Sanidad Pública: ¿el Rey está desnudo…?

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Han pasado ya 18 meses del inicio de las movilizaciones en la Sanidad Pública madrileña, y lo que parecía que se iba a convertir en un maremoto que arrasara con todo lo anteriormente conocido, haciendo limpieza de la mediocridad instaurada en el sistema y permitiendo reconstruir, aprovechando los materiales existentes, un nuevo modelo más justo y sensato, ha quedado difuminado por el paso del tiempo. Las ansias de cambio, de regeneración, de modernización de unas estructuras obsoletas que muchos teníamos van siendo, poco a poco pero inexorablemente, apagadas.

Hoy, como en el inmortal cuento de Andersen de hace casi 180 años, nuestra Sanidad está desnuda, aunque pocos se atrevan a denunciarlo.

El espíritu de cambio que pareció prender desde la oposición al plan de la Consejería de Sanidad de la CAM fue rápidamente sofocado. Las denuncias sobre la desnudez del sistema, sobre sus vicios y carencias, sobre su mediocridad, se intentaron tapar exponiendo, ¿y quizás exagerando en ocasiones?, las innegables bondades del mismo. Cualquiera que se atreviera a evidenciar la situación real de nuestra maltrecha Sanidad Pública era, inmediata y terminantemente, tachado de “ánimo privatizador”. Ni una mínima autocrítica, ni un atisbo de cambio se ha permitido. La esperanza en cambiar para mejorar, para crecer, para sacudirnos lo sobrante y reforzar lo bueno y lo mejor, se ha ahogado. Los intentos de tejer un nuevo traje a nuestra Sanidad Pública han chocado frontalmente con la rigidez de un sistema que desprecia la meritocracia y que gusta de asentar sus reales sobre el binomio gerontocracia / burocracia. Y cualquier intento de airear y renovar el sistema, como las jubilaciones de acuerdo a la legislación vigente, es tomada como un ataque frontal no a las partes afectadas sino al todo en su conjunto. Iniciativas procedentes de distintos ámbitos (SEDISA, AES,…) son sistemáticamente despreciadas sin que merezcan la menor consideración. Tan solo perviven pequeñas islas de debate, como las Tertulias Sanitarias (¡gracias, @Monicamox1!), pero corren el riesgo de convertirse en una isla exóticamente discrepante en un mar de conformidad y autocomplacencia.

En nuestro sistema abundan, desgraciadamente, los reyes (en todos los estratos) que se niegan a reconocer su desnudez, y que son capaces de creer a cualquier sastre, véase la conocida reunión con “los 400”, antes que a quienes denuncian las carencias, y que no tienen reparos en considerar a cualquiera que se atreve a denunciar la mediocridad del sistema como un elemento desagradecido, disturbante y de mala influencia para el resto.

Pero, pese a todo, el Rey continúa estando desnudo…

«Hace más ruido un sólo hombre gritando que cien mil que están callados»
José De San Martín, militar y héroe de la independencia de Sudamérica (1778-1850)

Ignacio González y la reunión con «los 400»: ¿más de lo mismo?…

ignacio-gonzalez_01_ampliada_06El tiempo pasa, las caras cambian pero la tragicomedia de la Sanidad Pública madrileña permanece. En un ejercicio de gatopardismo que hubiera merecido los más enfervorizados aplausos del propio Lampedusa, la Consejería de Sanidad de la CAM decidió hace unos meses “cambiar algo para que nada cambie”. Nuevos rostros aparecieron en primera línea: se retiró a Javier Fernández Lasquetty y se aupó al puesto de Consejero a Javier Rodríguez, que aportaba frente a su predecesor el (dudoso) “beneficio” de ser Doctor en Medicina y Cirugía. Dudosa ventaja ya que es alguien involucrado directamente en la actividad política desde 1983 y que ha pasado por cargos de responsabilidad tan alejados de la práctica clínica diaria de la medicina como ser consejero de Telemadrid (1995-2001) o portavoz de Sanidad del Grupo Popular en la Asamblea de Madrid desde 1987. Y al igual que se cambió al Consejero, se sustituyeron otros cargos de responsabilidad: viceconsejero, directores generales,…

Y todo, ¿para qué? A la vista de los últimos acontecimientos, para nada. Para que todo siga igual. Para que la Consejería continúe manejándonos a los médicos a su antojo, despreciando nuestra labor e insultándonos con sus “propuestas”. El último capítulo en esta cada vez más larga lista de desprecios tuvo lugar ayer. El Presidente de la CAM, Ignacio González, reunió a 400 profesionales (¿reminiscencias del «club de los 600»?) para venderles la última ocurrencia de su gobierno. Que estemos a menos de un año de agotar la presente legislatura, y por tanto, de tener que convocar nuevas elecciones, no parece que tenga relación. De todas maneras, lo dicho ayer por Ignacio González permite varias e interesantes reflexiones:

  • Como casi siempre en los últimos 2 años, hubo una total falta de autocrítica. Ni en las circunstancias más adversas son capaces de reconocer nuestros dirigentes que se han equivocado. Todo lo más, que los médicos no hemos sido capaces de entender sus desvelos y buenas intenciones…
  • El gobierno de la CAM descubre que hay más de 5000 profesionales en situación de eventualidad mantenida, ¡algunos desde hace más de 10 años! Pero en lugar de plantear un abordaje sensato y desprovisto de todo partidismo de un problema como este, en lugar de poner sobre la mesa soluciones que supongan un cambio real y drástico, como ha sido recomendado por grupos de estudio sin aparentes intereses de partido como el Informe Abril, el de SEDISA o, más recientemente, el de AES (desfuncionarizar, laboralizar,…), opta por la solución más sencilla. Y la que más daño nos puede hacer. En vez de apostar decididamente por eliminar la mediocridad imperante en el sistema público, el Gobierno de la CAM anuncia la conversión de 5000 eventuales en interinos. Y se queda tan contento. Y los 400 allí reunidos, también. Y los que sufrimos sus decisiones seguiremos viendo que medidas de este tipo lo único que consiguen es perpetuar las discriminaciones existentes. Los interinos continuarán discriminados, tanto laboralmente porque no tendrán los mismos derechos que sus compañeros con plaza en propiedad en cuanto al acceso a plazas de promoción, jefaturas, etc…, como discriminados económicamente al continuar sin derecho a percibir retribución alguna, salvo que la gane en los tribunales, ni por concepto de antigüedad ni por concepto de carrera profesional. ¿Cuál es la ventaja entonces?
  • Pero no contentos con esto, el Gobierno de la CAM da un paso más y recupera, como gran incentivo, ¡las peonadas! Hace casi 2 años fueron eliminadas por mor del necesario ahorro. Ahora, ¿en relación quizás con el calendario electoral?, son recuperadas como la mejor manera de motivar y premiar a los médicos por su esfuerzo, convenciéndolos de la necesidad de trabajar tardes y fines de semana. Eso sí, a cambio de una remuneración. ¡Cuanta generosidad! Una vez más, nuestro políticos dan muestra de su estulticia y creen que el dinero (público, que ya se sabe que “no es de nadie”) puede arreglarlo todo. En lugar de acabar con las bolsas de ineficiencia (que las hay, y todos sabemos donde…), en lugar de optimizar los recursos técnicos y humanos, prefiere cerrar los ojos y prometer cualquier cosa. ¿A cambio de qué?, ¿de los votos necesarios para mantenerse…?
  • Cuatrocientos profesionales, exclusivamente jefes de servicio, supervisoras de enfermería, responsables de centros de salud y directivos de la organización sanitaria madrileña, considerados como representativos de la sanidad madrileña, al menos a juicio de la Consejería de Sanidad se juntaron ayer en el Aula Magna del Pabellón Docente del Hospital General Universitario Gregorio Marañón a escuchar las nuevas promesas del Presidente González. Y, o bien no las escucharon o bien están de acuerdo con ellas ya que, en general, aguantaron todo el acto sin, aparentemente, inmutarse ante los insultos y desprecios vertidos hacia los médicos. Insultos y desprecios que cualquiera que viva la Sanidad Pública madrileña día a día sufre y padece (quizá sea ese el problema…). Cuatrocientos profesionales que acudieron voluntariamente, y sabiendo a lo que iban, a la conferencia de autocomplacencia de Ignacio González y su Consejero de Sanidad. ¿Donde ha quedado la dignidad de nuestros superiores? ¿Por qué aguantaron la mayoría de ellos los desprecios que en forma de promesas y mejoras iba vertiendo el Presidente sobre todos los médicos del SERMAS que, por supuesto, no estábamos allí? ¿Quizás la amenaza, más o menos velada, de aplicar de nuevo la ley en forma de jubilación, legal y legítima, a los 65 años los retrajo de manifestar su desaprobación?…
  • Por último, resulta hasta cierto punto decepcionante, que organizaciones que han demostrado su oposición a los planes de la Consejería, que han liderado, en buena parte, la unión de los médicos frente a los planes de la CAM, vean en reuniones como la de ayer alguna “buena noticia”. Al menos, esas fue la opinión inicial de AFEM plasmada en las redes (¿quizás el resbalón esté en relación con el cambio en la responsabilidad de la comunicación en redes sociales de AFEM?). ¿Y qué tiene que ganar AFEM haciendo ahora seguidismo de las envenenadas ofertas de la Consejería de Sanidad?

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En definitiva, ayer asistimos a un nuevo capítulo en la ya demasiado larga lista de desprecios con los que la Consejería de Sanidad, y por extensión el Gobierno de la CAM, nos agradece a los médicos el esfuerzo para mantener mínimamente funcionante un sistema caduco como el actual, donde prima la mediocridad, la gerontocracia y la burocracia, donde se desprecia la profesionalización y la meritocracia y al que parece que nadie quiere, de verdad, arreglar. Y lo peor de todo es que muchos, aún, siguen comprando esa mercancía…

«Quienes ganan las batallas son los borregos, pero quienes ganan las guerras son los hombres libres»

John Steinbeck, escritor estadounidense y Premio Nobel de Literatura (1902-1968)

Tertulias Sanitarias: una oportunidad para el cambio…

¿Y ahora, qué? Ya se ha retirado el plan privatizador de la Consejería de Sanidad de la CAM después de más de un año de conflicto, y las cosas vuelven al mismo punto de partida. ¿Al mismo?, rotundamente no. Los médicos hemos empleado más de un año en oponernos a cualquier iniciativa que haya podio partir de la Consejería. Y la oposición ha consistido, casi exclusivamente, en fiarlo todo a la ruleta rusa de la judicialización. Desde un principio, he mantenido que esperar que sean los jueces los que legislen a favor o en contra es un inmenso error. Esta vez, al menos, ha salido a favor, pero no deja de ser un peligroso, muy peligroso, precedente. Judicializar cualquier decisión legislativa tiene el inmenso riesgo de que la aplicación de las iniciativas de gobierno va a recaer en el criterio, muchas veces ideológico, de los jueces. Y así, puede suceder que lo que hoy es un dictamen favorable a una parte se torne en desfavorable en otra ocasión de acuerdo a la particular ideología de cada juez. ¿Qué sucedería si, dentro de unos años y con otro gobierno de otro color en la CAM, una iniciativa dirigida a cualquier aspecto de la Sanidad Pública es recurrida ante los tribunales, y es aceptada por cualquier juez cuya ideología no coincida con la del partido gobernante?, ¿y si esa iniciativa, buena o mala, es “suspendida cautelarmente” por tiempo indefinido? ¿Estaremos dispuestos a aceptar esas nuevas reglas de juego?

Pero, con independencia del incierto nuevo horizonte que se abre tras esta decisión, lo que no debe olvidarse es que, quitando la batalla judicial, poco más se ha hecho por arreglar los tremendos problemas que asolan nuestra Sanidad Pública. Ni autocrítica, ni análisis de las fortalezas, pero también de las debilidades, ni ideas ni proyectos para un cambio que los médicos (y todo el sistema) necesitamos. Desgraciadamente, ha sido un año perdido en este aspecto. Y las pocas iniciativas sensatas que se han propuesto, y no precisamente las del afortunadamente olvidado “Colectivo de los 600 Jefes”, han sido muchas veces despectivamente tachadas de “colaboracionistas” con el gobierno de la CAM sin siquiera haber tenido una mínima consideración o debate.

Por todo ello, hay que felicitar encarecidamente la iniciativa de las Tertulias Sanitarias que hoy comienza. Esta iniciativa representa un soplo de aire fresco, un foro donde poder discutir e intercambiar opiniones y proyectos para el cambio, y donde lo que prime sea la opinión de los más interesados en que el sistema continúe siendo eficaz. Personalmente, he discutido muchas veces con compañeros de AFEM, y hemos divergido en otras tantas ocasiones, aunque también hemos tenido puntos de encuentro. Pese a ello, o gracias a ello, considero que AFEM está mucho más legitimada para plantear cambios en el modelo de Sanidad Pública que lo que puedan estar cualquiera de los sindicatos, aunque lleven en su nombre la palabra “médico”, o de los partidos políticos, cuyas actuaciones han estado, generalmente, más próximas a la defensa de sus propios y particulares intereses que a la mejora de la Sanidad Pública. Y por todo ello, me siento enormemente honrado de la invitación que la Dra. Mónica García (@Monicamox1) me hizo hace unos días para participar en estas Tertulias. Lo considero realmente un honor y un claro ejemplo de la amplitud de miras y búsqueda de la diversidad de ideas y planteamientos que los organizadores desean para las Tertulias Sanitarias. Estoy convencido de que es éste un camino que tenemos la obligación de explorar y que los médicos debemos apoyar este tipo de iniciativas y procurar que este “brote verde” se consolide y nos permita, de verdad, empezar a hacer el cambio en la Sanidad Pública que tanto necesitamos.

«El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños»

Eleanor Roosevelt (1884-1962), defensora de los derechos sociales, diplomática y escritora estadounidense

Propuestas para la reforma de la Sanidad Pública: algo se mueve…

AES1Después de más de un año de conflicto, por fin parece que empiezan a plantearse alternativas reales para la reforma de nuestra maltrecha Sanidad Pública. Lo que era una exigencia, casi una súplica, se empieza a materializar. Es cierto que quizá no es aún la propuesta definitiva que permita el sustancial cambio que muchos venimos demandando desde hace tiempo, pero es, al menos, un primer punto de partida sobre el que desarrollar estrategias de reforma. En estos días se  empezado a publicar en la web de la Asociación de Economía de la Salud (AES, www.aes.es)  en forma de capítulos, las conclusiones del documento “Sistema Nacional de Salud: diagnóstico y propuestas de avance” que plantea 166 reformas para la mejora del sistema público de salud.

Este documento ha sido elaborado por un grupo de expertos en Salud Pública procedentes de distintos ámbitos y recoge las propuestas de actuación que, a su juicio, debieran llevarse para garantizar la sostenibilidad y el desarrollo futuro de nuestra Sanidad Pública. Aún con los reparos que quieran ponerse a dicha asociación, y a varios de los autores que desprenden un desagradable olor político, el hecho en sí es que constituye la primera propuesta mínimamente sería que se hace de manera profesional para buscar un cambio sustancial en la Sanidad Pública desde el Informe Abril de 1991. Se podrá coincidir o discrepar con algunas o muchas de las ideas propuestas, pero que lejos quedan de las, por decirlo de manera elegante, peculiares medidas propuestas por el autodenominado «colectivo de los 600 Jefes de Servicio» y que afortunadamente para todos perdió cualquier visibilidad.

Las medidas propuestas en este documento, y aún sin conocer en profundidad la totalidad del mismo dado que sólo ha sido publicado el resumen general y el primer capítulo, abundan en las ideas de autocrítica como punto de partida, necesidad de una profesionalización de la gestión y reivindicación de la meritocracia como patrón para la evaluación de la actividad y la gestión de los recursos humanos.

El documento de propuestas comienza reconociendo la existencia de “bolsas de ineficiencia” dentro de la Sanidad Pública. Aún sin definir en profundidad, es una de las primeras muestras públicas de autocrítica, algo que se llevaba mucho tiempo echando en falta…

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Y continúa insistiendo en la necesidad de un cambio, de una reforma del sistema si queremos que realmente mantenga unos elevados niveles de calidad en la atención. Es necesario cambiar, pero manteniendo lo bueno y apoyándose en las fortalezas del sistema, que existen, pero sin que ello ciegue la necesidad de avanzar en las reformas:

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Claramente, el documento presentado por AES hace una decidida apuesta por dos conceptos que muchos venimos demandando desde hace tiempo y que son prácticamente inexistentes en la actualidad: meritocracia y profesionalización. No podría entenderse ninguna reforma de la Sanidad Pública que no se apoyara en un desempeño profesional de la gestión a todos los niveles, no sólo en lo que respecta a las gerencias y direcciones médicas, sino también a la gestión de los servicios clínicos. Además, la meritocracia debe de ser el “patrón oro” sobre el que fundamentar en gran medida las relaciones de los profesionales con el sistema:

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Entre las propuestas concretas apuntadas en el resumen del documento, y que serán desarrolladas en profundidad en los distintos capítulos de los que consta, se vuelve a insistir de manera explícita en las ideas de meritocracia y profesionalización y se plantea algo que, aunque obvio y evidente, no deja de ser revolucionario en el actual statu quo burocrático y gerontocrático como es que la antigüedad en el puesto de trabajo no sea el patrón de referencia al ahora de configurar y reestructurar las plantillas. Del mismo modo, se plantea, ahora sí, la posibilidad de una retribución variable en función del rendimiento:

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Por otro lado, los autores no muestran prejuicios al hablar de aspectos que levantan ampollas cuando se mencionan, como son las medidas de copago, la posibilidad de valorar la colaboración público-privada en la Sanidad Pública o la redefinición de la Cartera de Servicios y el concepto de “todo para todos y gratis”:

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En definitiva, y aunque de manera muy incipiente, somos muchos los que vemos en estas propuestas el inicio de una esperanza de cambio. Y aunque hace falta conocer en profundidad el documento y todas las soluciones que plantea, y aunque se podrá coincidir con unas o discrepar de otras, esta apuesta supone un soplo de aire fresco para afrontar, de manera sensata, el problema de la supervivencia de la Sanidad Pública. Y por primera vez, alejado de los maniqueísmos que son norma en cuanto se sugiere cualquier alternativa original y valiente. Las propuestas hechas por AES, al igual que las planteadas anteriormente desde SEDISA, pueden ser acertadas o erradas, apropiadas o no, pero al fin y a la postre son propuestas de reforma que deberíamos, al menos, tomarnos la molestia de analizar en profundidad. Porque son este tipo de alternativas las que necesitamos para reformar la Sanidad Pública si no queremos que otros nos hagan la reforma…

«No podemos resolver problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos»

Albert Einstein, físico (1879-1955)

 

Bajarnos y tirar del carro…

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Tras un animado e interesante debate acerca de lo que los médicos debemos hacer para intentar el cambio y la reforma que nuestro sistema tanto necesita, la doctora Ana de Pablo, con quien reconozco me gusta debatir ya que es una de las cabezas mejor amuebladas que he encontrado en la red, apunta con este dibujo suyo la necesidad de que “toca bajarse del carro y tirar entre todos” para buscar una solución a la Sanidad Pública.

Y no puedo estar más de acuerdo. Sin embargo, esta saludable iniciativa plantea varios interrogantes. Lo primero, saber hacia donde queremos tirar. ¿Queremos ir por la senda, ya muy trillada, del modelo actual?, ¿tirar para mantener el actual statu quo, con sus virtudes, pero también con todos sus enquistados defectos?, ¿tirar para mantener y perpetuar situaciones de discriminación como las que hoy día son flagrantes en nuestra Sanidad? Si es para eso, probablemente muchos bajemos, pero desgraciadamente para abandonar el carro… Pero si por el contrario queremos cambiar lo que no funciona, eliminar la ineficiencia y la mediocridad existentes, apostar por el reconocimiento del esfuerzo y de los méritos y reformar todo lo necesario para conservar y mejorar nuestro sistema, entonces muchos nos unciremos en primera linea de tiro. Quizás si prescindimos de todo esto sobrante, si nos libramos de lo que nos lastra, el carro sería más fácil de arrastrar. La decisión es nuestra, pero conviene que lo vayamos decidiendo.

Pero no sólo es necesario bajarse y tirar. También necesitamos no olvidar nuestras deficiencias. Es preciso recordarlas siempre, aún en los momentos de regocijo tras las pequeñas o grandes victorias que se consigan. Siempre debe de haber alguien que, a semejanza de lo que tenía por costumbre hacer el rey persa Darío, mantenga e insista, aún a costa de ser repetitivo, en este recuerdo. Darío, que vivió entre los siglos V y V a. C., fue un extraordinario guerrero y gobernante. Sus poderosos ejércitos extendieron su imperio entre Europa y el este de Asia, y su olfato y pericia política le permitieron gobernar y engrandecer sus vastos territorios. Sin embargo, aún en medio de su grandeza, no podía olvidar la derrota que los atenienses le habían infligido en la batalla de Maratón. Para recordarlo siempre dispuso que uno de sus servidores tuviera como única misión seguirlo a todas partes, inclusive en los grandes festines de la corte, para decirle al oído, incluso cuando en los momentos más alegres: «acuérdate de los atenienses», evitando así que sus conquistas le hicieran olvidar sus fallos y defectos y la necesidad de porfiar para acabar con ellos.

Porque si olvidamos lo que necesitamos cambiar y mejorar, corremos el riesgo de ir, como dijo el mejor Marx (Groucho) “de victoria en victoria hasta la derrota final”

Año I: Los Médicos y la Oportunidad (¿perdida?) de un Cambio Necesario

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En el idioma chino, la palabra “crisis” (危机, weiji), se compone de dos ideogramas: Wēi (危) que se traduce como “peligro” o “amenaza” pero también de Jī (simplificado: 机, tradicional: 機) que se puede traducir como “punto crucial” u “oportunidad”. Dicho de otra manera, toda crisis engloba en si misma una oportunidad de ruptura y cambio que puede suponer un avance significativo si se sabe aprovechar adecuadamente.

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Hace poco se ha cumplido un año desde que la Consejería de Sanidad de la CAM anunciara su plan privatizador de 6 Hospitales públicos y varios Centros de Salud, plan que en este momento se encuentra sub iúdice tras la paralización cautelar decretada por un auto del TSJM. La oposición al plan privatizador de la CAM logro inicialmente unirnos en su contra a la casi totalidad de los médicos que trabajamos en la Sanidad Pública madrileña en una gran #mareablanca, pero pasados los primeros momentos una cuestión emerge cada vez con más fuerza: ¿unirnos?, ¿para qué?, ¿para defender a ultranza el actual statu quo?, ¿o para aprovechar realmente la oportunidad que encierra cada crisis y propiciar un más que necesario cambio en el sistema? Desgraciadamente, parece que los médicos hemos concentrado todos nuestros esfuerzos en defender el estado actual del sistema, en “quedarnos como estábamos”,antes que en intentar aprovechar la fuerza generada para cambiar un sistema caduco que pide a gritos un cambio radical para evitar su desaparición, que lamentaríamos tanto nosotros como las generaciones venideras.

Desde un primer momento he mantenido que la raíz del problema de nuestra Sanidad Publica no estaba sólo en las intenciones privatizadoras de la Consejería de Sanidad de la CAM, sino que estas eran más bien las consecuencias de una pésima gestión del modelo de Sanidad Pública. Hace unos meses escribí una entrada en este blog (“Sí se puede pero, ¿queremos?”) acerca de los cambios que, al menos en mi opinión, deberíamos promover si queremos mantener una Sanidad Pública de calidad. Pero, sin embargo, ¿qué hemos hecho durante todo este tiempo?

  • Hemos obviado por completo realizar una imprescindible autocrítica de nuestras actuaciones. No somos capaces de considerar que nuestro sistema exige una labor de limpieza, de eliminación de la mediocridad que lo invade, de acabar con la burocracia que lo atenaza. Que es necesario establecer medidas serias que permitan eliminar el despilfarro, la corrupción o la ineficacia, que existen en el Sanidad Pública aunque muchos prefieran ignorarlo (ellos sabrán por qué…).
  • No hemos sido capaces de presentar alternativas creíbles, más allá de la frustrada intentona del autodenominado “colectivo de los 600 Jefes de Servicio”, y cuyas propuestas, algunas realmente peculiares por decirlo de alguna manera, desaparecieron de la circulación en cuanto éstos notaron el aliento de la “jubilación forzosa a los 65 años” en su nuca. A partir de ese momento, ni una significación, porque ya se sabe que “el que se mueve no sale en la foto” (del 30% de prolongaciones…).
  • Hemos rechazado, muchas veces sin ni siquiera conocerlas en profundidad, opiniones que buscaban ofrecer alternativas y buscar soluciones que permitan la supervivencia y el avance del sistema. Opiniones que han provenido desde múltiples ámbitos, algunas bien intencionadas, otras disparatadas, pero que merecían algo más que el enrocarse en una defensa de un modelo agotado. Y lo peor de todo es que aquellos que han mostrado discrepancias frente a esta defensa numantina han sido tachados en muchas ocasiones poco menos que de “colaboracionistas” o de estar a favor de los planes privatizadores de la Consejería. Y nada más lejos de la realidad.
  • Nos hemos arrojado, posiblemente sin pensarlo demasiado, en brazos de partidos políticos y sindicatos. Y conviene recordar que esos partidos que hoy dicen defendernos en Madrid son los mismos que en otras comunidades autónomas, donde gobiernan, mantienen una situación de deterioro y precariedad en la Sanidad Pública cuanto menos similar a la que aquí dicen combatir. Y que decir de esos sindicatos, que ahora se vanaglorian de defendernos pero que en el año 2006 no tuvieron ningún reparo en contribuir a la discriminación laboral y económica de parte de los médicos de la Sanidad Pública avalando con su firma el actual Modelo de Carrera Profesional. ¿Y en éstos confiamos para solucionar nuestra crisis?
  • Demonizamos actitudes como el “ánimo de lucro”, muchas veces sin conocimiento de lo que significa en realidad y sin ser conscientes de las repercusiones que para otros compañeros que trabajan, y excelentemente en muchos casos, en sistemas distintos de la Sanidad Pública. Han proliferado las opiniones que se han permitido el dudoso lujo de cuestionar tanto la calidad de su trabajo como de sus intenciones, incluyendo a todos por igual en el imaginario saco creado del “ánimo maligno de lucro”.
  • Finalmente hemos cometido el que, a juicio de muchos, es uno de los mayores errores que se puede cometer actualmente en España: hemos judicializado nuestro problema. Fiar todo hoy en día a la decisión de unos jueces es, cuanto menos, arriesgado. Y aún abundando en España jueces honrados, ejemplos de sentencias guiadas por criterios políticos no faltan: GAL, Filesa, Bárcenas, Gómez de Liaño, Garzón, 11-M, Blesa, Malaya, doctrina Parot,… Creemos y defendemos que los jueces nos darán la razón “porque nuestra causa es justa y ellos son honestos”. Y así ha sido mientras han sentenciado en contra de los intereses de la CAM. Eso sí, en cuanto un juez ha tomado una decisión, discutible pero ajustada a la legalidad vigente, que nos parece contraria han surgido infinidad de voces afirmando, sin rubor alguno, la manifiesta parcialidad del juez y sus innegables lazos político-familiares que, sin dudad alguna, “le incapacitan claramente para administrar justicia en este caso”. Este es el concepto de justicia que tenemos en España: cuando nos dan la razón, es porque “es lo justo” y cuando sentencian (o incluso antes) en contra, es porque “prevarican porque están vendidos al poder de turno”. Las últimas declaraciones de la portavoz de AFEM así lo atestiguan: “La justicia debe actuar con responsabilidad y conciencia social…» ¿Y si falla en contra es que es irresponsable y no tiene conciencia social? Con esta concepción de la justicia, ¿dónde queremos ir?

Pero, ¿y si en todo esto existiera la oportunidad que estamos buscando para el cambio?, ¿y si estuviéramos desaprovechando la ocasión para afrontar, de una vez por todas, las reformas que llevan tanto tiempo demorándose?

  • Tenemos la oportunidad de apostar, con la evidencia de los hechos y no sólo con las palabras, por un sistema que verdaderamente prime la meritocracia sobre la gerontocracia o el amiguismo, que se cimente sobre los mejores y saque del sistema a los peores y a los que se aprovechan del sistema en su propio beneficio.
  • Tenemos que defender la profesionalización de la gestión, pero a todos los niveles. No basta sólo con que el Gerente o el Director Médico lo sean y dejen de ser nombramientos “políticos”. También es necesario que lo sean los cargos intermedios, los Jefes de Servicio y de Sección, abandonando el sistema de designación actual basado, muchas veces, en tribunales constituidos “ad hoc” que premian gerontocracia/burocracia sobre auténtica meritocracia.
  • Debemos luchar contra la discriminación laboral y retributiva existente en el actual modelo de Sanidad Pública, que mantiene eventuales contratados de manera cuasi perenne (¡llegando incluso a la perversión de denominarlos “eventuales estructurales”!). Sorprendentemente, surgen ahora voces que claman contra la “doble escala salarial” que podría haberse aplicado en los hospitales privatizados. Sorprendentemente porque algunas proceden de Jefes y ex-Jefes de Servicio o Sección, con muchos años de profesión, y a los cuales nunca se les había escuchado previamente protestar contra es “doble escala” a la que estaba y continúa estando sometida la plantilla con contrato eventual en sus propios Servicios. Será que ahora sí podía considerarse discriminatoria la “doble escala salarial”…
  • Y tenemos la oportunidad de intentar el cambio proponiéndole a la administración medidas reales. Medidas que supongan de verdad una oportunidad de mejorar la Sanidad Pública. Medidas prácticas como las propuestas hace ya más de 20 años en el Informe Abril, por ejemplo. Medidas que incluían favorecer la meritocracia y la retribución por objetivos, la competitividad intercentros, aumentar la profesionalización y responsabilidad en la gestión a todos los niveles (también en los mandos intermedios), introducir mecanismos de copago,… Medidas que sin duda aportarían aire fresco y una nueva ilusión a un sistema tan cerrado como el nuestro actual y que permitirían aumentar la motivación personal, optimizar los recursos públicos y, probablemente y como una consecuencia derivada de las mismas, optimizar la gestión de la Sanidad Pública. Medidas que, por otro lado, ya se aplican en otros modelos de Sanidad Pública como el de los Países Bajos, considerada en 2012 la mejor Sanidad Pública de Europa (ranking en donde España aparece en el puesto 24 de los 34 países analizados…)

Con todo, podría pensarse que tras un año de batalla y #mareablanca, y habiendo parado el primer golpe, los médicos habríamos entendido la necesidad de cambiar y evolucionar para mejorar. Pero pese a todo esto, ¿qué hemos ofrecido los médicos para asegurar la supervivencia de la Sanidad Pública? La última manifestación de quienes dicen representarnos consiste, tan solo, en una Carta a los Médicos Madrileños donde brillan por su ausencia cualquier mínimo atisbo de autocrítica o de propuestas reales para el cambio y la mejora. Pero lo que es cierto que cada vez somos más los médicos que estamos convencidos de la necesidad de reformar todo el sistema desde dentro, cambiándolo radicalmente para que siga siendo lo que siempre ha sido, un referente en la Sanidad Pública, sin necesidad de que empresas ajenas se hagan cargo de la misma. Y que estamos dispuestos a luchar por liberarnos de toda la grasa mediocre que le sobra al sistema y por buscar un futuro común que nos permita poder seguir desarrollando nuestra labor con la máxima calidad, pero también con renovada ilusión en nuestro esfuerzo. Pero es cierto que aún no somos bastantes, y que nos enfrentamos no sólo a unos políticos ignorantes e inútiles, con un desconocimiento tremendo de la realidad, sino también a un sistema gerontocrático y burocrático rígido que se resiste a renunciar a sus privilegios y a modificar, en manera sustancial, su statu quo adquirido, y que intenta, por todos los medios, involucrarnos a la mayoría en su defensa. En nuestras manos esta la oportunidad de aprovechar esta crisis para el cambio…

 “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio”

Octavio Paz (1914 – 1998), poeta, escritor y diplomático mexicano

 

La ruleta rusa de la judicialización de la Sanidad Pública

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Después de casi un año de movilizaciones contra el plan privatizador de la Consejería de Sanidad de la CAM, la situación de la Sanidad Madrileña lejos de solucionarse se complica cada día que pasa.

Hace unos meses publiqué una entrada en este mismo blog con respecto a la cada vez mayor judicialización de la Sanidad Pública. A día de hoy, esta situación no sólo no se ha resuelto sino que se complica todavía más. Ayer se conoció la decisión tomada por parte del presidente de la Sala de lo Contencioso del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) de aunar en una sola Sala la decisión acerca de todos los recursos planteados contra el plan de privatización sanitaria. Esta decisión, legal por completo, se ha visto empañada por la circunstancia de que el susodicho presidente de Sala es marido de una Consejera de un Gobierno autonómico del Partido Popular, el mismo partido que detenta el Gobierno en la CAM. Casi de manera inmediata a conocerse esta resolución se alzaron voces contrarias a la misma acusando, de manera más o menos velada, al Juez de “potencial ánimo prevaricador” y de “tener intereses personales relacionados con el asunto a juzgar”.

Desde hace tiempo vengo sosteniendo que los médicos nos hemos equivocado al pretender fiar la resolución de nuestros problemas a la decisión de uno o diferentes jueces. Conociendo como funciona la Justicia en España, confiar en ella es lo más parecido a jugar a la ruleta rusa. Ahí están sentencias como las del GAL, 11-M, Blesa, Camps, Garzón, Malaya, Faisán, etc., que demuestran la peculiar manera de entender la justicia de muchos de nuestros jueces.

Y nos equivocamos aún más cuando, de una manera tan simplista, consideramos que cuando los jueces nos dan la razón lo hacen porque son justos, imparciales y rectos pero que cuando no nos la dan, es porque son ineptos, parciales o corruptos. Y los jueces, desgraciadamente, en España parecería que se guían más por sus afinidades ideológicas que por un estricto sentido de la Justicia, y para muestra vale cualquiera de las sentencias citadas más arriba.

Aún siendo cierto que este juez, si realmente hubiera sentido de la responsabilidad y el deber en España, debiera apartarse de un caso tan politizado como este por su personal relación, no podemos pretender que se convierta en la pantalla que oculte el principal de nuestros problemas.

El peor error que hemos cometido, y que seguimos cometiendo, es no haber sido capaces, en todo un año, de plantear, y liderar, de manera seria, reflexiva y autocrítica, alternativas para el cambio que nuestra Sanidad Pública tanto demanda. Todos somos conscientes de las virtudes de nuestro sistema, pero también de sus defectos. Y todos sabemos que debemos sacudirnos toda esa grasa sobrante, toda la mediocridad ineficiente, si queremos que la Sanidad Madrileña continúe siendo una referencia. Pero, en estos más de once meses, no hemos sido suficientemente atrevidos como para proponer, públicamente, las medidas que muchos, privadamente, reconocemos y reclamamos. Y cuando alguien ha tenido la osadía de hacerlo, ha sido tachado por esa masa mediocre y borreguil que aún existe como “colaboracionista” o de “estar a favor de la privatización». Una vez más, la ceremonia de la confusión interesada que sólo beneficia a esa casta gerontocrática y burocrática que teme perder su privilegiada situación y lucha con denuedo para mantener su particular statu quo.

¿Y si el recurso final del TSJM no nos da la razón, qué hacemos? ¿Continuar recurriendo a instancias judiciales superiores obteniendo ora victorias, ora derrotas, mientras mantenemos el inmovilismo actual y el sistema sigue deteriorándose? ¿O seremos lo suficientemente valientes y atrevidos como para encabezar la reforma y luchar por mantener y mejorar un sistema en el que creemos? Porque hay una cosa clara, ¡Si Se Puede! pero, ¿queremos?

“Cuando un hombre pide justicia es que quiere que le den la razón.” 

Santiago Rusiñol i Prats, pintor, escritor y dramaturgo español (1861-1931)

Autocrítica: necesaria para todos…

autocritica

Autocrítica: juicio crítico sobre obras o comportamientos propios (Diccionario de la Lengua Española de la R.A.E. 23ª edición)

La autocrítica consiste no sólo en ser conscientes de los propios errores o fallos cometidos, sino que implica asumirlos como tal e intentar enmendarlos. La autocrítica lleva implícita un conocimiento de las fortalezas y debilidades propias con el objetivo final de mejorar para avanzar, sin caer en el recurso fácil de achacar todos los males a lo que nos rodea. No pasa nada por reconocer un error, no es necesario buscar continuamente enemigos donde no los hay. La autocrítica es la virtud de los fuertes, de aquellos que no tienen miedo a reconocer un error porque saben que son capaces de superarlo y mejorar. De aquellos que quieren crecer y no estancarse. De aquellos que no se regodean en halagos vanos por lo ya conseguido y que siempre miran más allá. De los que están convencidos de que siempre se puede hacer mejor. Pero no deja de ser sorprendente que tantos como exigen autocrítica son incapaces de aplicarla a sus propias actuaciones.

Recientemente, tres hechos nos hacen ver el valor de la autocrítica o, más bien, de la ausencia de ella:

  • Ayer, las aspiraciones de la ciudad de Madrid de organizar los Juegos Olímpicos de 2020 se vieron truncadas tras la votación de los miembros del COI que otorgó los mismos a la ciudad de Tokyo. Con independencia de las innegables bondades que el proyecto de Madrid tenía, así como de la extraordinaria presentación que se hizo de la misma, el resultado final no fue el deseado. ¿Por qué? Inicialmente, como siempre suele suceder, surgieron las voces que acusaban la decisión tomada por los miembros del COI de “injusta”, y a los propios miembros poco menos que de “caraduras”, “sinvergüenzas”, “corruptos” o “estómagos agradecidos”… Han pasado ya casi 24 horas desde la decisión y aún no hay un mínimo atisbo de autocrítica, de pensar que se hizo mal, donde se falló y por qué no convenció nuestra candidatura. Parece imprescindible, y es una exigencia de gran parte de la población española, un análisis profundo y desapasionado de los motivos que nos han conducido a un nuevo fracaso. Quizás es aún demasiado pronto pero, ¿habrá alguna autocrítica?
  • El diario El País publica hoy los resultados de una encuesta sobre intención de voto. Con independencia de los mismos, lo que más llama la atención es que, pese al deterioro creciente de nuestra clase política, al continuo rosario de casos de trinque y corrupción que los rodea, los dos partidos mayoritarios continúan acaparando más del 60% de la intención de voto. Y aquellos partidos que se presentan públicamente como alternativas a los dos tradicionales apenas alcanzan a convencer, de manera conjunta, a un 20% de los potenciales votantes. Han pasado más de 12 horas desde la publicación de esta encuesta y los responsables de estos dos partidos, que aspiran a convertirse en alternativas y recoger el voto desencantado de los dos grandes corruptos de nuestra democracia, aún no se han dignado a realizar un sano ejercicio de autocrítica y analizar por qué no son capaces de ilusionar a un mayor porcentaje de votantes o que cambios necesitan hacer para lograrlos. Parece necesario que ambos reflexionen sensatamente acerca de los errores y debilidades de sus alternativas. Quizás es aún demasiado pronto pero, ¿habrá alguna autocrítica?
  • Hace casi un año que los médicos mantenemos un enfrentamiento franco con la Consejería de Sanidad de la CAM por sus planes privatizadores. En todo este tiempo, se han sucedido manifestaciones, huelgas, protestas y recursos judiciales frente a los planes de la Consejería. Pero, una vez más, la autocrítica no ha existido. Y cada vez resulta más difícil esconder su ausencia. Muchos médicos, que nos unimos inicialmente a las manifestaciones y protestas, estamos decepcionados con esta ausencia total de autocrítica por parte de quienes dicen representarnos. Y más, conociendo un poco como funciona nuestra Sanidad Pública. Cualquier cosa propuesta que hagamos pierde parte de su fuerza y legitimidad cuando se compara frente a la nula capacidad de reconocer los errores cometidos a lo largo de muchos años. Parece que existe un miedo insuperable a afrontar la realidad y reconocer que a la actual situación se ha llegado, al menos en parte, gracias a la pésima gestión y los errores que los médicos hemos cometido en muchos aspectos del sistema. Parece que ocultarlos hace que no existan. Que no se hayan cometido abusos, discriminaciones, corruptelas o malversaciones. Que sólo es responsable “el otro”… Cada día es más necesaria esta reflexión. Quizás no es aún demasiado tarde pero, ¿veremos alguna autocrítica?

“Reprender a los demás es muy fácil, pero es muy difícil mirarse bien a sí mismo»

San Francisco de Sales (1567-1622)

Sobre lo ilusorio y lo verdadero…

embajadores

Esta pintura de 1533, “Retrato de Jean de Dinteville y Georges de Selve”, más conocida como “Los Embajadores Franceses”, es obra del pintor alemán Hans Holbein el Joven y representa a Jean de Dinteville, a la izquierda, embajador de Francia en Inglaterra, y a su amigo, Georges de Selve, a la derecha, obispo de Lavaur y que, ocasionalmente, fue embajador de Francia ante el Emperador Carlos V, la república de Venecia o la Santa Sede. Uno de los aspectos más llamativos del cuadro es la extraña figura en primer plano, a veces llamada hueso de sepia, y cuyo significado ha sido discutido durante siglos. Hoy conocemos que se trata de un cráneo muy deformado mediante una técnica denominada anamorfosis, forma extrema de la perspectiva descrita por vez primera en los cuadernos de Leonardo Da Vinci, y que estaba de moda en la Inglaterra de los Tudor. La forma carece de sentido vista de frente pero si uno se aproxima al cuadro por un lado y lo mira desde unos 2 metros, a la altura de los ojos de los embajadores aparece una calavera.

anamorfosis

El contraste de este cráneo con el tema principal de esta pintura nos permite ver de manera visible la verdad invisible que se esconde detrás de la superficie de las apariencias y nos induce a mirar más allá de la superficie y desde una perspectiva diferente con el fin de encontrar la verdad. Cuando se mira el retrato desde el ángulo derecho, es posible ver hermosos detalles y se considera al cráneo como a una sombra. Pero cuando un observador ve el retrato desde el ángulo izquierdo, verá el cráneo oculto, o la verdad, pero los dos hombres y la habitación de lujo será distorsionada y carente de sentido. ¿Cuál es la verdad? ¿Cuál es la ilusión?

Algo similar ocurre, o debiera ocurrir, cuando nos alejamos, aunque sea momentáneamente, de la rutina diaria, como sucede especialmente durante el periodo de vacaciones. Es entonces cuando podemos alejarnos de las miserias de la mediocridad que muchas veces nos rodea y poner la perspectiva en lo auténticamente importante, en lo que conforma el núcleo de nuestra existencia. Después de un curso marcado por la perenne inestabilidad contractual, por el desgaste de una, en ocasiones estéril, pelea por lograr ese cambio real en el sistema que cada día parece más lejano o por la lucha y resistencia frente a los mediocres que pueblan nuestro diario devenir (¡con lo que incordian a veces!), cambiar el punto de visión no puede más que causar alivio y satisfacción. Cuando hemos conseguido alejarnos de todo esto, ya sea física o mentalmente, es cuando somos conscientes de lo que verdaderamente nos importa, y de a quién realmente le importamos. Y es gracias a esta nueva visión cuando descubrimos, o re-descubrimos, que nuestra vida es mucho más importante, para nosotros y para quien nos quiere que el decorado que nos rodea a diario. Y que nuestro particular núcleo, familia y amigos, es, a semejanza de la anamorfosis del cuadro de Holbein, nuestra verdad. Y quizás, pero sólo quizás, lleguemos a darnos cuenta algún día de que lo que realmente somos, o lo que queremos ser, lo es por y para ese núcleo. Y que somos auténticamente nosotros mismos cuando podemos compartir y disfrutar con ellos, cuando nos basta su compañía para cambiar por completo nuestra perspectiva, para pasar de lo ilusorio a lo verdadero. Desgraciadamente, muchos no siempre lo logramos tanto como nos gustaría y sólo nos damos cuenta de que lo necesitamos cuando hemos vuelto a contemplar la realidad desde la perspectiva equivocada, desde lo ilusorio, desde el frente del cuadro de Holbein, con sus miserias y mediocridades. Y es el ser consciente de esto lo que nos impulsa a seguir luchando, por volver a ver nuestro núcleo, por disfrutar de nuevo de nuestra verdad.

Lo verdadero es siempre sencillo, pero solemos llegar a ello por el camino más complicado.

George Sand, escritora francesa (1804-1876)

Manual del Perfecto Mediocre

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Cada vez con mayor fuerza somos conscientes de que España se está convirtiendo en un país de mediocres. Sea por la idiosincrasia propia del español o por la ineptitud de sus actuales gobernantes, grandes mediocres también, lo cierto es que, cada vez con mayor frecuencia, nos enfrentamos a esta particular casta y sus consecuencias. Desgraciadamente, la mediocridad no entiende de organizaciones ni de contratos. Pueden encontrarse mediocres en cualquier trabajo, tanto en la función pública como en la empresa privada, tanto con contrato o plaza en propiedad como con empleo eventual y transitorio. El mediocre no siempre nace, también se hace. Cualquiera, con el suficiente esfuerzo y dedicación puede llegar a ser un auténtico mediocre.

Por supuesto que toda generalización es falaz por definición, pero sin duda que un verdadero mediocre debe reunir varias de estas características:

  • Aunque en cualquier organización existen mediocres en la sombra, que tan solo tienen interés en sobrevivir y muestran un perfil bajo que no los comprometa demasiado, el objetivo del perfecto mediocre es siempre medrar, sin miedo y sin límite… y para ello hará todo lo que sea necesario.
  • El verdadero mediocre siempre se postra ante sus superiores con independencia de lo arbitrarias o no de sus actuaciones. El superior, cuanto mas inmediato sea, más en posesión de la verdad está. Y cuanto mayor sea el grado de mediocridad del superior, mas devoción le tendrá el aspirante. Al fin y a la postre, tiene tanto aprender…
  • El buen mediocre mantiene su base de conocimientos estancada. Si no se le paga por ser más inteligente y mejor formado de lo que estaba el año pasado, ¿por qué molestarse en aprender? Si nadie les da ningún crédito adicional por trabajar por encima del mínimo, ¿por qué preocuparse?
  • El mediocre compensa su estancamiento profesional con una extraordinaria habilidad para apropiarse del trabajo ajeno en su propio beneficio y, por supuesto, sin el menor remordimiento. Más aún, el mediocre estará siempre convencido de que todo el mérito es suyo y no reconocerá jamás haberse aprovechado del esfuerzo de otros. Al fin y al cabo, ¿quiénes son los demás para cuestionarle?
  • Un mediocre no conoce amigos, sólo intereses particulares en cada momento, y le sorprende que alguien se rija por otro código diferente. Para el mediocre, las actuaciones y comportamientos de los demás son acertadas o erróneas en función de su propio interés. El mediocre casi nunca agradece. No ve motivo real para ello.
  • El mediocre carece por completo de capacidad autocrítica. Si algo sale mal, el responsable siempre será el estamento superior. Y si es dentro de la función pública, ¡siempre la Administración! Por supuesto, un mediocre jamás reconocerá hacer algo mal pero, lo que es peor, muchas veces ni siquiera será consciente de ello.

Pero donde el verdadero mediocre se muestra en su máximo esplendor dentro de su organización es cuando alcanza un status superior, cuando es, por fin, Jefe. Es aquí y ahora cuando las características del mediocre más resaltan, materializándose el Principio de Peter según el cual “en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su máximo nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse”. Y que además de este axioma, establece otros dos: “con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus funciones” y “el trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia”.

  • El perfecto Jefe mediocre se caracteriza por estar absoluta e íntimamente convencido de su enorme valía. Si es Jefe es porque lo vale, porque está a una distancia sideral de los demás, porque sus incontables méritos le avalan. Es Jefe por designio cuasi-divino, y todos sus subordinados deben, no sólo asumirlo, sino también reconocer este hecho y mostrarse alborozados por ello. El mediocre es el perfecto émulo del Rey Sol: su organización es él. ¡Vamos, que solo le faltaría acuñar su propia moneda!
  • El Jefe mediocre es especialmente hábil en detectar las potencialidades de sus subordinados. Y tan marcada es esta capacidad que reconoce de inmediato cuál de ellos puede, en un momento dado, hacerle sombra e impedir su desarrollo. El Jefe mediocre está por ello siempre dispuesto a bloquear cualquier iniciativa que, aunque pudiera ser también beneficiosa para él mismo o su organización, pueda suponer un reconocimiento para cualquiera de sus subordinados. No lo verá jamás como una perdida, sino más bien como una inversión destinada a garantizar su propia supervivencia futura. Por este motivo, el Jefe mediocre procura rodearse de subordinados dóciles y manejables, y descarta, en cuanto puede, a todos aquellos que, aún pudiendo representar un activo que prestigie su organización, no reconozcan su superioridad y puedan incluso, ¡tremenda osadía!, cuestionarle en su mediocridad.
  • El auténtico Jefe mediocre intentará siempre mantener un sistema de castas y privilegios dentro de su organización. Total, para que haya superiores deben existir los inferiores. Esto ha sido así siempre, y así debe seguir siendo. Es el sistema rígido de castas de donde emana su poder, ¡y abolirlas supondría la horrísona posibilidad de que pudiera ser desplazado por un no-mediocre!
  • Si el mediocre se caracteriza por su aprovechamiento en beneficio propio del esfuerzo de los demás compañeros, en el Jefe mediocre esto se convierte en leit-motiv de su existencia. Atribuirse sin rubor méritos ajenos no es un problema para estos jefes. Ellos siempre estarán convencidos de que estos méritos se han obtenido gracias a su benéfico influjo y guía, y que, por lo tanto, le pertenecen.

Corolario: “A un hombrecillo, dale un carguillo”

“Seuls les médiocres sont toujours à leur meilleur”
Jean Giraudoux
Novelista, dramaturgo y diplomático francés (1882 – 1944)