el más rancio republicanismo. Y los sufridos espectadores de semejante espectáculo, la mayoría de españoles que bastante tenemos con luchar por conseguir un futuro mejor para nosotros y nuestros hijos, asistiremos al mismo hasta que el hastío que sin duda terminarán generando nos aparte de ello.

Pero hoy la noticia está en el rey y en su discurso de abdicación, que requiere una lectura serena y reposada. Más allá de reafirmarse en la convicción de sus ideales de servicio a España o el reconocimiento a su mujer y a su padre, algunos párrafos merecen especial consideración:

“…En la forja de ese futuro, una nueva generación reclama con justa causa el papel protagonista, el mismo que correspondió en una coyuntura crucial de nuestra historia a la generación a la que yo pertenezco.
Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y a afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana…”

De una manera elegante pero contundente, el rey reconoce que el tiempo de su generación para liderar el futuro ya ha pasado. Que ahora corresponde a otros, más jóvenes pero extraordinariamente formados y preparados tomar el testigo que conduzca a buscar un mañana mejor. Que el tiempo pasa para todos y que es legítimo que una generación reemplace a la precedente sin que ello suponga ningún trauma ni desencadene catástrofe alguna. Y esto, que parece tan obvio y sencillo, y con lo que la inmensa mayoría de españoles estamos completamente de acuerdo, es una utopía para los médicos de la Sanidad Pública. En nuestro caso, desgraciadamente, uno de los principales motivos de conflicto en la lucha que hemos mantenido los médicos con la Administración ha sido, precisamente, la decisión de la Consejería de Sanidad de la CAM de proceder a la jubilación, legal y legítima, de los médicos que hubieran alcanzado la edad marcada por la ley. Durante meses se han vertido infinidad de opiniones contrarias a esta medida, provenientes tanto de partidos políticos, sindicatos y asociaciones médicas tildando la misma de “injusta”, “inmoral” o “ilegal”. Se ha judicializado algo que debiera ser tan normal como la jubilación la edad prevista por la ley, celebrando cada sentencia favorable como una victoria trascendental. Y todo ello, obviando que tras la jubilación el médico no se queda desamparado y a merced de los acontecimientos, sino que cobrará mensualmente una bien merecida pensión. Pero, sin embargo, olvidando que muchos compañeros, más jóvenes pero muy bien formados, y con enorme interés y ganas de trabajar y contribuir al desarrollo de la Medicina en España, se ven obligados a abandonar la misma o a emigrar a otros países ante la falta de oportunidades. Y es en este punto donde, más allá de la ideología de cada cual, las palabras de Juan Carlos I en su abdicación suenan más sensatas.

¡Ojalá tuviéramos los médicos la valentía de hacerlas nuestras y aplicárnoslas!

¡Ojalá supiésemos reconocer cuando llega la necesidad de apartarse y dejar libre el camino a los que llegan con nueva energía!

¿La tendremos algún día?

«El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad»
Victor Hugo, poeta, dramaturgo y escritor francés (1802-1885)

Sobre la jubilación de algo más que un compañero…

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La jubilación, ese hecho natural y que representa la culminación de toda una vida profesional, el momento de recoger los frutos del tiempo y esfuerzo invertidos y de poder mirar, con satisfacción, el camino que que los propios pies hicieron a lo largo de alegrías y sinsabores, es vista hoy por mor, una vez más, de nuestros políticos y demás manipuladores, como un acontecimiento denigrante, indigno y que poco menos que debiera ser proscrito. (Mi opinión personal sobre este tema ya quedó dicha en una anterior entrada de este blog)

Hoy, sin embargo, quiero retomar el tema de la jubilación si bien desde una óptica muy distinta. Cuando un colega se jubila caben diferentes actitudes ante este momento. Las más de las veces sólo despertará indiferencia entre el resto de colegas de profesión teñida, eso sí, de cierto educado interés. También habrá quien, en ocasiones, sienta alegría por librarse de una presencia que no aprecia. Pero cuando el jubilando es algo más que un compañero de profesión, cuando es alguien más que un mero colega de hospital, entonces es cuando lo que se instala es una sensación de vació y tristeza sinceras. Y de esto precisamente quiero escribir hoy al hilo de la reciente jubilación de Luis Cabañas, cirujano del hospital donde trabajo.

Quien me conoce sabe bien que no soy amigo de halagos, ni propios ni ajenos, y que, antes bien, hago mía la frase de Séneca: “Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones”, y que no suelo, salvo muy contadas excepciones que así lo merecían, personalizar las entradas de este blog. Pero esta es una de esas ocasiones que lo merecen. Muchos son, pacientes y profesionales, los que le deben gratitud al Dr. Cabañas, y sin duda se lo harán saber. Pero, personalmente, me gustaría darle las gracias a Luis por varios motivos:

Gracias por esta docena larga de años compartiendo sesiones, casos clínicos, quirófanos… Por el tiempo pasado en nuestra Unidad de Patología de la Mama; por los momentos empleados discutiendo y comentando esos sarcomas retroperitoneales que parecían fuera de toda expectativa de tratamiento y a los que lograbais resecar para permitirnos después una radioterapia intraoperatoria; por los favores personales atendidos cuando solicitábamos tu valoración de un paciente que nos interesara especialmente y a lo que siempre has estado dispuesto,…

Gracias por tu amplio conocimiento, ¡y tu vehemente forma de manifestarlo!, que me ha obligado siempre a estudiar más para poder darte réplica, por tu gusto por polemizar y no dar nada por sentado, por poner siempre un contrapunto cargado de sentido común en medio de las más enconadas discusiones…

Gracias por leer y opinar en este blog, por estar siempre dispuesto a decir tu opinión con independencia de coincidieras o no con los argumentos expresados…

Gracias, finalmente, por darnos ejemplo a todos sabiendo culminar tu trayectoria en el Hospital como lo has hecho, sabiendo dejar paso a los que aprietan por detrás, sin caer en la tentación de engrosar esa gerontocracia que se cree imprescindible, sin pretender perpetuarte hasta el límite…

Gracias, Luis.

«La recompensa del trabajo bien hecho es la oportunidad de hacer más trabajo bien hecho»

Jonas E. Salk, investigador y virólogo estadounidense (1914-1995)

 

Sobre la Judicialización de la Sanidad Madrileña

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Dentro de la confusión que envuelve todo el conflicto sanitario en la CAM, en esta última semana hemos asistido a 2 sentencias judiciales, aparentemente contrapuestas, sobre los planes privatizadores de la Consejería de Sanidad para la Sanidad Madrileña. Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid decretó la suspensión cautelar del proceso mientras que otra sentencia del Juzgado de lo Contencioso Administrativo nº 9 no veía razones para la suspensión cautelar del mismo. Dejando de lado las múltiples y variadas opiniones difundidas por los defensores y detractores de cada una de las resoluciones judiciales conocidas, para un lego en el complejo mundo del derecho la realidad que se aparece es que existen opiniones contrapuestas sobre el mismo tema, incluso entre quienes se supone deben determinar la validez y legalidad de este proceso. Eso sí, cualquiera que escuche los argumentos expresados sobre ambas sentencias comprobará que, al igual que sucede con los resultados electorales, ¡nadie ha perdido! Parece algo difícil entender por qué todos interpretan las sentencias a su favor, con independencia del sentido de las mismas, pero sin duda es algo inherente a la mentalidad española.

Con independencia de las sentencias judiciales conocidas, y de las que quedan por conocer, causa cierta desazón comprobar la incapacidad que estamos mostrando los médicos para intentar modificar y mejorar el modelo de Sanidad Pública antes de que otros nos impongan los cambios. Resulta descorazonador ver como lo fiamos todo a procesos judiciales. Y mas aún, que vayamos en ese camino de la mano de partidos políticos y sindicatos que nunca se han preocupado de nosotros y que tan sólo ven ahora una oportunidad de sacar rédito político. Y que, curiosamente, allá donde estos partidos tienen responsabilidades de gobierno maltratan, igual o más si cabe, a los médicos del Sistema Público de Salud. Y tampoco parece muy razonable que vayamos de la mano de esos sindicatos que nunca nos han defendido, más bien al contrario, o que incluso han fomentado la división y discriminación entre los propios médicos, como sucedió en el año 2006 con el Modelo de Carrera Profesional.

Lo que muchos médicos echamos de menos, cada vez más, es la casi total falta de AUTOCRÍTICA que acompaña nuestras reivindicaciones desde que se iniciaran el pasado mes de noviembre. En escasísimas ocasiones se ha reconocido, públicamente, que somos responsables en parte del deterioro de nuestra Sanidad Pública. Que hemos consentido un sistema que ha despreciado méritos mientras premiaba mediocres, que ha rechazado la profesionalización apostando por la gerontocracia y burocracia, que ha tolerado a sabiendas la existencia de bolsas de ineficiencia,…

Y del mismo modo que no hemos sido capaces de reconocer nuestras debilidades, hemos sido totalmente incapaces de plantear alternativas creíbles y realistas para la mejora y el cambio que necesita nuestra Sanidad Pública. Y, por supuesto, sin considerar las, cuanto menos peculiares, propuestas del autodenominado “colectivo de los 600 Jefes de Servicio”. Colectivo este, por cierto, que ha desaparecido coincidiendo, curiosamente, con la decisión de la Consejería de Sanidad de aplicar la ley y proceder a la jubilación de los médicos que alcancen la edad de 65 años. Pero no de todos, reservándose la opción de prolongar la actividad de unos cuantos “elegidos”, no necesariamente los mejores y en función de criterios no muy claros. A este respecto, el Dr. López de la Morena, uno de los médicos jubilados, así lo planteó en una Carta Abierta: “¿Por qué la mayoría de los jefes de servicio se han quedado? Ya sé que son un grupo de presión y que se ofrecieron a que en aras de la estabilidad se contara con ellos, pero no es menos cierto que en algunos casos son un ejemplo muy negativo tanto en la situación actual como para las generaciones venideras…”, “…no entiendo muy bien a aquellos compañeros que, estando en esos puestos de paso, no hayan sabido estar a la altura y ante lo que estaban viendo no hayan presentado su dimisión…”

¿Y todo lo vamos a fiar a la opinión de unos jueces, cuyo conocimiento real de nuestros problemas es, muy posiblemente, bastante limitado? Y sin olvidar que estamos en España, donde las decisiones judiciales son, en algunos casos, realmente peculiares. ¿Es esto lo que queremos?

Y al 7º mes de #mareablanca…¿qué?

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Han pasado ya 7 meses desde que la Consejería de Sanidad de la CAM anunciara su intención de privatizar la gestión de 6 Hospitales públicos y varios Centros de Salud. Desde entonces, se han sucedido las protestas y manifestaciones en contra de tal medida desde diferentes colectivos incluyendo a los médicos que trabajamos en la Sanidad Pública. En una anterior entrada en este blog expresé mi decepción con varios aspectos del planteamiento que los médicos estábamos haciendo de esta situación. Y varios meses después, esta sensación particular no ha remitido. Creo que ahora es un buen momento de hacer una reflexión serena acerca de cómo hemos planteado estas reivindicaciones y con que objetivos, porque son aún bastantes los aspectos que están poco claros:

  • El comportamiento de la Consejería, del Consejero y de sus Directores y Subdirectores ha sido y es (y continuará siendo) deleznable. Pero nada que no esperáramos de individuos cuyo único aval para desempeñar su cargo es ser serviles y tener un carnet de un partido, valga la redundancia. Por si mismos, ya justificarían totalmente un cambio de criterio hacia la profesionalización, meritocracia y laboralización del funcionariado.
  • Hemos criticado extensamente la intención de la Consejería de Sanidad, pero la autocrítica ha brillado por su ausencia. Se ha fomentado una postura maniquea de la situación, según la cual todo lo que venga de la Consejería es malo y, por lógica contraprestación, todo lo que sale del colectivo médico es bueno, cuando no inmejorable. Y eso no es cierto. Todos conocemos donde está la mediocridad del sistema, que se hace mal, quien lo hace y como lo hace, en ocasiones desde hace mucho tiempo. Y hemos sido incapaces de poner el dedo en la llaga y empezar la limpieza del sistema desde dentro, denunciando y tratando de eliminar esas bolsas de ineficiencia que todos conocemos.
  • Según avanza el tiempo, crece la creencia en muchos de nosotros en que lo que se pretende es, fundamentalmente, mantener el statu quo tradicional en la Sanidad Pública. Parece que es importante mantener modelos de gestión arcaicos que consagran vicios ancestrales en nuestra profesión: burocracia, gerontocracia, discriminación, nepotismo… Pocas son las voces que se han alzado realmente contra ellos, y que hayan reclamado devolver a los médicos, a todos los médicos, la dignidad en la profesión que hemos ido perdiendo en todos estos años, con la creación de un sistema de castas prácticamente impermeables, que dividen a los médicos en función de su contrato, entre los poseedores de una plaza por un lado y los interinos y eventuales por otro, consintiendo y aceptando situaciones lamentables de discriminación laboral y económica.
  • Cuando se hacen públicos los pliegos de condiciones para la privatización elaborados por la Consejería de Sanidad, lo primero que llama poderosamente la atención es la diferencia de trato que se establece para el personal con plaza fija, al que se le garantizan todo tipo de alternativas a elegir, a cual más favorable a sus intereses, y el trato reservado para el personal eventual, que queda a merced de la voluntad particular de las empresas concesionarias. Cuando se haga efectivo el plan de la Consejería, cientos de médicos, excelentes profesionales muchos, se verán abocados a contratos aún más miserables que los actuales, cuando directamente a la cola del INEM, y habrá que ver entonces si nuestros compañeros con plaza fija se movilizan con igual intensidad o, como viene siendo norma habitual en el SERMAS, achacarán la responsabilidad a la administración escudándose en ella. ¿Exagerado?, tan solo basta comprobar el comportamiento de muchos estos últimos años ante la proliferación de eventuales perpetuos y de la situación de discriminación a la que están sometidos.
  • Los médicos hemos sido incapaces de plantear alternativas creíbles y realizables al plan de la Consejería. Alternativas que supongan una reforma total del sistema y que beneficien a todos, médicos y pacientes. Alternativas que apuesten sinceramente por la profesionalización y la meritocracia en la gestión y el desempeño diario de nuestra labor. Al inicio de la movilización surgió el colectivo de “los 600 Jefes de Servicio” que parecían tener la fórmula para la solución de todos los problemas. Huelga decir lo peregrino de muchas de sus propuestas, en qué quedaron y cual ha sido su comportamiento posterior. Simplemente, desaparecieron. Los motivos, más adelante…
  • Nos hemos permitido la osadía de aventar la idea de que la “calidad de la atención” es significativamente peor en los hospitales con gestión privada. Y de poner en tela de juicio la valía de muchos de nuestros compañeros que en ellos trabajan, y que en no pocas ocasiones superan la que ofrecemos en la llamada Sanidad Pública. Y todo ello sin querer ser conscientes de que muchos somos en buena medida responsables de la formación de los médicos que en esos otros hospitales trabajan, que les hemos enseñado lo bueno y lo malo, y que transmiten nuestra capacidad para la docencia allá donde van.
  • No hemos sido capaces de plantear alternativas razonables, pero hemos encumbrado a personajes como Rafael Bengoa, antiguo Consejero de Sanidad del País Vasco y que recientemente ha sido comisionado por el Gobierno de EE.UU. como asesor para su propia reforma sanitaria. Sus apariciones continuadas en televisión y sus opiniones contrarias a los planes de la CAM lo han convertido en referente para muchos de los que se oponen al plan privatizado, olvidando quizás su papel relevante en la elaboración del llamado Informe Abril en 1991. Es interesante recordar que dicho plan contemplaba medidas como la profesionalización de la gestión clínica, separándola de la actividad médica profesional, la consideración de la meritocracia como argumento prioritario para evaluar la actividad médica, que planteaba el cambio de régimen laboral de los trabajadores apostando por un modelo de laboralización, que introducía la posibilidad del copago por parte de los pacientes y sugería la colaboración público-privada para fomentar la competitividad y aumentar la calidad de la atención. Es sorprendente que medidas que se consideraban necesarias hace más de 20 años para garantizar la continuidad del sistema de Sanidad Pública no se consideren necesarias hoy. ¿Por qué?
  • Y para contribuir aún más a esta ceremonia de la confusión, en el último mes toda la discusión ha estado centrada en reclamar contra la aplicación de la ley. De una ley que contempla la jubilación obligatoria de los trabajadores del sistema público al cumplir los 65 años y que si bien es cierto que contempla la posibilidad de prolongar la actividad profesional hasta los 70 años, esto no deja de ser una opción y nunca una obligación. Infinidad de voces se han alzado contra esta medida olvidando que mientras los médicos jubilados ya han cumplido su carrera y pueden disfrutar de su retiro con su merecida pensión, cientos de médicos residentes recién terminados o de adjuntos jóvenes son contratados de manera vergonzosa, con contratos eventuales perennes o al 50 ó 75% de actividad, o directamente pasan a engrosar las listas del paro. Sin ninguna pensión. Cuando escuchamos clamar a todos los que se oponen a las jubilaciones, da la impresión de estar ante cientos de médicos que superan con creces en saber y capacidades a Marañón, Trueta o Jiménez-Díaz. Y ésta no es, desgraciadamente, la realidad. Cuando se alude a la capacidad de docencia y de formar a otros médicos, se olvida que esta labor ya la hacemos a lo largo de toda nuestra carrera, y que nuestros discípulos aprenden de nuestros aciertos, y también de nuestros errores, a diario. Y que no hay que esperar a los 65 años para poder enseñar el arte de la Medicina a otros.

Pero pese a todo, hemos seguido trabajando y dando lo mejor que tenemos por nuestros pacientes y nuestra profesión. Y cada vez somos más los que estamos convencidos que la única manera de salir de este pozo es apostar por nosotros mismos, por la profesionalización, la meritocracia y muy posiblemente una necesaria laboralización del personal. Y esta es, posiblemente, la única esperanza que nos queda.

 «Well, let’s not start sucking each other’s dicks quite yet.»

Winston Wolfe “Mr. Wolf”

Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994)

De la res jubilatio y otras incoherencias del SERMAS

Desde que el pasado día 30 de abril la Consejería de Sanidad decidiera, de manera poco elegante, comunicar el cese en su actividad diaria por motivos de jubilación a cerca de 700 médicos del SERMAS, se han sucedido las protestas y manifestaciones en contra de dicha medida. Dejando aparte la total ausencia de respeto en las formas, hecho que caracteriza a la escoria política que nos gobierna y que sufrimos todos día a día, lo primero que conviene aclarar es que la medida es total y absolutamente legal, y tan solo se ciñe al cumplimiento de la ley 55/2003, de 16 de diciembre, del Estatuto Marco del Personal Estatutario de los Servicios de Salud, que establece en su artículo 26 que:

“La jubilación forzosa se declarará al cumplir el interesado la edad de 65 años.”

En los últimos días se han vertido infinidad de opiniones contrarias a esta medida, provenientes tanto de partidos políticos, sindicatos, asociaciones médicas e incluso periodistas, tildando la misma de “injusta”, “inmoral” o “ilegal”. Más aún, muchos se atreven a calificar esta medida simple y llanamente como “despido forzoso”. Para rematar el esperpento, determinadas asociaciones y sindicatos que se arrogan la defensa del colectivo médico poco menos que exigen la realización de un acto público “de desagravio” (sic) a celebrar en el Colegio de Médicos de Madrid. En este contexto, no estaría de más recordar el dicho popular de “líbreme Dios del día de las alabanzas”. Sin dejar de reconocer los indudables méritos que adornan las carreras profesionales de muchos de estos médicos, tampoco sería bueno olvidar la calidad y cantidad de las aportaciones de algunos de ellos en sus últimos años. Sobre la cantidad de opiniones expresadas en los últimos días, es preciso hacer algunas consideraciones. Por un lado, es cierto que la propia ley recoge la posibilidad, siempre como una opción y nunca como una obligación, de prolongar la actividad profesional hasta los 70 años, en el caso de que se dieran una serie de condiciones de interés, actividad relevante, etc. La actuación de la Consejería en este punto conduce a pensar que las medidas se toman con una alarmante falta de criterio. Si ya estaba decidida la jubilación de estos médicos, ¿por qué no de todos los que alcanzan la edad máxima, que sería lo más razonable?, no tiene justificación alguna que se les solicitara la redacción y presentación de una memoria para valorar su continuidad. Es más, parece un insulto a la inteligencia. Es verdad que hasta hace bien poco esta prolongación en el servicio activo se concedía sin apenas reparo a todo aquel que lo solicitara. Nadie, sin embargo, parecía haber considerado seriamente si era realmente necesario, y beneficioso para alguien más que para los propios interesados, el prolongar la actividad de muchos de los solicitantes. Ahora, las circunstancias sociales y económicas en España han cambiado, y lo que antes era una medida “de gracia” se considera innecesaria en muchos casos. ¿Es eso ilegal?: no. ¿Es injusto?: ¿por qué y para quién? ¿Es inmoral?: ¡por supuesto que no! De lo que sí se puede, y se debe, acusar a la Consejería de Sanidad de la CAM es de su desafortunada intención de no renovar las plazas de los médicos jubilados, ocasionando una merma considerable de personal médico en algunos servicios. Por otra parte, que debiera ser más dolorosa para los propios médicos, sabemos que tras la jubilación el médico no se queda desamparado y a merced de los acontecimientos, sino que cobrará mensualmente una bien merecida pensión que, sin llegar a la cuantía que percibían mientras estaban activos, no es despreciable. Y, empero, olvidamos que muchos compañeros, más jóvenes pero muy bien formados, y con enorme interés y ganas de trabajar y contribuir al desarrollo de la Medicina en España, se ven obligados a abandonar la misma o a emigrar a otros países ante la falta de oportunidades. Y estos compañeros, también médicos, no reciben ningún tipo de salario ni retribución. Y eso es algo que no deberíamos tolerar. Desgraciadamente, los médicos parecemos dotados de un especial interés morboso en fomentar y mantener la existencia de castas dentro de nuestra profesión. Es muy llamativa la diferencia de criterio con el que muchos compañeros se enfrentan a las acciones del Consejería de Sanidad de la CAM. Frente a la beligerancia contra la aplicación de una medida legal, sin entrar en consideraciones acerca de las formas de hacerlo, contrasta la pasividad (¿y anuencia?) ante la situación ilegal de eventualidad permanente y mantenida que afecta a un colectivo de médicos aún más numeroso que aquellos que se han visto abocados a la jubilación. Desde hace ya mucho tiempo se mantiene una situación de discriminación económica y laboral con los médicos con contrato eventual (¡a veces durante más de 10 años!), conocida y aceptada por el resto de médicos. ¿Alguien, mención aparte de los propios interesados, ha levantado públicamente la voz quejándose de la mantenida “ilegalidad” e “inmoralidad” de esta situación? ¿Se ha denunciado en los medios, con idéntica contundencia y reiteración, esta anormalidad? ¿Acaso no merecen el mismo respeto los médicos eventuales del SERMAS que aquellos otros médicos propietarios de plaza que, alcanzada su edad legal, deben jubilarse? Pensemos por un momento que tanto lo merecen unos como otros y sólo entonces podremos decir que sí, que defendemos a todos los médicos.