Retribución variable en la Sanidad Pública: ¿amenaza u oportunidad?

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El Grupo Parlamentario Popular y el de UPyD en el Congreso de los Diputados han propuesto, dentro de la Subcomisión para el análisis de los problemas estructurales del sistema sanitario, que los profesionales sanitarios tengan variables en su retribuciones «en función de lo que se es, se hace y los resultados que se obtienen», para lo que se debería medir su productividad, índices de satisfacción y calidad del servicio prestado. Esta Subcomisión fue creada en marzo de 2012 y durante un año y 8 meses ha analizado los problemas de la sanidad en España y las reformas que se deben acometer. Fruto de sus trabajos, se ha elaborado un documento sobre el futuro de la sanidad que incluye, además de lo citado, recomendaciones como “favorecer que el profesional gane protagonismo, reconocimiento y autonomía en la gestión clínica” o “desarrollar la colaboración con la iniciativa privada, procurando la optimización de los recursos del sistema público”.

De inicio, la propuesta de la Subcomisión de apostar por una retribución variable parece sensata e, incluso, deseable. ¿A quién no le apetece cobrar más si su trabajo es mejor? O, dicho de otra manera, ¿es lógico cobrar todos por igual con independencia de la calidad del trabajo realizado?, ¿es razonable que se valore igual a los que hacen mucho y mejor que a los que hacen poco y peor? Sin embargo, algo que pudiera parecer tan lógico ha generado una importante polémica entre los médicos y un animado debate en las redes sociales. Llama la atención que, aparentemente, son más los que se oponen de entrada a esta medida que los que la contemplan como algo que merece la pena considerar. Desgraciadamente, esto parece ser un nuevo reflejo de la concepción que de la Sanidad Pública tiene la casta gerontocrática y burocrática, que se resiste a cualquier mínima posibilidad de cambio en su statu quo con independencia de que pudiera o no resultar beneficioso. Un sistema que contemple una retribución variable es un avance para todos aquellos que demandamos cambios en la Sanidad Pública y que apostamos decididamente por un sistema público basado en profesionalización, meritocracia y laboralización. Da la impresión de que lo que subyace es el miedo a hacer públicos unos resultados que, por la propia concepción de la sanidad, debieran serlo desde el inicio. Parece increíble que en España no se puedan conocer y hacer públicos los resultados que los médicos obtenemos en nuestra actividad diaria. A nadie se le escapa que en otros ámbitos de la vida exigimos siempre un conocimiento de resultados, fiabilidad, pros- y contras de cualquier producto que pretendemos adquirir. Y con más razón debiéramos exigir su conocimiento en todo lo que atañe a la salud. Una medida tan simple como contemplar la retribución en función de lo que se hace y como se hace permitiría una autoevaluación continua, un conocimiento constante de las fortalezas y debilidades propias y tomar todo ello como punto de referencia para mejorar en la atención.

Algo aún tan en pañales en España, es ya una realidad en otros países de nuestro entorno. En el Reino Unido se pueden consultar desde junio de 2013 las tasas de mortalidad y morbilidad en determinados procedimientos quirúrgicos. La medida, que generó muchas críticas, ha demostrado algo ya conocido: que los cirujanos que menos intervenciones realizan, son los que obtienen peores resultados. Y este hecho, y más en el contexto de un área sanitaria única como sucede en la Comunidad de Madrid, concede a los pacientes la opción de poder elegir que cirujano o equipo quirúrgico desean que les intervengan a tenor de los resultados publicados. Por otra parte, las propias Sociedades Científicas del Reino Unido han reconocido que estas auditorias contribuyen a disminuir la morbi-mortalidad de los procedimientos y a mejorar los estándares de calidad.

¿Y en España, qué? Retribuir en función del trabajo realizado y de los resultados obtenidos es la mejor manera de discriminar a los mediocres, siempre y cuando se contemple dentro del trabajo no sólo la labor meramente asistencial, sino también las labores docente e investigadora que conforman la actividad médica. Y aquí es, probablemente, donde esté el mayor escollo para desarrollar esta medida. ¿Quién y cómo se va a evaluar la actividad?, ¿qué parámetros se van a considerar?, ¿qué grado de participación vamos a tener los médicos en estas auditorias?, ¿cómo se van a publicitar los resultados?…

Pero quizás, con medidas de este tipo que busquen mejorar la calidad de la atención médica, consigamos que la Sanidad Pública mejore en las clasificaciones internacionales, como proporcionada por el Euro Health Consumer Index 2013. Este Índice se obtiene a partir de datos de estadísticas públicas, encuestas a pacientes e investigaciones independientes, y pretende establecerse como una herramienta para evaluar los sistemas sanitarios modernos. En su última edición recientemente publicada, España aparece en el puesto 19 de los 35 países analizados (a pesar de todos los que proclaman que es “la mejor Sanidad de Europa”), por detrás de los países más avanzados de Europa y por delante tan solo de países como Macedonia, Hungría, Albania, Bulgaria, Malta,…, e Italia. ¿Es para estar orgullosos y no querer cambiar nada?

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Año I: Los Médicos y la Oportunidad (¿perdida?) de un Cambio Necesario

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En el idioma chino, la palabra “crisis” (危机, weiji), se compone de dos ideogramas: Wēi (危) que se traduce como “peligro” o “amenaza” pero también de Jī (simplificado: 机, tradicional: 機) que se puede traducir como “punto crucial” u “oportunidad”. Dicho de otra manera, toda crisis engloba en si misma una oportunidad de ruptura y cambio que puede suponer un avance significativo si se sabe aprovechar adecuadamente.

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Hace poco se ha cumplido un año desde que la Consejería de Sanidad de la CAM anunciara su plan privatizador de 6 Hospitales públicos y varios Centros de Salud, plan que en este momento se encuentra sub iúdice tras la paralización cautelar decretada por un auto del TSJM. La oposición al plan privatizador de la CAM logro inicialmente unirnos en su contra a la casi totalidad de los médicos que trabajamos en la Sanidad Pública madrileña en una gran #mareablanca, pero pasados los primeros momentos una cuestión emerge cada vez con más fuerza: ¿unirnos?, ¿para qué?, ¿para defender a ultranza el actual statu quo?, ¿o para aprovechar realmente la oportunidad que encierra cada crisis y propiciar un más que necesario cambio en el sistema? Desgraciadamente, parece que los médicos hemos concentrado todos nuestros esfuerzos en defender el estado actual del sistema, en “quedarnos como estábamos”,antes que en intentar aprovechar la fuerza generada para cambiar un sistema caduco que pide a gritos un cambio radical para evitar su desaparición, que lamentaríamos tanto nosotros como las generaciones venideras.

Desde un primer momento he mantenido que la raíz del problema de nuestra Sanidad Publica no estaba sólo en las intenciones privatizadoras de la Consejería de Sanidad de la CAM, sino que estas eran más bien las consecuencias de una pésima gestión del modelo de Sanidad Pública. Hace unos meses escribí una entrada en este blog (“Sí se puede pero, ¿queremos?”) acerca de los cambios que, al menos en mi opinión, deberíamos promover si queremos mantener una Sanidad Pública de calidad. Pero, sin embargo, ¿qué hemos hecho durante todo este tiempo?

  • Hemos obviado por completo realizar una imprescindible autocrítica de nuestras actuaciones. No somos capaces de considerar que nuestro sistema exige una labor de limpieza, de eliminación de la mediocridad que lo invade, de acabar con la burocracia que lo atenaza. Que es necesario establecer medidas serias que permitan eliminar el despilfarro, la corrupción o la ineficacia, que existen en el Sanidad Pública aunque muchos prefieran ignorarlo (ellos sabrán por qué…).
  • No hemos sido capaces de presentar alternativas creíbles, más allá de la frustrada intentona del autodenominado “colectivo de los 600 Jefes de Servicio”, y cuyas propuestas, algunas realmente peculiares por decirlo de alguna manera, desaparecieron de la circulación en cuanto éstos notaron el aliento de la “jubilación forzosa a los 65 años” en su nuca. A partir de ese momento, ni una significación, porque ya se sabe que “el que se mueve no sale en la foto” (del 30% de prolongaciones…).
  • Hemos rechazado, muchas veces sin ni siquiera conocerlas en profundidad, opiniones que buscaban ofrecer alternativas y buscar soluciones que permitan la supervivencia y el avance del sistema. Opiniones que han provenido desde múltiples ámbitos, algunas bien intencionadas, otras disparatadas, pero que merecían algo más que el enrocarse en una defensa de un modelo agotado. Y lo peor de todo es que aquellos que han mostrado discrepancias frente a esta defensa numantina han sido tachados en muchas ocasiones poco menos que de “colaboracionistas” o de estar a favor de los planes privatizadores de la Consejería. Y nada más lejos de la realidad.
  • Nos hemos arrojado, posiblemente sin pensarlo demasiado, en brazos de partidos políticos y sindicatos. Y conviene recordar que esos partidos que hoy dicen defendernos en Madrid son los mismos que en otras comunidades autónomas, donde gobiernan, mantienen una situación de deterioro y precariedad en la Sanidad Pública cuanto menos similar a la que aquí dicen combatir. Y que decir de esos sindicatos, que ahora se vanaglorian de defendernos pero que en el año 2006 no tuvieron ningún reparo en contribuir a la discriminación laboral y económica de parte de los médicos de la Sanidad Pública avalando con su firma el actual Modelo de Carrera Profesional. ¿Y en éstos confiamos para solucionar nuestra crisis?
  • Demonizamos actitudes como el “ánimo de lucro”, muchas veces sin conocimiento de lo que significa en realidad y sin ser conscientes de las repercusiones que para otros compañeros que trabajan, y excelentemente en muchos casos, en sistemas distintos de la Sanidad Pública. Han proliferado las opiniones que se han permitido el dudoso lujo de cuestionar tanto la calidad de su trabajo como de sus intenciones, incluyendo a todos por igual en el imaginario saco creado del “ánimo maligno de lucro”.
  • Finalmente hemos cometido el que, a juicio de muchos, es uno de los mayores errores que se puede cometer actualmente en España: hemos judicializado nuestro problema. Fiar todo hoy en día a la decisión de unos jueces es, cuanto menos, arriesgado. Y aún abundando en España jueces honrados, ejemplos de sentencias guiadas por criterios políticos no faltan: GAL, Filesa, Bárcenas, Gómez de Liaño, Garzón, 11-M, Blesa, Malaya, doctrina Parot,… Creemos y defendemos que los jueces nos darán la razón “porque nuestra causa es justa y ellos son honestos”. Y así ha sido mientras han sentenciado en contra de los intereses de la CAM. Eso sí, en cuanto un juez ha tomado una decisión, discutible pero ajustada a la legalidad vigente, que nos parece contraria han surgido infinidad de voces afirmando, sin rubor alguno, la manifiesta parcialidad del juez y sus innegables lazos político-familiares que, sin dudad alguna, “le incapacitan claramente para administrar justicia en este caso”. Este es el concepto de justicia que tenemos en España: cuando nos dan la razón, es porque “es lo justo” y cuando sentencian (o incluso antes) en contra, es porque “prevarican porque están vendidos al poder de turno”. Las últimas declaraciones de la portavoz de AFEM así lo atestiguan: “La justicia debe actuar con responsabilidad y conciencia social…» ¿Y si falla en contra es que es irresponsable y no tiene conciencia social? Con esta concepción de la justicia, ¿dónde queremos ir?

Pero, ¿y si en todo esto existiera la oportunidad que estamos buscando para el cambio?, ¿y si estuviéramos desaprovechando la ocasión para afrontar, de una vez por todas, las reformas que llevan tanto tiempo demorándose?

  • Tenemos la oportunidad de apostar, con la evidencia de los hechos y no sólo con las palabras, por un sistema que verdaderamente prime la meritocracia sobre la gerontocracia o el amiguismo, que se cimente sobre los mejores y saque del sistema a los peores y a los que se aprovechan del sistema en su propio beneficio.
  • Tenemos que defender la profesionalización de la gestión, pero a todos los niveles. No basta sólo con que el Gerente o el Director Médico lo sean y dejen de ser nombramientos “políticos”. También es necesario que lo sean los cargos intermedios, los Jefes de Servicio y de Sección, abandonando el sistema de designación actual basado, muchas veces, en tribunales constituidos “ad hoc” que premian gerontocracia/burocracia sobre auténtica meritocracia.
  • Debemos luchar contra la discriminación laboral y retributiva existente en el actual modelo de Sanidad Pública, que mantiene eventuales contratados de manera cuasi perenne (¡llegando incluso a la perversión de denominarlos “eventuales estructurales”!). Sorprendentemente, surgen ahora voces que claman contra la “doble escala salarial” que podría haberse aplicado en los hospitales privatizados. Sorprendentemente porque algunas proceden de Jefes y ex-Jefes de Servicio o Sección, con muchos años de profesión, y a los cuales nunca se les había escuchado previamente protestar contra es “doble escala” a la que estaba y continúa estando sometida la plantilla con contrato eventual en sus propios Servicios. Será que ahora sí podía considerarse discriminatoria la “doble escala salarial”…
  • Y tenemos la oportunidad de intentar el cambio proponiéndole a la administración medidas reales. Medidas que supongan de verdad una oportunidad de mejorar la Sanidad Pública. Medidas prácticas como las propuestas hace ya más de 20 años en el Informe Abril, por ejemplo. Medidas que incluían favorecer la meritocracia y la retribución por objetivos, la competitividad intercentros, aumentar la profesionalización y responsabilidad en la gestión a todos los niveles (también en los mandos intermedios), introducir mecanismos de copago,… Medidas que sin duda aportarían aire fresco y una nueva ilusión a un sistema tan cerrado como el nuestro actual y que permitirían aumentar la motivación personal, optimizar los recursos públicos y, probablemente y como una consecuencia derivada de las mismas, optimizar la gestión de la Sanidad Pública. Medidas que, por otro lado, ya se aplican en otros modelos de Sanidad Pública como el de los Países Bajos, considerada en 2012 la mejor Sanidad Pública de Europa (ranking en donde España aparece en el puesto 24 de los 34 países analizados…)

Con todo, podría pensarse que tras un año de batalla y #mareablanca, y habiendo parado el primer golpe, los médicos habríamos entendido la necesidad de cambiar y evolucionar para mejorar. Pero pese a todo esto, ¿qué hemos ofrecido los médicos para asegurar la supervivencia de la Sanidad Pública? La última manifestación de quienes dicen representarnos consiste, tan solo, en una Carta a los Médicos Madrileños donde brillan por su ausencia cualquier mínimo atisbo de autocrítica o de propuestas reales para el cambio y la mejora. Pero lo que es cierto que cada vez somos más los médicos que estamos convencidos de la necesidad de reformar todo el sistema desde dentro, cambiándolo radicalmente para que siga siendo lo que siempre ha sido, un referente en la Sanidad Pública, sin necesidad de que empresas ajenas se hagan cargo de la misma. Y que estamos dispuestos a luchar por liberarnos de toda la grasa mediocre que le sobra al sistema y por buscar un futuro común que nos permita poder seguir desarrollando nuestra labor con la máxima calidad, pero también con renovada ilusión en nuestro esfuerzo. Pero es cierto que aún no somos bastantes, y que nos enfrentamos no sólo a unos políticos ignorantes e inútiles, con un desconocimiento tremendo de la realidad, sino también a un sistema gerontocrático y burocrático rígido que se resiste a renunciar a sus privilegios y a modificar, en manera sustancial, su statu quo adquirido, y que intenta, por todos los medios, involucrarnos a la mayoría en su defensa. En nuestras manos esta la oportunidad de aprovechar esta crisis para el cambio…

 “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio”

Octavio Paz (1914 – 1998), poeta, escritor y diplomático mexicano

 

Manual del Perfecto Mediocre

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Cada vez con mayor fuerza somos conscientes de que España se está convirtiendo en un país de mediocres. Sea por la idiosincrasia propia del español o por la ineptitud de sus actuales gobernantes, grandes mediocres también, lo cierto es que, cada vez con mayor frecuencia, nos enfrentamos a esta particular casta y sus consecuencias. Desgraciadamente, la mediocridad no entiende de organizaciones ni de contratos. Pueden encontrarse mediocres en cualquier trabajo, tanto en la función pública como en la empresa privada, tanto con contrato o plaza en propiedad como con empleo eventual y transitorio. El mediocre no siempre nace, también se hace. Cualquiera, con el suficiente esfuerzo y dedicación puede llegar a ser un auténtico mediocre.

Por supuesto que toda generalización es falaz por definición, pero sin duda que un verdadero mediocre debe reunir varias de estas características:

  • Aunque en cualquier organización existen mediocres en la sombra, que tan solo tienen interés en sobrevivir y muestran un perfil bajo que no los comprometa demasiado, el objetivo del perfecto mediocre es siempre medrar, sin miedo y sin límite… y para ello hará todo lo que sea necesario.
  • El verdadero mediocre siempre se postra ante sus superiores con independencia de lo arbitrarias o no de sus actuaciones. El superior, cuanto mas inmediato sea, más en posesión de la verdad está. Y cuanto mayor sea el grado de mediocridad del superior, mas devoción le tendrá el aspirante. Al fin y a la postre, tiene tanto aprender…
  • El buen mediocre mantiene su base de conocimientos estancada. Si no se le paga por ser más inteligente y mejor formado de lo que estaba el año pasado, ¿por qué molestarse en aprender? Si nadie les da ningún crédito adicional por trabajar por encima del mínimo, ¿por qué preocuparse?
  • El mediocre compensa su estancamiento profesional con una extraordinaria habilidad para apropiarse del trabajo ajeno en su propio beneficio y, por supuesto, sin el menor remordimiento. Más aún, el mediocre estará siempre convencido de que todo el mérito es suyo y no reconocerá jamás haberse aprovechado del esfuerzo de otros. Al fin y al cabo, ¿quiénes son los demás para cuestionarle?
  • Un mediocre no conoce amigos, sólo intereses particulares en cada momento, y le sorprende que alguien se rija por otro código diferente. Para el mediocre, las actuaciones y comportamientos de los demás son acertadas o erróneas en función de su propio interés. El mediocre casi nunca agradece. No ve motivo real para ello.
  • El mediocre carece por completo de capacidad autocrítica. Si algo sale mal, el responsable siempre será el estamento superior. Y si es dentro de la función pública, ¡siempre la Administración! Por supuesto, un mediocre jamás reconocerá hacer algo mal pero, lo que es peor, muchas veces ni siquiera será consciente de ello.

Pero donde el verdadero mediocre se muestra en su máximo esplendor dentro de su organización es cuando alcanza un status superior, cuando es, por fin, Jefe. Es aquí y ahora cuando las características del mediocre más resaltan, materializándose el Principio de Peter según el cual “en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su máximo nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse”. Y que además de este axioma, establece otros dos: “con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus funciones” y “el trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia”.

  • El perfecto Jefe mediocre se caracteriza por estar absoluta e íntimamente convencido de su enorme valía. Si es Jefe es porque lo vale, porque está a una distancia sideral de los demás, porque sus incontables méritos le avalan. Es Jefe por designio cuasi-divino, y todos sus subordinados deben, no sólo asumirlo, sino también reconocer este hecho y mostrarse alborozados por ello. El mediocre es el perfecto émulo del Rey Sol: su organización es él. ¡Vamos, que solo le faltaría acuñar su propia moneda!
  • El Jefe mediocre es especialmente hábil en detectar las potencialidades de sus subordinados. Y tan marcada es esta capacidad que reconoce de inmediato cuál de ellos puede, en un momento dado, hacerle sombra e impedir su desarrollo. El Jefe mediocre está por ello siempre dispuesto a bloquear cualquier iniciativa que, aunque pudiera ser también beneficiosa para él mismo o su organización, pueda suponer un reconocimiento para cualquiera de sus subordinados. No lo verá jamás como una perdida, sino más bien como una inversión destinada a garantizar su propia supervivencia futura. Por este motivo, el Jefe mediocre procura rodearse de subordinados dóciles y manejables, y descarta, en cuanto puede, a todos aquellos que, aún pudiendo representar un activo que prestigie su organización, no reconozcan su superioridad y puedan incluso, ¡tremenda osadía!, cuestionarle en su mediocridad.
  • El auténtico Jefe mediocre intentará siempre mantener un sistema de castas y privilegios dentro de su organización. Total, para que haya superiores deben existir los inferiores. Esto ha sido así siempre, y así debe seguir siendo. Es el sistema rígido de castas de donde emana su poder, ¡y abolirlas supondría la horrísona posibilidad de que pudiera ser desplazado por un no-mediocre!
  • Si el mediocre se caracteriza por su aprovechamiento en beneficio propio del esfuerzo de los demás compañeros, en el Jefe mediocre esto se convierte en leit-motiv de su existencia. Atribuirse sin rubor méritos ajenos no es un problema para estos jefes. Ellos siempre estarán convencidos de que estos méritos se han obtenido gracias a su benéfico influjo y guía, y que, por lo tanto, le pertenecen.

Corolario: “A un hombrecillo, dale un carguillo”

“Seuls les médiocres sont toujours à leur meilleur”
Jean Giraudoux
Novelista, dramaturgo y diplomático francés (1882 – 1944)

El Informe Abril Revisitado: Profesionalización, Meritocracia y Laboralización

El Informe Abril Revisitado: Profesionalización, Meritocracia y Laboralización.

Más sobre el ánimo de lucro en la Sanidad Pública: Interpretaciones varias de un concepto abstracto

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Más sobre el ánimo de lucro en la Sanidad Pública: Interpretaciones varias de un concepto abstracto.

¡Sí Se Puede! pero, ¿queremos?

¡SI SE PUEDE, PERO NO QUIEREN!

Desde el inicio del conflicto en la Sanidad madrileña entre la Consejería y los profesionales, esta frase se repite sin cesar como un mantra salvífico. Parece reflejar que los médicos estamos dispuestos a cualquier cosa con tal de salvar la Sanidad Pública madrileña, pero que es la montaña de escoria política que nos gobierna la que continuamente hace oídos sordos y no quiere solucionarlo. De acuerdo en parte pero, ¿qué estaríamos, realmente, dispuestos a hacer por defender este sistema en el que muchos decimos, convencidos, que creemos?:

  • ¿Estaríamos los médicos dispuestos a realizar una autocrítica sincera y reconocer que somos también grandes responsables del deterioro de nuestro sistema? Probablemente, no…
  • ¿Estaríamos dispuestos a aceptar la profesionalización de la gestión a todos los niveles?, ¿incluyendo la dirección de los servicios médicos? Probablemente, no…
  • ¿Estaríamos dispuestos los médicos a aceptar la meritocracia como “patrón oro” en nuestras relaciones con el empleador? En otras palabras, ¿aceptaríamos que el que más trabaje y mejor lo haga, más se esfuerce y mejores resultados obtenga, más aporte a la atención sanitaria, docencia e investigación tuviera una mayor remuneración que el que no lo haga, con independencia de su edad o años trabajados? Probablemente, no…
  • ¿Estarían los Jefes de Servicio del SERMAS dispuestos a renunciar a su cargo si existiera otro médico mejor preparado que ellos en su propio Servicio para desempeñar la labor de gestión y dirección del mismo, con independencia de su edad y años trabajados? Probablemente, no…
  • ¿Estaríamos los médicos dispuestos a renunciar a la burocracia y gerontocracia en la contratación de personal y apostar por la laboralización como medio de fomentar el esfuerzo, la competitividad y poder aumentar la calidad de la atención? Probablemente, no…
  • ¿Estaríamos los médicos dispuestos a renunciar, de una vez por todas, al sistema de castas imperante en el SERMAS que permite la discriminación laboral, profesional y económica de parte de las plantillas? Probablemente no…
  • ¿Estaríamos dispuestos los médicos a acabar con la situación de eventualidad cuasi-perpetua de muchos compañeros, continuamente engañados con la promesa de una OPE cual palo y zanahoria? ¿OPEs que, por otro lado, nunca terminan de forma definitiva con el problema y que muchas veces sólo sirven para redistribuir las castas? Probablemente, no…
  • ¿Estaríamos dispuestos los médicos a reformar todo el sistema desde dentro, denunciando y eliminado bolsas de ineficiencia (que todos conocemos) y la mediocridad y podredumbre existente en áreas del mismo? ¿Aunque ello supusiera enfrentarnos con las castas y jerarquías existentes? Probablemente…
  • ¿Estaríamos los médicos dispuestos a incorporar las TICs como un elemento imprescindible hoy en día para desempeñar nuestro trabajo? Probablemente,…¡muchos preguntarían que son las TICs!

Lamentablemente, existen aún demasiados “probablemente, no”. Cuando se analiza fríamente y con cierta perspectiva la actuación de aquellas asociaciones, sindicatos y colectivos que dicen defendernos, brillan por su ausencia las propuestas concretas para buscar soluciones sensatas que vayan más allá de “la retirada inmediata del Plan de la Consejería”. ¿Por qué? Parece que lo único importante es defender el statu quo actual, con todas sus lacras, mediocridades y corruptelas, sin interés muchas veces en ofrecer la posibilidad de un desarrollo sostenible del sistema a largo plazo.

Afortunadamente, cada vez somos más médicos los que estamos convencidos de que Si Se Puede reformar todo el sistema desde dentro, cambiándolo radicalmente para que siga siendo lo que siempre ha sido, un referente en la Sanidad Pública, sin necesidad de que empresas ajenas se hagan cargo de la misma. Y que Queremos Hacerlo. Pero es cierto que aún no somos bastantes, y que nos enfrentamos no sólo a unos políticos ignorantes e inútiles, con un desconocimiento tremendo de la realidad, sino también a un sistema gerontocrático y burocrático, rígido y que se resiste a renunciar a sus privilegios y a modificar en manera sustancial su statu quo adquirido.

SI PODEMOS, PERO…¿QUEREMOS?

Y al 7º mes de #mareablanca…¿qué?

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Han pasado ya 7 meses desde que la Consejería de Sanidad de la CAM anunciara su intención de privatizar la gestión de 6 Hospitales públicos y varios Centros de Salud. Desde entonces, se han sucedido las protestas y manifestaciones en contra de tal medida desde diferentes colectivos incluyendo a los médicos que trabajamos en la Sanidad Pública. En una anterior entrada en este blog expresé mi decepción con varios aspectos del planteamiento que los médicos estábamos haciendo de esta situación. Y varios meses después, esta sensación particular no ha remitido. Creo que ahora es un buen momento de hacer una reflexión serena acerca de cómo hemos planteado estas reivindicaciones y con que objetivos, porque son aún bastantes los aspectos que están poco claros:

  • El comportamiento de la Consejería, del Consejero y de sus Directores y Subdirectores ha sido y es (y continuará siendo) deleznable. Pero nada que no esperáramos de individuos cuyo único aval para desempeñar su cargo es ser serviles y tener un carnet de un partido, valga la redundancia. Por si mismos, ya justificarían totalmente un cambio de criterio hacia la profesionalización, meritocracia y laboralización del funcionariado.
  • Hemos criticado extensamente la intención de la Consejería de Sanidad, pero la autocrítica ha brillado por su ausencia. Se ha fomentado una postura maniquea de la situación, según la cual todo lo que venga de la Consejería es malo y, por lógica contraprestación, todo lo que sale del colectivo médico es bueno, cuando no inmejorable. Y eso no es cierto. Todos conocemos donde está la mediocridad del sistema, que se hace mal, quien lo hace y como lo hace, en ocasiones desde hace mucho tiempo. Y hemos sido incapaces de poner el dedo en la llaga y empezar la limpieza del sistema desde dentro, denunciando y tratando de eliminar esas bolsas de ineficiencia que todos conocemos.
  • Según avanza el tiempo, crece la creencia en muchos de nosotros en que lo que se pretende es, fundamentalmente, mantener el statu quo tradicional en la Sanidad Pública. Parece que es importante mantener modelos de gestión arcaicos que consagran vicios ancestrales en nuestra profesión: burocracia, gerontocracia, discriminación, nepotismo… Pocas son las voces que se han alzado realmente contra ellos, y que hayan reclamado devolver a los médicos, a todos los médicos, la dignidad en la profesión que hemos ido perdiendo en todos estos años, con la creación de un sistema de castas prácticamente impermeables, que dividen a los médicos en función de su contrato, entre los poseedores de una plaza por un lado y los interinos y eventuales por otro, consintiendo y aceptando situaciones lamentables de discriminación laboral y económica.
  • Cuando se hacen públicos los pliegos de condiciones para la privatización elaborados por la Consejería de Sanidad, lo primero que llama poderosamente la atención es la diferencia de trato que se establece para el personal con plaza fija, al que se le garantizan todo tipo de alternativas a elegir, a cual más favorable a sus intereses, y el trato reservado para el personal eventual, que queda a merced de la voluntad particular de las empresas concesionarias. Cuando se haga efectivo el plan de la Consejería, cientos de médicos, excelentes profesionales muchos, se verán abocados a contratos aún más miserables que los actuales, cuando directamente a la cola del INEM, y habrá que ver entonces si nuestros compañeros con plaza fija se movilizan con igual intensidad o, como viene siendo norma habitual en el SERMAS, achacarán la responsabilidad a la administración escudándose en ella. ¿Exagerado?, tan solo basta comprobar el comportamiento de muchos estos últimos años ante la proliferación de eventuales perpetuos y de la situación de discriminación a la que están sometidos.
  • Los médicos hemos sido incapaces de plantear alternativas creíbles y realizables al plan de la Consejería. Alternativas que supongan una reforma total del sistema y que beneficien a todos, médicos y pacientes. Alternativas que apuesten sinceramente por la profesionalización y la meritocracia en la gestión y el desempeño diario de nuestra labor. Al inicio de la movilización surgió el colectivo de “los 600 Jefes de Servicio” que parecían tener la fórmula para la solución de todos los problemas. Huelga decir lo peregrino de muchas de sus propuestas, en qué quedaron y cual ha sido su comportamiento posterior. Simplemente, desaparecieron. Los motivos, más adelante…
  • Nos hemos permitido la osadía de aventar la idea de que la “calidad de la atención” es significativamente peor en los hospitales con gestión privada. Y de poner en tela de juicio la valía de muchos de nuestros compañeros que en ellos trabajan, y que en no pocas ocasiones superan la que ofrecemos en la llamada Sanidad Pública. Y todo ello sin querer ser conscientes de que muchos somos en buena medida responsables de la formación de los médicos que en esos otros hospitales trabajan, que les hemos enseñado lo bueno y lo malo, y que transmiten nuestra capacidad para la docencia allá donde van.
  • No hemos sido capaces de plantear alternativas razonables, pero hemos encumbrado a personajes como Rafael Bengoa, antiguo Consejero de Sanidad del País Vasco y que recientemente ha sido comisionado por el Gobierno de EE.UU. como asesor para su propia reforma sanitaria. Sus apariciones continuadas en televisión y sus opiniones contrarias a los planes de la CAM lo han convertido en referente para muchos de los que se oponen al plan privatizado, olvidando quizás su papel relevante en la elaboración del llamado Informe Abril en 1991. Es interesante recordar que dicho plan contemplaba medidas como la profesionalización de la gestión clínica, separándola de la actividad médica profesional, la consideración de la meritocracia como argumento prioritario para evaluar la actividad médica, que planteaba el cambio de régimen laboral de los trabajadores apostando por un modelo de laboralización, que introducía la posibilidad del copago por parte de los pacientes y sugería la colaboración público-privada para fomentar la competitividad y aumentar la calidad de la atención. Es sorprendente que medidas que se consideraban necesarias hace más de 20 años para garantizar la continuidad del sistema de Sanidad Pública no se consideren necesarias hoy. ¿Por qué?
  • Y para contribuir aún más a esta ceremonia de la confusión, en el último mes toda la discusión ha estado centrada en reclamar contra la aplicación de la ley. De una ley que contempla la jubilación obligatoria de los trabajadores del sistema público al cumplir los 65 años y que si bien es cierto que contempla la posibilidad de prolongar la actividad profesional hasta los 70 años, esto no deja de ser una opción y nunca una obligación. Infinidad de voces se han alzado contra esta medida olvidando que mientras los médicos jubilados ya han cumplido su carrera y pueden disfrutar de su retiro con su merecida pensión, cientos de médicos residentes recién terminados o de adjuntos jóvenes son contratados de manera vergonzosa, con contratos eventuales perennes o al 50 ó 75% de actividad, o directamente pasan a engrosar las listas del paro. Sin ninguna pensión. Cuando escuchamos clamar a todos los que se oponen a las jubilaciones, da la impresión de estar ante cientos de médicos que superan con creces en saber y capacidades a Marañón, Trueta o Jiménez-Díaz. Y ésta no es, desgraciadamente, la realidad. Cuando se alude a la capacidad de docencia y de formar a otros médicos, se olvida que esta labor ya la hacemos a lo largo de toda nuestra carrera, y que nuestros discípulos aprenden de nuestros aciertos, y también de nuestros errores, a diario. Y que no hay que esperar a los 65 años para poder enseñar el arte de la Medicina a otros.

Pero pese a todo, hemos seguido trabajando y dando lo mejor que tenemos por nuestros pacientes y nuestra profesión. Y cada vez somos más los que estamos convencidos que la única manera de salir de este pozo es apostar por nosotros mismos, por la profesionalización, la meritocracia y muy posiblemente una necesaria laboralización del personal. Y esta es, posiblemente, la única esperanza que nos queda.

 «Well, let’s not start sucking each other’s dicks quite yet.»

Winston Wolfe “Mr. Wolf”

Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994)

Jefes o Líderes: ¿cueces o enriqueces?

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Al hilo de las recientes jubilaciones que se han producido en el SERMAS, muchas cuestiones cobran una nueva actualidad. Varios de los médicos jubilados habían alcanzado la categoría de Jefe de Servicio o de Sección, por sus méritos la mayoría aunque algunos también por hechos tan variopintos como la mera senescencia del precedente, por su docilidad, comodidad o simple y llanamente, por contar con 3 votos… Pero, ¿cuántos de estos Jefes jubilados eran realmente líderes en sus Servicios? La diferencia no es baladí, y aunque es aplicable a todas las profesiones, no deja de ser un debate latente en el mundo médico.

Todos los médicos hemos conocido a lo largo de nuestra vida profesional, directa o indirectamente, jefes de todo tipo: buenos, regulares, malos o muy malos, inteligentes o listos, débiles o despóticos, parásitos o laboriosos,… Y también conocemos auténticos líderes, aquellos a los que seguiríamos por todo los que nos enseñan, nos transmiten y nos hacen mejorar y avanzar, pero que no son en muchas ocasiones, desafortunadamente, Jefes. En ocasiones, y aunque la generalización siempre es mala, parece que en la Medicina se cumple como en pocas otras profesiones el ya clásico Principio de Peter según el cual “en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su máximo nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse”. Y además de este axioma, establece otros dos: “Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus funciones” y “el trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia”. O en otras palabras, y como no se cansa de repetir una compañera, maestra y sobre todo amiga, “a un hombrecillo, dale un carguillo”

Un reciente artículo de Jeff Haden en la revista Inc.com se centraba en las “8 maneras de ser un jefe realmente memorable”. El autor disecciona, con gran claridad, las diferencias entre un Jefe y un verdadero Líder. Entre las perlas de su análisis me he permitido entresacar algunas:

  • “Los líderes dirigen al grupo porque son sus propios empleados los que más quieren que lo hagan, motivados e inspirados por la persona, no por el título”
  • “Los líderes poseen cualidades que no siempre se pueden presentar en papel, pero que siempre figuran donde más importa: en los corazones y las mentes de las personas a las que dirigen”
  • “Los líderes ven la inestabilidad y la incertidumbre no como un obstáculo sino como un facilitador. Saben reorganizar, remodelar y rediseñar para tranquilizar, motivar e inspirar, y en el proceso hacen que la organización sea mucho más fuerte”
  • “No importa los éxitos que hayan logrado en el pasado, para los verdaderos líderes nunca son demasiado buenos como para no arremangarse, ensuciarse y hacer el trabajo necesario”
  • “Los líderes destacan porque están dispuestos a adoptar una postura impopular, a dar un paso impopular, a aceptar la incomodidad de no seguir el status quo, a asumir el riesgo de navegar en aguas desconocidas. Son capaces de asumir riesgos reales por el bien de la recompensa que creen que es posible. Y con su ejemplo inspira a los demás a asumir riesgos con el fin de lograr lo que ellos creen que es posible. Los verdaderos líderes inspiran a otros a alcanzar sus sueños: por las palabras, por las acciones, y lo más importante, por ejemplo.”
  • “Un verdadero líder también trabaja para alcanzar las metas de la empresa, y logra más que otros jefes , pero también trabaja para servir a un propósito mayor: para hacer avanzar la carrera profesional de sus empleados, para marcar una diferencia real en la comunidad, para enorgullecer a sus trabajadores y aumentar su autoestima”
  • “Los pésimo jefes lanzan a sus empleados bajo el autobús; los buenos jefes nunca tiran a sus empleados bajo el autobús; los verdaderos líderes ven el autobús que viene y empujan a sus empleados fuera del camino, muchas veces sin saberlo el propio empleado hasta mucho más tarde”

¿Cuántos de nuestros jefes son también auténticos líderes?, ¿cuántos de aquellos que consideramos como líderes son también jefes? Y esta es la cuestión: ¿qué preferimos en la Sanidad Pública, jefes o líderes?, ¿por qué no pueden ir juntas ambas categorías? Los que defendemos la necesidad de una autentica y absoluta reforma de toda la Sanidad Pública, creemos en los principios de meritocracia y profesionalización. Y eso incluye el que nuestros jefes sean verdaderos líderes, que nos enseñen, que nos motiven y que nos hagan participar de su proyecto y sentirlo como nuestro, no por su mera autoridad sino por la pasión que por el mismo nos transmitan.

Employees don’t leave jobs; they leave bad bosses–and even mediocre ones. Don’t be that kind of boss” Jeff Haden (@jeff_haden); Inc.com, 2013. 

Nuestra escoria política, reflejo de la mediocridad existente…

La mediocridad de la casta política que nos ha tocado sufrir es un problema que cada día que pasa se hace mayor, generando más rechazo y desprecio entre todos los españoles honestos. Ahora bien, más allá de la justa indignación que el comportamiento de esta escoria nos provoca, deberíamos hacer un ejercicio de introspección que, probablemente, nos llevaría a comprobar, no sin sonrojo, que el comportamiento de nuestros políticos no es sino un mero reflejo de la mediocridad imperante. Y así, en el caso concreto de la profesión médica, es necesario seguir siendo honestos y mirar “la viga en nuestro ojo” al mismo tiempo que “la paja en el ojo ajeno”.

Nos quejamos, y con razón, de los abusos de esos políticos que cobran jugosos sueldos por hacer dejación continuada de sus labores e, incluso, por no acudir siquiera a su trabajo diario. Pero también sabemos de cuantos médicos cobran jugosos complementos sin rendir labor alguna a cambio, como los complementos de guardias en mayores de 55 años percibidos durante largo tiempo a cambio de una teórica consulta por la tarde que muchos, no todos, ni siquiera han pisado, o hace mucho que no pisan. O esas intervenciones quirúrgicas programadas como “peonadas” y realizadas en el horario laboral normal, pero cobradas como tal. Y lo aceptamos…

Nos quejamos de la ausencia reiterada de nuestros representantes en los diferentes parlamentos de nuestro variopinto país, pero también somos conscientes de las ausencias reiteradas de compañeros nuestros, que abandonan impune y repetidamente su lugar de trabajo antes de la finalización de su jornada, o que directamente no acuden. Y lo aceptamos…

Vemos mal la injustificable duración de los periodos vacacionales de Sus Señorías, pero somos conscientes también de la cantidad de “días libres” tomados por algunos compañeros, que superan ampliamente lo contemplado por la ley. Y lo aceptamos…

Lo peor es que todos estos hechos debieran ser conocidos por las gerencias. Quizás lo son y los consienten. Pero hemos asumido hace mucho que no son más que individuos colocados a dedo por el único argumento de poseer el carnet del partido gobernante en cada momento y que, por tanto, son tan ineptos y mediocres como la casta política. Y lo seguimos aceptando…

Pero con todo, uno de los mayores responsables somos nosotros mismos. Nos llenamos la boca defendiendo la necesidad de recuperar la meritocracia en la función pública, pero al final, continuamos luchando por mantener la gerontocracia dominante a toda costa. La última propuesta del autodenominado “sindicato de los médicos” AMYTS no es otra que recurrir ante los tribunales el Plan de Ordenación de Recursos Humanos de la Consejería de Sanidad de la CAM. En vez de luchar por recuperar la iniciativa defendiendo la calidad y promoviendo la excelencia en la atención médica, prefiere mantener la casta y sus privilegios, aún conociendo bien hechos como los mencionados más arriba. Hoy publica el diario El Mundo una entrevista con el Dr. Valentín Fuster, ejemplo de persona y médico para todos, y que a sus 70 años continúa engrandeciendo la Medicina. Pero, desgraciadamente, es la excepción, y por cada “Fuster” existente en el SERMAS que aporte un extra de calidad, hay 100 “Rajoys/Rubalcabas/(cada uno que ponga el político que mas rabia le de…)” que se aprovechan de todos para su beneficio, Sin embargo, para AMYTS parece más importante defender al “aparato”, por obsoleto y lacra para la sanidad que sea, que apostar por una renovación y cambio que recupere la ilusión de un futuro mejor, y pretende conseguir la perpetuación en el puesto sin pararse a separar el grano de la paja, sin plantearse siquiera eliminar a los mediocres. Y lo seguimos aceptando…

¿Hasta cuándo seguiremos aceptando?

Reflexiones (y decepciones) tras la última #mareablanca

Durante estos últimos 3 meses se han producido en Madrid varias manifestaciones en defensa de la Sanidad Pública conocidas como “mareas blancas”. Personalmente, he intentado acudir a todas ellas, y en las que no he podido estar físicamente por las características propias de nuestra profesión, he intentado apoyarlas desde donde estuviera. Sin embargo, todo tiene un final, y creo que está última #mareablanca del pasado día 17 de febrero, será la última, al menos en lo que a mi me atañe. Razones para apoyarlas las había, y las hay, pero también hay motivos que me han llevado a esta decisión, e intentaré resumirlos:

• Yo no quiero una gestión vendida a empresas privadas como pago a oscuros motivos, que me considere tan solo parte del material del hospital que compran. Que no se valore el esfuerzo y dedicación de los profesionales sino como una parte más del decorado. Que sólo pretenda cumplir con unos números sin permitir ni fomentar el desarrollo individual y colectivo que redunde en la mejora de la atención prestada.

• Pero tampoco quiero una gestión de la Sanidad en manos del político de turno, con nombramientos de responsables “a dedo” por el único argumento de poseer un carné del partido gobernante. Gestores mediocres, y muchas veces cobardes, que no se atreven a afrontar los problemas y las bolsas de ineficiencia existentes en nuestros hospitales madrileños. Gestores que cambiarán en cuanto cambie el gobierno de la CAM pero que seguirán siendo simples colocados por su filiación política como único aval.

• Ni quiero que todo este movimiento quede tan solo en la defensa de un modelo caduco y podrido en gran medida, en intentar a toda costa mantener un statu quo como el actual, basado en una combinación de burocracia y gerontocracia, que desprecia la meritocracia y se empeña en mantener un sistema de castas entre los médicos, primando la antigüedad sobre el trabajo, esfuerzo e interés que demuestran muchos médicos en su labor diaria.

• Y por supuesto, no quiero que una indignación justa y con una fuerte base de sustentación sea parasitada y capitalizada por políticos y sindicalistas, como sucedió el pasado día 17 de febrero, cuando representantes de Izquierda Unida, UGT o CC.OO. aparecieron en todas las televisiones como los “grandes defensores de la Sanidad Pública”

Entre estos dos extremos hay, en mi opinión, un vasto territorio en el que construir alternativas de futuro, que garanticen el sostenimiento de una Sanidad Pública Universal pero que valoren en su justa medida el esfuerzo individual y colectivo. Que aprecien al válido y desprecien y aparten al mediocre. Y, desgraciadamente, no estamos siendo capaces de plantear estas alternativas. No comparto la opinión de que la solución vayan a venir por pasear los domingos de Cibeles a Sol, ni por decir simplemente que no queremos este plan ni, por supuesto, por alguna ideas tan peculiares como las propuestas por el grupo de los “600 Jefes de Servicio”. Gritamos mucho pero no intentamos construir de manera sensata un modelo que aproveche lo bueno, que existe, del actual sistema pero que lo mejore y optimice eliminando todas las enormes bolsas de ineficiencia que lo lastran. Es necesario un cambio radical de modelo, fundamentado en la profesionalización de la gestión a todos los niveles, en la meritocracia como base de desarrollo y, probablemente, en la laboralización del personal.

Personalmente, no pienso dejar de pelear por alternativas y posibilidades veraces y sensatas para el cambio. Porque hay que cambiar, por supuesto que sí, pero a mejor.

Y tenemos que hacerlo nosotros, o nos lo harán otros.

“Change is the law of life. And those who look only to the past or present are certain to miss the future”

John F. Kennedy (1917-1963)